Un dron hecho en San Andrés explorará las profundidades marinas

Un grupo de investigadores desarrollaron en la isla el ROV Sepia, un robot de bajo costo y fácil fabricación que amplía las posibilidades investigativas en las profundidades.

Omar, Diana y Ruben Azcárate, operario del ROV, en la expedición científica Sea Flower Bajo Nuevo 2021.

El pasado cuatro de diciembre, el diseñador industrial Omar Abril-Howard retornó de una expedición científica inédita en la Reserva de Biosfera Sea Flower, en el Caribe.

Fue la primera vez que en la reserva se exploraron los ecosistemas coralinos mesofóticos, también conocidos como profundos, que, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos, continúan siendo un enigma para la ciencia a nivel mundial porque falta de tecnología para su investigación.

Omar, su hermano Alfredo y un equipo de biólogos marinos y personal local lograron llegar a aquellos inexplorados lugares de la reserva con un Vehículo de Operación Remota llamado Sepia ROV, diseñado y fabricado por ellos en la isla.  

“Monitorear y evaluar qué hay en los ecosistemas profundos a los cuales no podemos llegar fácilmente va a permitir tomar decisiones sobre la gestión y el uso sostenible de los recursos marinos frente al cambio climático y consecuencias antrópicas que hemos generado en nuestros mares.

Los monitoreos son el punto de inicio para los tomadores de decisiones”, comenta Diana Gómez, una de las biólogas de cabecera del equipo que desarrolló el Sepia ROV.  

De una cerveza al Sepia ROV  

La idea de crear un mecanismo que permitiera la exploración científica de los ecosistemas coralinos mesofóticos surgió en 2012, cuando Omar trabajaba para la Secretaría de Ambiente y Pesca de la Gobernación del Archipiélago, diseñando y desarrollando prototipos para monitoreo ecológico y pesquero. Entonces hubo una expedición mundial de evaluación y valoración de ecosistemas submarinos llamada Global Reef Expedition, que llegó a San Andrés.

Fue allí que Omar, junto con un grupo de biólogos con los que trabajaba, comenzó a preguntarse cómo involucrar tecnología en los monitoreos submarinos en el Archipiélago de San Andrés, y sobre todo cómo hacer para llegar más abajo.  

Tres años después, el diseñador industrial conoció, a través de un primo, a Reynaldo Villarreal, con quien fue a tomarse una cerveza. Villarreal es el director de tecnología de MacondoLab, un centro de crecimiento empresarial e innovación de la Universidad Simón Bolívar, especializado en generar capacidades para el crecimiento empresarial a través de la tecnología y la innovación.  

Y fue de la mano de Villarreal y de MacondoLab, así como de la convocatoria Apps.co del Ministerio de las TIC y Colciencias, que se echó a andar el proyecto del Sepia ROV. Además, recibieron capital semilla del Fondo emprender del SENA y apoyo de Ruta N, gracias a quienes pudieron viajar a Londres, donde fueron becados por la Royal Academy of Engenieering.  

Así desarrollaron 32 prototipos y realizaron alrededor de 300 inmersiones en las aguas de la reserva. Aunque no son los únicos en el país que han desarrollado ese tipo de tecnología, sí lograron que, en el 2019, el Ministerio de Industria y Comercio les entregara una patente por modelo de utilidad. Eso significa que el ROV desarrollado por Omar y su equipo hizo una mejora significativa en la manera en que el equipo se puede comportar de manera eficiente bajo el agua. 

“En la actualidad, cuando hablo con Reynaldo, me dice que esa fue la cerveza más cara que se ha tomado en su vida”, comenta Omar.  

Tecnología de punta desarrollada en San Andrés 

Una de las condiciones que Omar le puso a su equipo, así como a las organizaciones que contribuyeron con capital para el proyecto, fue que este debía desarrollarse en San Andrés.  

“No tenía sentido desarrollar el ROV en una ciudad como Barranquilla, que tiene una capacidad industrial alta, y llevarlo a San Andrés para que, cuando se dañe, no se pueda reparar.” 

Omar insistía, además, en que todas las desventajas con las que pudieran encontrarse en el camino en San Andrés, serían más tarde ventajas, pues de ellas resultaría un producto de muy alta tecnología a muy bajo costo y de muy fácil mantenimiento: en su mayoría, el ROV está hecho de piezas que pueden encontrarse en cualquier ferretería.   

Contrario a lo que pensaba Omar, para el desarrollo de la tecnología no hubo mayor problema. Fue cuando salieron a ofrecer la tecnología al mercado que se encontraron con una resistencia marcada por los prejuicios: “La gente decía: ‘Bueno, un submarino que baja 100 metros, que es un robot, que hicieron en San Andrés, con gente de Barranquilla. ¡No primo, eso no sirve!’”. 

Imágenes de prueba grabadas por uno de los prototipos del ROV SEPIA en ecosistemas profundos en el Archipiélago de San Andrés.

Y es esa también la razón por la que Omar quiso desarrollar su proyecto en San Andrés, para acabar con esa narrativa de que en el Archipiélago no es posible desarrollar tecnología de punta, de alto impacto y de alto nivel de tecnificación. 

En la actualidad, el Sepia ROV está en condiciones de realizar inmersiones hasta los 100 metros de profundidad, hasta por una hora, ampliando las posibilidades de investigación de los ecosistemas coralinos mesofóticos y con ello las posibilidades de conservación, tanto de estos, como de los ecosistemas someros.