Everyday Homeless se dedica a visibilizar y documentar la manera en que viven las personas habitantes de calle en Medellín. En el proceso, trabaja por la defensa de los derechos de esta población.
Nataly Cartagena y Jorge Calle fundaron Everyday Homeless en el 2019 tomando como inspiración una más grande llamada Everyday Everywhere, una red global de periodismo visual que, a través de la imagen, busca “combatir percepciones erróneas y superar la desigualdad persistente en el mundo”, como aseguran desde su página web.
En ese sentido, la organización comenzó publicando el trabajo de Jorge, quien desde hace alrededor de 12 años se dedica a fotografiar y documentar la vida en las calles de Medellín.
“Yo comencé a acercarme a la población a través de una fundación y después como que me quedé tomando fotos y entre ires y venires me encontré con ‘Nata’” cuenta.
“De a poco el proyecto se fue colectivizando y fue llegando a gente de varias disciplinas que nos dijo que quería hacer tal cosa y tal otra y nos fuimos dando cuenta de que había una posibilidad de realizar acciones para atender las necesidades de la población habitante de calle”, asegura por su parte Nataly.
Hoy Everyday Homless trabaja con y por la comunidad habitante de calle de Medellín, reivindicando lo que Nataly llama ‘el derecho a la calle’, una extensión del derecho a la ciudad, así como buscando tumbar estigmas y estereotipos alrededor de la población a través de cinco ejes particulares: visibilizar y documentar la realidad de la población; denunciar las vulneraciones a sus derechos; empoderar a la población; formular e implementar estrategias comunitarias y establecer redes de apoyo.
Dentro de cada eje hay varios proyectos como, por ejemplo, ‘¿Quién?‘, una plataforma de identificación de habitantes de calle que tiene el fin de que familiares, amigos o conocidos puedan encontrarlos; ‘El cine de la calle‘, con el que se sostienen proyecciones de películas para la población y el ‘Laboratorio Callejero‘, un espacio de investigación comunitaria para indagar acerca del uso que le da la población al espacio público.
Colombia Visible habló con Nataly y con Jorge acerca de su trabajo, sobre la habitanza de calle en general, lo que han conseguido como organización, sus programas, retos, problemáticas y posibles soluciones.
¿Cómo entienden ustedes la habitanza de calle?
Nataly: Nosotros trabajamos con tres ‘grupos focales’ de la población: el primero es lo que llamamos ‘habitantes de calle’, que son las personas que permanecen en la calle, que viven, duermen y habitan su vida completa allí; el segundo son las personas que llamamos ‘habitantes en calle’, que son las personas que están en la calle pero no duermen ahí, sino en inquilinatos, unidades de vivienda compartida, paga diarios y demás. Ahí trabajamos sobre todo con jóvenes que están en riesgo de ser habitantes de calle a causa del consumo de drogas, la instrumentalización por parte de plazas de vicio o por explotación sexual.
El tercer grupo es algo que llamamos red de familias sin techo, entonces son familias, usualmente de la Comuna 10, que son familias venteras ambulantes, familias que viven en inquilinatos, en casas y espacios no dignos en Medellín.
Jorge: La población habitante de calle ha existido siempre, durante toda la historia de la humanidad, es casi algo de la condición humana. Es raro decir eso, pero yo creo que sí. El problema ahora es más la cantidad de personas que comienzan a vivir en las calles. Es una población que por diversas razones ha ido incrementando. En Colombia se debe por ejemplo al conflicto armado y la ola de millones de personas que fueron desplazadas de su territorio y terminaron en la calle, ahorita también muchas personas migrantes, la pandemia también echó mucha gente a la calle, el consumo de drogas, son muchas las razones.
¿Qué es el derecho a la calle?
Nataly: Eso nace como una forma del derecho a la ciudad. Ese último es el derecho que tenemos todos los ciudadanos y las ciudadanas de usar, ocupar, gobernar y apropiarnos de la ciudad.
Ahora, hablamos del derecho a la calle como una forma de democratizar la vida urbana y de ampliar ese derecho a la ciudad. Nos enfocamos en el componente de ocupar. El habitante de calle tiene derecho a ocupar la calle, a usarla y a hacerla su espacio de supervivencia, a convertir el espacio público en el espacio privado que todos tenemos en nuestras casas por el hecho de que él no tiene una.
Es un tema complejo, que de hecho estamos trabajando dentro de uno de nuestros proyectos que es el ‘Laboratorio Callejero‘, un espacio de investigación comunitaria donde charlamos con los habitantes de calle acerca de su condición y particularmente del uso que le dan a la ciudad. Así sabemos de qué manera se les vulnera su derecho, tanto a la ciudad, como a la calle: que no los dejan estar acá, dormir allá, tener comida en tal lado, armar su cambuche y demás.
Y es complejo porque sí, está bien, ellos tienen que armar su cambuche y demás, pero dónde queda también el derecho de tránsito por el espacio público de las otras personas.
Y, en ese sentido, ¿cómo creen que se pueden conciliar ambas cosas?
Nataly: Es complejo porque es algo muy difuso. Por un lado, prima el derecho colectivo sobre el individual, tratando ese derecho colectivo como el de las personas que quieren transitar. Pero además, es muy difícil porque no hay espacios públicos de calidad, todo se lo quedaron los carros y las motos y el transeúnte quedó solamente con la cebra para pasar la calle, entonces la disputa se da por un espacio donde no caben ambos.
Más allá de eso yo creo que una buena forma de reconciliar ambas partes es, por ejemplo, algo que nosotros tenemos como uno de nuestros principales ejes de trabajo: romper estigmas y estereotipos.
Qué pasa, cuando llegas a un parque y ves un habitante de calle sentado en una en una sillita, entonces ya de una vez es: que me van a robar, me van a violar, me van a hacer esto y lo otro, pero no. Nosotros tenemos ya años de experiencia trabajando con esta población y si bien hay una parte que sí acude a la delincuencia para sobrevivir, es un porcentaje muy pequeño.
Hay que ver los datos y dejar los prejuicios, si rompes eso, te vas a sentar en esa silla y vamos a generar una dinámica donde podemos compartir el espacio público.
¿Cómo romper esos estigmas hacia la población?
Jorge: Yo diría que lo primero es que no hay que romanizar a las poblaciones vulnerables. Sobre todo, desde el quehacer de la comunicación, porque ese romanticismo no sirve de nada. No podemos defender la habitanza de calle al punto de decir ‘ah entonces que la gente siga consumiendo y que siga llegando a la calle y que viva el habitante de calle’ eso no es.
Pero tampoco se trata de criminalizar, sino de entender. Este país está lleno de problemas, somos el país más desigual de la región. La guerra, la migración y todas esas problemáticas sociales del país llegan a la calle y permanecen allí por el consumo de drogas, sobre todo.
Es muy difícil pensar en una sola solución pero yo creo que mucho tiene que ver con cambiar una forma de vernos como sociedad que es, en mi opinión, eurocéntrica, en donde nos concebimos como individuos y no como un colectivo. Hay que cambiar eso a una versión más latinoamericanista y de esa manera colectivizarnos más y entender que, entre otras cosas, compartimos espacios con diversas personas y con el habitante de calle todavía más.
Si comenzamos a entender a la población habitante de calle como parte del mundo en el que nosotros también estamos, yo creo que vamos a encontrar más y mejores soluciones, al tiempo que motivamos al habitante de calle a asumir también sus responsabilidades, pues se siente parte de ese mundo que compartimos.
Supongo que también hay un tema de legislación...
Nataly: Sí, hay bastantes cosas pero se dedican sobre todo a regular o más bien ‘administrar’, por ponerlo de alguna manera, lo que es habitar la calle y la población que habita la calle. Son leyes, normas y políticas públicas que dicen: ‘bueno, en este momento están en tal lugar, pero nos acaban de poner una acción popular para que los saquemos entonces los vamos a mover a tal otro lugar’, no son medidas que hagan frente a la problemática de ninguna manera.
Si bien dentro de la política pública de Medellín existe el Sistema Habitante de Calle, que es bueno en términos de atención, siento que las problemáticas más profundas como la rehabilitación y resocialización no están tan presentes. Se queda en el control y la administración de la población pero temas por ejemplo de prevención, no se ven.
Ahí es muy importante poder articular el trabajo que realizan las organizaciones sociales y no solo nosotros porque hay muchas. Articular ese trabajo y poder crear talleres o espacios en colegios, por ejemplo, para sensibilizar sobre la población: esto es ser habitante de calle, estas son las causas, las consecuencias, etc para que los chicos y las chicas comprendan que eso existe y que, además, cualquier persona puede estar así.
También es importante que ese tipo de espacios no los puede dirigir un trabajador social recién egresado, que es lo que pasa con los pocos que hay, sino que la institucionalidad debe contratar a los habitantes de calle primero que todo y a las organizaciones sociales que llevan décadas trabajando estos temas.
Según el Censo de Habitantes de Calle que hizo el DANE en el 2021, la principal razón para que las personas permanezcan en la calle es el consumo de drogas. Sin embargo, hay un porcentaje, el 9,5%, que permanece allí ‘por gusto propio’, dice la encuesta. ¿Existe una identidad en la habitanza de calle?
Jorge: Hay personas que dicen que sí, que la habitanza de calle es una cosa que puede darse por gusto o porque las personas quieren habitar la calle y de cierta manera vivir una vida ‘sin reglas’, eso hace parte de la humanidad, está registrado en los libros más antiguos. Habitar el espacio público quita ciertas barreras que seducen a las personas.
Y uno podría decir, bueno, no hay tanto problema con que esas personas que quieran hacerlo por gusto propio que lo hagan, pero como estamos hablando de una población que llega por tantas problemáticas y que, a causa de sus profundas necesidades, no tiene un sistema de gobernanza autónoma tan bien definido, es una población que está muy en riesgo de ser instrumentalizada para la venta de estupefacientes, la comisión de delitos o que también es muy vulnerable a muchos tipos de violencia.
Yo creo que la libertad sí se siente en la calle, pero es muy complejo. Nosotros tenemos muchos espacios de escucha para poder entender más a fondo y nos hemos dado cuenta de que estas personas que habitan la calle han tenido problemas muy difíciles, la mayoría desde muy pequeños. Lo que nos cuentan es que han vivido en ambientes tan violentos y tan extremos que vivir en la calle a veces resulta en un alivio comparado con eso.
También hay que decir que censar a la población habitante de calle es extremadamente difícil, existe un subregistro grandísimo, por lo que los datos de ese censo no necesariamente reflejan la realidad de la población.
Nataly: En estos días pusimos un tuit que decía algo así como que el derecho tiene una narrativa que excluye a quien no produce algo. Es precisamente ese tema de que como los habitantes de calle no ‘producen algo’, entonces hay que excluirlos de sus derechos.
Yo creo que las personas permanecen en la calle por muchas razones, claro, pero esa desigualdad socio espacial es fundamental, también por el hecho de que de alguna manera deriva en que en los ojos de la sociedad, el habitante de calle nunca deja de serlo: una vez sale de esa condición entonces ya no es habitante de calle sino ‘ex’ habitante de calle, nunca llega a ser un ciudadano.
Volviendo al tema del derecho a la calle, ¿cómo lo reivindican desde su organización?
Nataly: Tenemos, por ejemplo, un programa que se llama ‘A la calle’. Con él queremos precisamente reivindicar ese derecho a través de espacios de incidencia política y artística que incomoden, cuestionen y complejicen las diversas posturas que hay hacia la problemática de la habitanza de calle.
Uno de los proyectos que ejecutamos es ‘El Cine de la Calle‘ que consiste básicamente en realizar proyecciones de películas locales y nacionales, principalmente independientes, en la calle. Eso nosotros lo vemos como una manera de apropiarnos de la calle y de ejercer, precisamente, el derecho a la calle: ocupamos un espacio público y montamos una sala de cine, les llevamos crispetas y gaseosa.
Con eso queremos generar reflexiones, tanto en la misma población habitante de calle, como en las personas que siguen nuestro proyecto, porque todo lo publicamos en nuestras redes.
Y teniendo eso en cuenta, que una buena parte de su trabajo se desarrolla a través de la fotografía y la imagen, ¿qué posibilidades les ha dado ese medio para sensibilizar acerca de la población?
Nataly: Lo que nos gusta mucho de las fotos y de subir todo a redes sociales es el carácter esencialmente disruptivo de nuestro contenido. Las personas se meten a redes buscando cosas completamente distintas, se meten buscando cosas de viajes, rostros bonitos, a que a todo el mundo le está yendo bien, y nuestro contenido es una forma de romper con la cotidianidad de Instagram.
Nosotros tenemos otra campaña que es ‘¿Y los de la calle qué?’, entonces es como: vea cuando usted está viendo viajes, ¡pan!, mataron tantas personas habitantes de calle, cuando está viendo viajes, ¡pan!, vea este rostro que está en la calle sufriendo.
Y no solo habitantes de calle, sino con estos otros grupos que te comentaba antes. Por ejemplo, tenemos una escuela todos los sábados con un grupo de 30 jóvenes que viven en los inquilinatos del centro con los que trabajamos temas de prevención de violencia, consumo y habitanza de calle.
Entonces la fotografía nos permite mostrar esas realidades a las personas que dicen ‘ay no, es que esos viven en la calle porque les da la gana’, cuestionar eso, tumbar esas ideas y generar más sensibilidad.
Jorge: Las redes sociales son un ‘power’, poder crecer, tener la forma de comunicarle a las personas en todo el mundo, que una persona que está en China sepa de nosotros en este momento es increíble, es una forma de comunicar increíble. Podemos variar los formatos, los contenidos, tenemos varias campañas como ‘¿Sabías qué?’, donde damos datos de la población habitante de calle, por ejemplo.
¿Ustedes creen que la habitanza de calle tiene o debería tener solución?
Jorge: Yo no creo que se vaya a acabar por completo nunca, y tampoco lo celebraría porque creo que hace parte de la diversidad. También claramente me preocupa mucho su aumento, me preocupa mucho que muchas personas sigan en esas condiciones, pero creo que sí puede haber personas que lo disfrutan, de una u otra forma, he conocido algunas de esas personas, muy pocas, eso sí.
Cuando tú indagas a profundidad tú empiezas a darte cuenta que esas personas realmente quieren vivir bajo sus propias condiciones y formas de pensar y de gobernarse, pero en ambientes más pacíficos y en general más tranquilos, porque la calle siempre será muy difícil.
Lo que yo creo es que, y acá coincido con algo que decía ‘Nata’ antes, que hay que fortalecer las organizaciones sociales y motivar a las personas a que se organicen. Hay que potenciar su trabajo porque ellas muchas veces son el puente entre las realidades sociales y los gobiernos, para que ellos tomen las mejores decisiones.
Nataly: Yo creo que hay una tendencia hacia cómo se están configurando las ciudades hoy en día y es un tema de funcionalidades. O sea, las ciudades se están dividiendo por porciones: está el espacio turístico, acá es el espacio de la comida, acá estamos los pobres, acá es la parte del deporte. Y así, entonces, como que empiezan a mirar: bueno, entonces los habitantes de calle dónde caben en todo esto, dónde los vamos a echar, dónde los vamos a apartar. Yo creo que eso es a lo que vamos.
De todas maneras, lo que necesitamos es ver cómo hacemos para que la gente deje de llegar a la calle, porque la que está ya, es muy difícil que salga. Hay que trabajar en la prevención.