De su proceso de fabricación artesanal, hasta sus derivados y usos –“desde el nacimiento hasta la muerte”– Flavia Rentería cuenta la historia de esta bebida que fue declarada Patrimonio de las Comunidades Afrocolombianas.
Flavia Rentería tiene 64 años y pronto cumplirá 65. En Buenaventura, donde vive, la conocen como ‘La Famosa’ y es considerada por su comunidad como una sabedora de tradiciones afro del Pacífico.
Desde su infancia, en la vereda San José de Buenaventura, Flavia aprendió saberes ancestrales que los pueblos afrodescendientes han transmitido de manera oral a sus descendientes y, más recientemente, ha hecho parte del movimiento afrocolombiano que ha luchado por la autonomía sobre el viche y sus derivados.
“Desde que tengo uso de razón preparábamos viche en mi familia. Mis padres, que crecieron entre el río Cajambre y el río Achicayá, me contaron lo mismo: que desde que eran pequeños en sus familias preparaban el viche, y lo mismo sus padres y sus abuelos”, cuenta Flavia.
Su familia tenía varios cañaverales en el territorio y de allí sacaban sus insumos para la bebida. De hecho, Flavia heredó de su padre el interés por las medicinas tradicionales del Pacífico, en las que el viche es un elemento fundamental.
La preparación
Esta bebida embriagante, a la que se atribuyen propiedades sanadoras, es el producto de la destilación del guarapo de caña y su proceso de preparación es largo.
La preparación inicia con la fabricación de tanques especiales para preparar el viche: tradicionalmente, la caña se fermenta en recipientes son adecuados con brea, una sustancia que sale de la corteza de un árbol. Luego de ello, para que la brea no impregne el sabor del viche, estos tanques se llenan de agua durante seis días.
Ahí comienza la elaboración del guarapo, que en el Pacífico se prepara con caña morada, dulce o blanca y se cocina en agua junto con hierbas que lo “limpian» como la escobilla babosa y balsilla, dos plantas que tienen usos medicinales para las comunidades afro del Pacífico.
Luego, la bebida se fermenta durante 8, 12 o 15 días, dependiendo del dulzor de la caña, y durante su destilación se extrae el viche.
Más allá de ser una bebida que se ha popularizado durante los últimos años, el viche carga la historia de resistencia de los pueblos negros en el Pacífico. La tradición ha sido conservada principalmente por mujeres: las matronas y sabedoras del territorio.
Más que una bebida
El viche y sus derivados hacen parte de muchas de las tradiciones de los pueblos afro del Pacífico. Desde la medicina, hasta en el ámbito social, esta bebida es un pilar en la cultura.
«Nosotros decimos que el viche está desde el nacimiento hasta la muerte. Si muere una persona allí está el viche, si da luz una mujer, allí está el viche porque con eso se preparan los bebedizos y los meados para quienes vienen a visitar al bebé”, dice Flavia.
En reuniones sociales también están presentes la crema de viche, el arrechón, el canelón, el tumbacatre, todos a base de viche. “Si uno prepara una crema de viche y usa todos los ingredientes, menos el viche, dura máximo dos días, y luego coge un sabor feo. Si se prepara con el viche, este nunca se daña porque este no tiene vencimiento, porque sale de una tierra fértil sin químicos”, señala la sabedora.
Otras preparaciones como el vinete se utilizaban para “revitalizar el cuerpo”. Flavia señala que “con el viche se cura el mal de ojo, el malaire, el espanto. Con el viche y otras hierbas medicinales se cura el reumatismo, que son los dolores en los huesos cuando llueve”.
Para casi todas las enfermedades, se utiliza el viche como materia prima para curar. El espanto, por ejemplo, se da cuando hay ruidos fuertes que asustan a los niños, por lo que “les comienza a dar fiebre y pánico”, males que se curan con esta bebida.
“Además, dentro de muchos cañaverales también hay hierbas medicinales: la palma de coco, la hoja de chontaduro, el plátano, que crecen junto a la caña con la que se prepara el viche. Por eso decimos que el viche es una bebida espirituosa que nos sirve para toda ocasión”, concluye ella.
Con sabor a resistencia
“Desde que yo era pequeña, a nosotros nos visitaban unos hombres que andaban vestidos de guarda o policía a los que les llamábamos ‘La Tenencia’. Llegaban al territorio y nos tiraban el guarapo, se llevaban el viche y cogían presas a las personas que lo preparaban”, cuenta Flavia.
Para hacer que ‘La Tenencia’ liberara a las personas tenían que pagar dos mil, o tres mil pesos de ‘ese entonces’, recuerda Flavia. Y en respuesta a la presencia de ese grupo, la comunidad decidió resistir.
“Con el tiempo decidimos usar una estrategia para evitar que La Tenencia se llevara el viche: molíamos el guarapo, pero para fermentarlo lo llevábamos hasta el fondo de la montaña. Las mujeres que tenían niños pequeños se ataban a los muchachos al frente para tener las manos libres y cargar ollas en la cabeza para trasladar el guarapo hasta allá. Así, cuando llegaba La Tenencia, ellos no podían ver el humo que venía de las ollas del guarapo y no lo podían confiscar. Nunca paramos de producir viche”, dice Flavia.
La Tenencia no ha sido el único actor al que las y los vicheros han tenido que resistir. En 2018 la empresa Viche del Pacífico SAS en un intento por industrializar la bebida y registrarla ante el Invima, chocó con las comunidades negras de la región que lucharon para que la bebida fuese reconocida como patrimonio inmaterial suyo. Ese mismo año, la Superintendencia de Industria y Comercio canceló la marca Viche del Pacífico.
Gracias al esfuerzo que han hecho personas como Flavia durante estos años, en noviembre de 2021 el Gobierno colombiano sancionó la llamada ‘Ley del viche’, que reconoce a la bebida y sus derivados como patrimonio cultural de las comunidades afrocolombianas del Pacífico.