En 2021, la Fundación Fuerza Ambiental abrió una huerta para el trabajo de la comunidad. Allí, cultivan hortalizas, y aromáticas, entre otros alimentos.
En 2009, y por su formación como ingeniera ambiental y su trabajo como consultora, Carolina Mora vio una necesidad: impulsar la educación ambiental entre las personas para luchar contra el cambio climático. De esa preocupación nació la Fundación Fuerza Ambiental, que lleva a cabo varias iniciativas en Bogotá y sus alrededores.
Entre el trabajo que realizan se encuentran dos huertas comunitarias en el barrio San Isidro, de Chapinero, al pie de la montaña entre dos quebradas y en zona residencial.
Carolina explica que hacen parte de una apuesta por el abastecimiento local. “Se busca promover, además de la alimentación saludable, un comercio a nivel local. Esto ayudará a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, por ejemplo, reduciendo la distancia para el transporte de alimentos”, señala.
Así funcionan las huertas
“Por mi trabajo, percibí la necesidad de que la gente se informe más respecto a los problemas ambientales que tenemos que enfrentar. No hay formación suficiente de la urgencia de controlar el cambio climático y otras problemáticas ambientales”, dice Carolina para profundizar en el propósito de su fundación.
Con la intención de promover esa información, en 2018 la fundación creó su primera huerta. Posteriormente, se amplió el espacio de siembra en alianza con Maya Tejedores de La Tierra, un colectivo que hace parte de la red de huertas en Chapinero, Bogotá.
La estrategia es que las personas interesadas vayan a la huerta y cosechen lo que esté disponible: hortalizas, aromáticas, tubérculos, zanahorias, remolacha, rábanos. “Es lo que nos dé la tierra”, reflexiona Carolina para indicar que, por ejemplo, en épocas de lluvia “nos toca esperar unas semanas para volver al periodo de siembra por la incidencia de granizadas”.
A su juicio, que la huerta funcione así tiene como objetivo que las personas “no den por sentado que sus alimentos lleguen a su mesa por comprarlos en la tienda”. A su vez, sirve como un mecanismo para “intercambiar ideas, fortalecer lazos y estar en armonía con los tiempos de la naturaleza”.
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Y, por último, también sirve “para fomentar la alimentación saludable y la agroecología, es decir, consumir alimentos sin agroquímicos”. En 2021, de hecho, recibieron apoyo del convenio entre el Jardín Botánico de Bogotá y la Universidad Nacional para la implementación del proyecto.
Los otros trabajos de la fundación
La Fundación Fuerza Ambiental no solo tiene las huertas como trabajo. En línea con ese fomento de la alimentación saludable, tienen “una tienda donde distribuimos productos colombianos de aseo, salud y bienestar en general, que son amigables con el medio ambiente”. Lo que generan con esto, lo reinvierten en otros de sus proyectos.
También, aunque no con el impacto que desean, apuestan por “implementar en las empresas acciones ambientales, como el ahorro de agua y el manejo apropiado de residuos”. Le apuntan a ese público con el deseo de “dirigirnos pequeñas compañías y establecimientos, para que vayan más allá de cumplir la norma”.
Al final, se trata de promover la educación y la cultura ambiental. Por eso también“hacemos talleres, charlas de diferentes temas y jornadas con voluntarios, por ejemplo, capacitándolos en separación de residuos sólidos y luego salir con ellos a hablar del tema con la comunidad”.
La iniciativa en estos momentos se financia con el dinero de los dos socios que la crearon, por eso, Carolina dice que “la meta es asegurar la sostenibilidad de la Fundación”. Para esto, le apuestan al fortalecimiento de la tienda virtual y la Biotienda en la UPZ 89, mientras continúan con las actividades con los voluntarios y realizan charlas y talleres para generar un cambio en la forma en que las personas se relacionan con el planeta.