Los jóvenes de Caquetá cuentan su historia a través de murales

Desde 2012, los miembros de la Asociación de Jóvenes por Rionegro Caquetá (Asojorio), realizan murales en su corregimiento como una forma de transformar el territorio en el que viven.

“Nunca ha habido una buena guerra, pero tampoco una mala paz”, se lee en un mural. Debajo de las letras, hay pintado un hombre a blanco y negro que carga un fusil, de su boca, salen tres personas a color, que tienen rasgos indígenas y de campesinos. El mural está pintado en una calle de Rionegro, uno de los corregimientos del municipio Puerto Rico, en Caquetá. 

El mural hace parte de una serie de pinturas que, desde hace años, un grupo de jóvenes elaboran en su municipio, buscando resignificar los espacios, contar los hechos que viven desde su punto de vista y también manifestar lo que esperan para su futuro. 

La historia se remonta a 2012. El 15 de enero de ese año, dos habitantes del corregimiento, Jhonny Briñez y Javier Sánchez, conformaron la Asociación de Jóvenes por Rionegro Caquetá (Asojorio). Lo hicieron, porque querían que tanto las personas de su edad como los niños y niñas tuvieran un espacio propio, uno en el que pudieran, como dicen sus fundadores, “cambiar la historia”. 

“Lo que teníamos en nuestro territorio era un ambiente cotidiano de fatalidad, de falta de oportunidades, de precariedad”, dice Javier Sánchez al pensar en qué es, o era, ser joven en Rionegro. “Como jóvenes comenzamos a buscar algo distinto, un territorio en el que se pudiera ser joven, en el que se pudiera ser niño, a pesar del conflicto armado, de la violencia, del abandono social del Estado”. 

Javier, que tiene una forma pausada de hablar, cuestiona las condiciones de vida que le esperan a jóvenes como él: “Una vida de la que todos ya saben el final, que es triste, desamparado, solitario y amargado. (…) La guerra no acabará, nunca habrá paz, el hijo del campesino no saldrá adelante”. 

De esa manera, empezaron a realizar varias iniciativas relacionadas con el cine, la pintura, el teatro, la danza y la lectura. “Empezamos a reunirnos para hacer estas actividades y crear otras que aportaran a los habitantes de nuestro territorio. Se trata de rehabilitar los sueños”, continúa Javier. 

Una de las principales iniciativas de la Asociación es Aulas Ríopaz, en las que visitan cada una de las escuelas de las 31 veredas de Rionegro, para acercarse a los estudiantes que viven más alejados del casco urbano. Una de las cosas que hacen es llevar útiles escolares y material pedagógico. 

Murales que hablan

Murales Caquetá
Los murales son hecho en compañía de todos los habitantes de Rionegro que quieran participar. / FOTO: Asojorio

En esas visitas a los territorios más alejados, que incluyen a dos comunidades afrodescendientes y a dos resguardos de indígenas Nasa, empezó a gestarse la idea de hacer murales: “Llegamos con la posibilidad de compartir algo nuevo, de escucharlos y crear con ellos. Entablamos un diálogo con ellos (los estudiantes) para saber qué es lo que quieren, cómo quieren ver pintadas sus escuelas y, de ese diálogo, surge lo que pintamos”. 

Pero no es solo en las escuelas. Los murales también se han tomado las calles de Rionegro, con el apoyo del Colectivo Artístico Las Botellas. A través de ellos cuentan, por ejemplo, la historia de cómo colonos se reunieron el 19 de marzo de 1968 para, con la bendición del padre Usseglio Remo, celebrar la fundación del corregimiento. Pero, además, los murales relatan los peores episodios que la violencia ha dejado en este pueblo levantado sobre la ribera del río Guayas. 

“Lo que buscamos es que se refleje la cotidianidad, el diario vivir, el trabajo de la comunidad. Retratar la violencia, lo que ha pasado, lo que queremos que pase, valores o cualidades que queremos resaltar. Buscamos basarnos en la vida misma de lo que somos y lo que queremos para hacerlo visible, porque muchas veces lo que sentimos es que es tanto dolor, que la gente ya no se da cuenta de las cosas que pasan”, dice Javier. 

Para él, los miembros de Asojorio “no queremos que se fijen en lo malo, sino en que, a pesar de que la pared está dañada, tiene la capacidad de sostener colores, trazos y mensajes que pueden ser útiles para procurarnos algo distinto en el territorio en el que estamos”.

Murales Caquetá
La idea de pintar murales surgió cuando Asojorio empezó a visitar las instituciones de las 31 veredas de Rionegro. / FOTO: Asojorio

Uno de esos murales, sin embargo, guarda un significado especial no solo para él, sino también para los demás integrantes del grupo. En 2014, fueron a una casa del pueblo que había sido destruida por un cilindro bomba. En ese hecho murieron una mujer y su hijo, sus otros dos hijos sobrevivieron. Para recordarlos, hicieron un mural, con la intención de “alentar una sanación, continuar viviendo, no perder la chispa. Limpiamos los escombros y en las paredes que quedaron en pie e hicimos una intervención”. 

Pero la historia no acabó ahí: “Tres años después, la madre de la muchacha que perdió la vida, tomó el micrófono en un evento de conmemoración que realizamos y nos agradeció. Fue muy conmovedor e impactante que esta señora, después de tres años, pudiera decir gracias porque le nació”. 

Sánchez resalta que lo más gratificante del trabajo que hacen en Asojorio desde hace casi una década es que se han convertido en una herramienta de cambio para los jóvenes. “Antes a muchos les daba pena decir que eran de Rionegro o, incluso, de Caquetá, porque los señalaban como parte de algún grupo armado. Ahora lo decimos con orgullo, porque sabemos que somos mucho más que la historia que nos ha tocado por el conflicto armado”, concluye. 

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