La primera vez que Juan Pablo Jaramillo restauró una bicicleta fue en 1996, como parte de un proyecto universitario. Desde entonces, se dedica a este oficio y ha recuperado entre 80 y 100 'piezas', como las llama.
Era 1996 y Juan Pablo Jaramillo cursaba su último año en la carrera de Diseño Industrial en la Universidad Pontificia Bolivariana. Como parte de un proyecto para una clase, tenía que desarrollar «un producto nuevo a partir de uno antiguo». Recordó entonces que en la casa familiar estaba guardada una bicicleta que había pertenecido a su tío político cuando este, a su vez, era estudiante universitario, pero de la Universidad de Medellín.
Se trataba de una Raleigh Sports de 1955. Esa fue la primera bicicleta que Juan Pablo restauró en su vida y que se convirtió en el punto de entrada a una pasión que, también, ha sido su oficio durante los últimos 24 años.
Lo ha hecho gracias a su formación profesional, que le permite tener conocimiento necesario sobre el diseño y desarrollo de productos para recuperar ciclas que, pareciera, han perdido su vida útil. “Yo lo que más disfruto, como diseñador industrial y restaurador, es asegurarme de que un producto perdure en el tiempo, que por más años esté en buenas condiciones”, dice Juan Pablo, con orgullo de su oficio.
Arqueología de bicicletas
Muchas veces las bicicletas llegan a él por el voz a voz, porque cada vez más personas saben que él se dedica a restaurarlas. Pero también porque las colecciona: busca y compra, bien sea para recuperarlas o para usar partes en otras que esté restaurando.
Cuando la bicicleta llega a sus manos, lo primero que hace es un análisis visual y físico de ella: “Eso incluye, primero, reconocer qué es, tratar de datear su origen para buscar los componentes adecuados, cuáles son, cuáles hacen falta, qué modificaciones se le han hecho con los años”, explica Juan Pablo. También realiza lo que llama un “examen estructural”, que consiste en decidir si, en efecto, puede trabajar en la restauración.
“Una vez hecho ese análisis, buscando información sobre cuál es la ‘pieza’ (como denomina a las bicicletas), cuándo se lanzó al mercado, en qué colores se vendía, si se consiguen o no sus partes. Eso es lo que yo llamo hacer la arqueología del producto. Es la investigación del producto que está en mis manos”, indica.
A partir de ahí, decide qué hará. Decisión que incluye qué color tendrá la bicicleta (procura que sea el original) y verificar qué componentes hacen falta y si los puede comprar o debe fabricarlos.
Y ahí llega el momento de la restauración. “Eso incluye diferentes y muchísimos procesos: hacer el arenado, lijar, soldar, pulir, resanar, cromar, fabricar los moldes de las piezas que hagan falta, fabricar e imprimir los adhesivos… También conseguir los elementos y las piezas tal y como eran en la época para mantener el parámetro de originalidad”, cuenta el diseñador.
Una pasión
Pero más allá de contar cómo es su trabajo, la emoción lo delata cuando se le pregunta por qué, después de más de dos décadas, sigue restaurando bicicletas. “Lo que yo disfruto en cantidades es cuando le entrego a una persona una pieza restaurada que le perteneció en otra época. Me han traído piezas que eran de esa persona cuando estaba pequeña y, al entregársela, he visto lágrimas, emociones bellísimas por los recuerdos que le traen”.
Esas emociones le recuerdan, de una u otra manera, lo que él sintió cuando restauró la que era la bicicleta de su tío. Cuenta que se trataba de una bicicleta “que ya existía cuando yo nací, conozco su historia, sé de quién era”.
También, cuando su tío falleció, Juan Pablo la heredó y “es la culpable de que yo esté metido en este cuento. Que yo cogiera esa bicicleta fue el detonante para empezar a trabajar en la restauración. Es una de las piezas que más aprecio dentro de mi colección”.
La bicicleta Raleigh Sports que arregló en 1996 se convirtió en su entrada en la restauración y no solo de ‘bicis’. Cuenta, por ejemplo, que restauró el que fue uno de los primeros detonadores de la compañía Argos, así como el antiguo monedero del tranvía de Medellín y otros elementos como neveras, dispensadoras de bebidas gaseosas y lámparas.
Esto también lo llevó a, en 2019, realizar una exposición de su trabajo en el Museo El Castillo de Medellín y, el año pasado, ser el curador de otra exposición que contó con más de 230 piezas.
Además, le permitió encontrarle un nuevo sentido a su profesión como diseñador industrial: “Yo no abandoné mi carrera para ser restaurador. Es gracias a ese conocimiento que logro encajar todo y hacer una restauración impecable y al pie de la letra”.
Ser restaurador le ha permitido a Juan Pablo aportar a la historia de lo que él denomina como “un elemento que ayudó al desarrollo de la humanidad no solo desde la parte estética, sino desde la cultural”. Por eso, con orgullo, concluye que “puedo afirmar que la bicicleta es de los pocos productos en el mundo que lleva más de 200 años estando a la moda. Y no creo que eso vaya a cambiar”.