La hondureña, nominada a Mujer del Año 2022 por UC Berkeley e invitada al II Foro de Ciudades Inteligentes del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, habló con Colombia Visible sobre la manera en que los avances tecnológicos pueden cerrar las brechas sociales y económicas tan presentes en las ciudades latinoamericanas.
El trabajo de Lucía Gallardo, que le ha valido reconocimientos como estar entre los innovadores menores de 35 del MIT Technology Review o ser una de las Mujeres influyentes de 2019 del Royal Bank of Canada, se ha desarrollado siempre entre las intersecciones de la tecnología y el impacto real que esta puede tener, a menor o mayor escala, en las comunidades, particularmente en aquellas más afectadas por factores sociales, económicos o ambientales.
Por eso mismo, también fundó Emerge, un laboratorio de tecnologías experimentales que trabaja en la convergencia del desarrollo sostenible y el impacto social, las tecnologías exponenciales y distribuidas, y la socioeconomía reimaginada.
Lucía, que actualmente hace parte de las juntas directivas de Rainforest Partnership, Caribbean Blockchain Alliance y WE Global Studio, y asesora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, será la encargada de dar la conferencia magistral de apertura del II Foro Metropolitano de Ciudades Inteligentes, organizado por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, en alianza con Caracol Radio, W Radio y Colombia Visible, un espacio que será transmitido por Areametropol.gov.co y ColombiaVisible.com y que cuenta con registro gratuito en este enlace.
Colombia Visible habló con Lucía a propósito del eje central de su charla: ¿Inteligencia al servicio de la gente?: tecnologías exponenciales y desarrollo sostenible, a realizarse el próximo 23 de noviembre en la ciudad de Medellín.
¿En qué consisten esas tecnologías experimentales en las que se trabaja desde Emerge y cómo aportan a la transformación de los territorios?
Emerge trabaja de forma modular, es decir que diseñamos y desarrollamos soluciones con los componentes necesarios para lograr una intervención exitosa. Esto generalmente incluye el uso de IoT (Internet de las Cosas, por sus siglas en inglés): (sensores inteligentes, RFID, NFC, códigos QR, etc.), el uso de blockchains públicas y permisionadas, así como el uso de analítica avanzada e inteligencia artificial. También hemos utilizado tecnología más sencilla, como teléfonos no-inteligentes, lo que llamamos aplicaciones de web progresivas, y más.
En nuestro proceso, primero diseñamos la intervención, es decir, qué queremos solucionar y qué cambio queremos fomentar. En el pasado, por ejemplo, nos han pedido crear títulos de terreno para comunidades agrícolas rurales, crear un sistema de identidad privada para poder darle oportunidades laborales a migrantes indocumentados, darle un modelo viable financiero a la protección del medio ambiente, entre otros.
Nuestro primer paso es encontrar el ángulo de solución al problema. Luego diseñamos la solución tecnológica, utilizando los componentes que sean relevantes y necesarios para que la solución funcione, finalmente, diseñamos un modelo de negocio viable a la intervención, para que el impacto que tenga pueda ser viable a largo plazo.
Este proceso lo hacemos para sector público y privado, y lo llamamos innovación socio-financiera. Es transformativa porque nuestra metodología está a la convergencia de la innovación tecnológica, la efectividad ante objetivos de desarrollo sostenible y la innovación financiera necesaria para re imaginar los incentivos fundamentales que dan valor a un producto y servicio de impacto.
¿Cómo puede la tecnología ser una aliada para cerrar las brechas, especialmente en un continente con tanta desigualdad como América Latina?
Estamos viviendo un momento tecnológico sin precedente. Los ciclos de invención son más rápidos que nunca antes pero, además, estamos observando que la invención ahora toca todo elemento de nuestras sociedades.
Por estas razones, tenemos una oportunidad de entender cómo la tecnología no solo resuelve problemas, sino también influye en ciertos fundamentos que debemos cambiar para luchar contra la desigualdad.
Por ejemplo, el uso del blockchain y estrategias de data inteligente podrían ayudarnos a darle estrategias de mayor valor y retorno para incentivar la educación o la protección ambiental; poder dar incentivos por progreso cotidiano a comunidades que quizá tengan menos probabilidad de generar ingresos altos y por lo tanto se rindan con su educación, o no se les reconozca su labor de protección; poder crear sistemas que reconozcan títulos de terrenos en comunidades rurales o mejoren los sistemas de transporte público con el análisis de data de acuerdo a demanda y tráfico en tiempo real.
Igualmente, proyectos que utilicen inteligencia artificial para analizar condiciones del mercado laboral y desempleo para fomentar la migración interna de acuerdo a las situaciones de desarrollo económico de los pueblos y ciudades de un país pueden ayudar a crecer ciudades y comunidades..
Han habido grandes avances en todas estas categorías. La desigualdad se beneficia de la asimetría de la información, allí prosperan la corrupción, la manipulación, y las dinámicas de mercado que empobrecen más a los pobres y recompensan a los malos actores. Hoy, la tecnología tiene la capacidad de luchar contra esa asimetría con trazabilidad, con análisis, con automatización y otros beneficios que permiten que todos los miembros en una cadena económica crezcan juntos.
¿Por qué si hablamos de ciudades más ‘inteligentes’ e interconectadas que nunca, tenemos también índices crecientes de inseguridad, tráfico o polución?
Es importante reconocer que la tecnología no tiene relación causa-efecto con el progreso. La tecnología es una herramienta neutral, que a manos de personas y de estrategias de implementación, tiene repercusiones buenas o malas.
Por ejemplo, para qué sirve poner una cámara de seguridad viendo a una pared: para nada. Tienes más tecnología, pero el resultado es que se monitorea la pared y no la puerta que está debajo de otro ángulo de la cámara. Cuando hablamos de ciudades inteligentes, tenemos que evaluar bien cuál es la estrategia que usaron, qué tecnología está presente y como está compuesta y, además, a que conlleva el uso de esta tecnología. También es por eso que es importante que los ciudadanos se informen de cómo está siendo implementada la tecnología en su ciudad. Y es por esto que los líderes que hagan las cosas bien y den información y transparencia a sus ciudadanos sobre el camino para volverse una ciudad inteligente van a diferenciarse de formas increíblemente competitivas a nivel mundial.
¿Cómo ve a América Latina en términos de la implementación del big data para el desarrollo y la planeación de sus ciudades?
Apenas comenzamos. Hay muchísima oportunidad en América Latina porque la gente está pidiendo más seguridad, más crecimiento económico, mejores servicios públicos, más transparencia, mayor protección ante crisis económica.. y la ciudad se está volviendo más y más importante en proveer estos elementos.
A mi criterio, la agenda nacional debe orientarse a crear estándares y oportunidades para que las ciudades y los pueblos puedan implementar soluciones que mejoren los indicadores de bien para sus residentes.
Si en América Latina existe esta demanda y también hay menos infraestructura tecnológica competitiva como obstáculo, entonces podemos ser un implementador veloz que pone precedentes mundiales. Así se ha beneficiado el Medio Oriente y es una lección que nosotros debemos aprender e implementar.
¿Cómo pueden la tecnología y los datos convertirse en aliados en la lucha contra la crisis climática global?
Esta es una pregunta interesante porque, en principio, nuestro deseo de crear ciudades más digitalizadas y más inteligentes está fundamentalmente en oposición de nuestras metas nacionales y globales ante el cambio climático. El digitalizar por naturaleza consume más energía, emite más carbono y tiene un impacto agresivo contribuyendo al cambio climático.
Sin embargo, hay varios factores a evaluar. El primero es que el desarrollo sostenible no solo se relaciona al ambiente, sino también al desarrollo social y económico y el bienestar de las personas. Todo consume energía, pero la digitalización es más efectiva para que todos tengamos mayor facilidad para hacer trámites y no tener que recurrir a un banco físico por lo que el consumo de energía de un sistema digital tiene mejor retorno que uno no digital.
Además, debemos considerar qué tipo de energía se consume. Países nórdicos o Francia producen energía renovable como la fuente principal o casi principal para sus países. Las fuentes de energía son más importantes que el consumo de energía. Y, finalmente, la tecnología presenta muchísimas oportunidades para reinventar nuestra eficiencia energética.
Uno de mis proyectos recicla el calor emitido por nuestros servidores y los convierte en una fuente nueva de calefacción para el agua, que de otro modo hubiera necesitado electricidad. Utilizamos esta calefacción para calentar agua y luego distribuirla a edificios de vivienda social y a hospitales públicos. Al reciclar la calefacción, tenemos un impacto enorme en cuanto carbono emitimos, por lo que este sistema tiene un impacto positivo ante la lucha contra el cambio climático.
Además, sistemas de blockchain pueden ayudar a darle mayor transparencia a los mercados de carbono, de biodiversidad y otros créditos de impacto social. Actualmente, estamos trabajando con proyectos para diseñar instrumentos financieros que suben y bajan de valor en tiempo real, de acuerdo al progreso ambiental que se logra por los gobiernos o clientes finales. Estas oportunidades son hoy más posibles que nunca gracias a la tecnología.
¿Cómo logramos un mayor acceso a la tecnología y a la información en aquellos países y regiones de América Latina que siguen estando fuera del mapa de esta cuarta revolución industrial?
Esta pregunta es importantísima. Hay que trabajar dos estrategias paralelas. Una es encontrar a las personas donde están, diseñar productos y soluciones que se puedan usar desde un teléfono móvil no inteligente, que tengan interfaces comunales, que pueden también usarse sin conectividad y demás.
Al mismo tiempo, debemos acelerar la infraestructura digital necesaria para penetrar más zonas nacionales, ya sea por satélite u otro mecanismo.
Finalmente, es esencial considerar que la penetración de conectividad no es suficiente para digitalizar una economía. Es necesario también ayudar a educar sobre el uso de la tecnología y tener interfaces intuitivas para las personas.
Hace varios años, hice un estudio sobre la penetración de teléfonos inteligentes en mercados emergentes y encontré data que indicaba que, aunque en América Latina estaba subiendo rápidamente la cantidad de personas que usaban teléfonos inteligentes, la gran mayoría de las personas los utilizaba de la misma forma que usaban su teléfono no inteligente: para mandar mensajes de texto y hacer llamadas. Lo nuevo era el uso de Facebook y Whatsapp, pero todo lo demás quedó igual.
Es decir que todo el potencial que tiene un teléfono inteligente no se está explorando y que las aplicaciones que se están desarrollando quedan sin descargar y sin usar, o descargadas pero sin usar. Claro, esto cambia con el tiempo, pero es tiempo que debemos disminuir pensando bien en nuestras estrategias de penetración de mercado.
En Emerge pensamos muchísimo en la implementación y en los efectos directos e indirectos que puede tener una de nuestras soluciones. Corremos análisis fuerte para fortalecer la adopción y para mitigar consecuencias no intencionadas. Me ha tocado dar clases de uso de tecnología en campamentos de refugiados, explicarle la misma cosa a más de una persona múltiples veces con paciencia e, incluso, una vez, destruir un sensor inteligente ante una comunidad para asegurarles que el aparato era lo que decíamos que era.
Hay que ser suficientemente humildes para encontrar a las personas donde sea que estén en su paso a la cuarta revolución industrial. Los innovadores que comprendan eso lograrán sus objetivos.