La Academia de Danza Corpoarte lleva el arte del ballet a comunidades vulnerables de la capital del Caquetá como alternativa de ocio para los niños. Entre ellos busca talentos escondidos.
En el garaje de la casa de sus fundadores y con un equipo de sonido y un espejo regalados comenzó, en el 2012, la Academia de Baile Corpoarte, especializada en ballet y danza clásica, en Florencia, Caquetá.
Hoy está conformada por seis grupos de bailarines: uno juvenil, en el que se practican estilos de danza como hip hop, jazz, ballet y folclor, entre otros; cuatro de ballet y uno de adultos. En total, explica Angélica Vásquez, directora y cofundadora de la academia, cuentan con alrededor de 95 estudiantes permanentes.
Ella nació en Garzón, Huila, donde desde pequeña comenzó a interesarse por la danza gracias a las marcadas tradiciones de su municipio, por las que empezó a bailar sanjuanero. Fue también deportista de alto rendimiento y porrista.
Más tarde se vinculó por un año en la agrupación Ballet Folclórico Tierra Caqueteña, gracias a una invitación de Gustavo Rivera, quien hoy es su esposo y entonces trabajaba como profesor de danza de Fundautrahuilca en Florencia, Caquetá, una cooperativa de ahorro y crédito donde ella también trabajaba.
Luego de casarse, junto con su esposo, tomó la decisión de fundar su propia academia. “Nos dimos cuenta de que en Florencia no había oferta de ballet y que en los pocos espacios en el que se enseñaba, que siempre era como complemento de otras danzas, no se daba información correcta«.
Con eso en mente, Angélica se fue a Medellín a formarse en dicha disciplina, ya que se le daba con facilidad por su contextura y su pasado como deportista.
Su madre fue quien les regaló el espejo y el equipo de sonido con los que montaron la academia en el garaje que alquilaron como primer espacio. Y fue ella la que, ante las dudas de comenzar con el proyecto por preocupaciones económicas, la incitó a hacerlo.
Corpoarte
La academia se especializa en danza clásica y ballet, que en enseñan sobre todo en edades tempranas, desde los tres años, porque es la mejor edad para aprender, de acuerdo con Angélica. Sin embargo, en Corpoarte hay estudiantes de hasta 50 años.
En su mayoría participan niñas que comienzan “por las ganas de tener un tutú y un par de zapatillas, pero cuando inician sus clases, empiezan a enamorarse de la disciplina». Fue así que se dieron cuenta de que en Florencia no solo hay una gran acogida hacia el ballet, sino que hay una enorme cantidad de talento.
“Descubrimos muchas capacidades en niñas que tenían flexibilidad, arcos de pies, posturas, piernas largas y además un enorme interés por la disciplina. Tanto que la gran visión que tiene la academia es sacar al primer bailarín profesional de ballet clásico de Caquetá«.
Con buenos ojos en esa búsqueda ven a varias candidatas, como Samara Romero, una niña de tres años que, por un lado, según cuenta Angélica, tiene una técnica muy avanzada para su edad: “Colocación corporal hermosa, unas puntas y un empeine maravilloso y un manejo de brazos increíble. Es sorprendente».
Pero, además de la técnica, con Samara sucede algo particular y es que “tú ves a esta personita bailar y pasa como en las películas, te trasladas a un teatro enorme en otro país y la ves a ella ya grande en sus puntas, bailando como profesional. Ella transmite eso en todas las personas que la hemos podido ver».
Asimismo, la Academia ha estado presente en competencias nacionales e internacionales como el Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet, que se realiza en la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, en La Habana, Cuba.
Ballet al Barrio
Dada la gran acogida que tiene el ballet en Florencia, Angélica y su esposo quisieron expandir el rango de acción de la academia y llevar la disciplina a otros espacios, así como buscar talentos escondidos.
De esta manera, hace cuatro años decidieron conformar un grupo de profesores y bailarines para brindar formación dancística en ballet en los barrios vulnerables de la ciudad, en un proyecto que bautizaron ‘Ballet al Barrio‘.
“Brindar estas actividades en dichos territorios es fundamental porque ofrecen espacios totalmente diferentes para que los niños y niñas pasen su tiempo libre. En estos barrios hemos visto niñas de 12 años embarazadas que van a tomar la clase y niños que llegan con cicatrices, entonces creemos que a través del proyecto podemos proporcionar alternativas para ellos y acompañarlos y proporcionarles una opción en la que puedan concentrarse», explica Angélica.
Una vez a la semana realizan convocatorias a través de las Juntas de Acción Comunal del barrio al que van a ir y realizan recorridos algunos días antes, avisándole a las personas sobre los talleres que van a llevar a cabo.
A estos asisten siempre, según cuenta Angélica, 70 niños como mínimo, pero han tenido hasta 150, de los cuales muchos demuestran buenas capacidades.
Y es que además de llevar el ballet a esos espacios, otro de sus propósitos es buscar talentos escondidos para ofrecer una formación más intensiva en la academia, con el objetivo de motivarlos a que continúen con la danza a nivel profesional.
Lo anterior, con el apoyo de una red de padrinos que se han articulado de manera autónoma que está compuesta, sobre todo, de padres de familia de Florencia, que se encariñaron con la escuela y cuyos hijos estuvieron allí en algún momento.
Asimismo, la Academia ofrece un programa de becas en el que cubren el costo total de las matrículas y realizan un proceso de gestión para la consecución de los elementos necesarios para bailar ballet.
Así, por ejemplo, conocieron a Any Xiomara Walteros, una niña del barrio La Vega, que entró a la academia a los siete años, gracias al programa de Ballet al Barrio.
Xiomara es también una de las niñas que Angélica cree puede ser profesional: “Tiene una técnica impresionante, han venido talleristas nacionales y ha tomado todas las clases y ya está en su proceso de puntas, que es lo más difícil del ballet. Además, es muy apasionada y logra transmitir todo el amor que le tiene al ballet cuando baila».
Tanto así que Angélica tenía pensado viajar con ella a la edición del 2020 del Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet, pero la pandemia del covid-19 frustró sus planes. Aun así, espera poder llevarla una vez la pandemia lo permita.
Formar más que bailarines
Cuenta Angélica que más que formar artistas, lo que le interesa a Corpoarte, con un proyecto como Ballet al Parque, es formar a los niños en habilidades que les puedan servir en su vida, más allá de si deciden emprender un proyecto relacionado a la danza o las artes.
Esos dos elementos, dice Angélica, “contribuyen mucho a la capacidad comunicativa y de expresión de sentimientos de una persona. Hago énfasis en eso porque actualmente los niños no hablan, no expresan, no hacen lo que ellos quieren o aman, no exploran, y todo eso empeora con la pandemia, entonces a través de la danza se fortalecen esa capacidades”.
Para este año tienen la idea de seguir apostándole a Ballet al Barrio, continuar con la formación de los niños en las zonas vulnerables e insistir en la búsqueda de talentos escondidos. De la misma manera, tienen planeado competir en dos eventos nacionales.
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