La fundación caleña que busca brindarle una primera experiencia laboral a jóvenes que salen del ICBF

Esta fundación no solo busca ofrecer a los jóvenes su primera experiencia laboral remunerada, sino que también trabaja para fortalecer sus habilidades sociales y emocionales.

“La situación de la juventud en Colombia en general tiene grandes dificultades en el acceso al empleo y la permanencia laboral. Al descubrir esta necesidad en los jóvenes comenzamos a crear diversas iniciativas, como Compromiso Valle, enfocadas en apoyar procesos de empleabilidad”, explica Guillermo Garrido Arango, presidente ejecutivo de la Fundación dar amor Fundamour.

En el proceso, Fundamor encontró que los jóvenes vinculados o egresados al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) estaban un poco invisibilizado, ya que recibían pocas ofertas laborales y las que llegaban no siempre estaban adaptadas para esta población en específico.

Dado que Fundamor contaba con experiencia en temas de educación y trabajo social con los jóvenes que pertenecían al sistema de protección, Garrido decidió crear el Programa de empleabilidad – Thriving skills, en alianza con la organización internacional Flint global partners, que es de Estados Unidos.

“Considero que este aún es un piloto. Todavía es un programa pequeño en su cobertura, llevamos dos años implementándolo, vamos para el tercero, con resultados satisfactorios”, comenta Garrido.

El Programa de empleabilidad procura convertirse en la red de apoyo para los jóvenes egresados del ICBF. / FOTO: cortesía de Fundamor

Por medio de la iniciativa no solo pretenden ofrecer a los jóvenes su primera experiencia laboral remunerada, con compañía de mentores a lo largo de todo el proceso, sino que también buscan fortalecer sus competencias sociales y socioemocionales

“Existen investigaciones realizadas en el sector empresarial en Estados Unidos donde los gerentes han dicho que las principales deficiencias que han encontrado en la formación de los jóvenes se encuentran en las habilidades sociales, no en sus competencias profesionales”, resalta Garrido.

En los egresados del ICBF estas se vuelve más palpables, porque el contexto en el que crecieron de cierta manera los privaba de experiencias sociales. Por eso Fundamor considera que requieren de un apoyo adicional en el desarrollo de sus competencias blandas.

“Estos jóvenes fueron separados, por así decirlo, de la vida en comunidad. Cosas que para muchos son elementales y que aprendieron desde pequeños, como saber cocinar o conocer la ciudad en el transporte público, para ellos son aprendizajes inexistentes”, aclara el presidente. 

Por ejemplo, Garrido explica que a los niños del sistema de protección se les impide el ingreso a la cocina por miedo a que se corte, por lo que cuando cumplen la mayoría de edad y son desligados del ICBF, muchos no saben hacerse su comida.

También es muy complejo que un niño consiga el permiso para tomar solo el MIO y vaya a visitar a un amigo. “Para lograrlo se requiere muchas veces el permiso del defensor, una visita domiciliaria, y al final los jóvenes se acostumbran a convivir como en un pequeño gueto. Se conocen entre ellos, socializan entre ellos, pero poco con otras personas”, explica Garrido.

Esas condiciones hacen que, por lo general, los jóvenes que se conocen en el programa sean introvertidos y que tengan menos confianza en sí mismos “por eso hay que acompañarlos en ese tránsito”, explica.

Los jóvenes del ICBF terminan su estudio superior al cumplir 18 años de edad. Cuando consiguen su primer trabajo son retirados del sistema. Sin embargo, no siempre están listos para afrontar una vida independiente. / FOTO: cortesía de Fundamor

Otros obstáculos que atraviesan los jóvenes egresados del ICBF, según lo que Fundamor ha podido observar, son sus problemas para acatar las normas y su rechazo frente a las figuras de autoridad

“Vivir en un orfanato con otros 200 niños, por ejemplo, impide que haya figuras parentales y dificulta el cumplimiento de las normas, porque estas a veces se presentan como la imposición de un lineamiento y no se siguen por una vinculación afectiva y legítima. De pronto, el joven está, incluso, acostumbrado a contestar al cuidador y es complicado hacerles entender que, sin importar que estén de acuerdo o no, deben respetar las opiniones ajenas y las figuras de autoridad”, expone el presidente.

Por eso, cuando el egresado del ICBF se enfrenta por primera vez a un mundo laboral y actúa igual a como lo hacía en el instituto, necesitan llegar a un espacio donde el empleador sea consciente de las situaciones por las que pasó y tenga la paciencia para guiarlos en este nuevo rumbo que toma su vida. 

Ese es el trabajo que se hace desde el Programa de Empleabilidad, quienes buscan concientizar al empleador y aclarar a las empresas aliadas que no tienen que cambiar sus normas o tratar diferente a estos jóvenes, sino que deben comprender las realidades de las que vienen y ayudarles.

“Muchas veces los empleadores no tienen la conciencia para entender la situación de la que vienen estos jóvenes y actúan con ellos como si fuera cualquier otro joven. Además, no todos tienen paciencia, porque hay cosas más urgentes, otras necesidades, y no hacen esa reflexión ni el acompañamiento a esos jóvenes, para tratar de entenderlos e ir generando cambios. Tenemos que hacer un esfuerzo adicional, por así decirlo, para colaborarles con el proceso de inclusión social y laboral”, comenta Garrido.

Detrás de esos “vacíos de afecto”, como él los llama, Garrido reconoce que hay grandes historias y grandes personas. «Entre esos jóvenes hay mucha solidaridad y son gente muy resiliente, con una personalidad guerrera», precisamente por todas las dificultades que han podido superar.

30 años de ayuda desde el amor

Fundamor a través de sus programas busca mejorar la calidad de vida de niños y adolescentes en estado de vulnerabilidad y afectados por el VIH. / FOTO: cortesía de Fundamor

Fundamor fue constituida hace 30 años con el objetivo de trabajar en favor de los niños, los adolescentes y las familias en condiciones de vulnerabilidad. 

Se ha trabajado en su mayoría por muchos años con jóvenes afectados por el VIH, ya que la fundación nació con el deseo de colaborar a quienes sufrían de esta enfermedad. 

“Hace 30 años el VIH era muy desconocido y reciente, de alguna manera, sobre todo en nuestro país, donde no había respuestas para la población afectada y existía una gran carga de estigmas y discriminación. Eran personas que vivían, digamos en condiciones de mucha indignidad”, cuenta Garrido.

Por esos años los padres del actual presidente Guillermo Garrido y Virginia Arango de Garrido, junto con otro grupo de personas, comenzaron a buscar un tema social en el que pudieran ayudar a los más vulnerables

Al conocer la situación que vivían quienes sufrían de VIH decidieron crear Fundamor, para brindar un programa orientado hacia la educación de los niños.

“Sufrir de VIH creaba muchas barreras. Uno de los primeros obstáculos se generó en la educación, ya que las instituciones no querían recibir a niños afectados. A raíz de esa situación Fundamor brindó educación a jóvenes infectados de VIH y también a poblaciones sin la enfermedad, para demostrar que todos los niños podían estar y convivir en entornos educativos”, explica Garrido.

Fundamor descubrió que, aunque los jóvenes del ICBF tienen grandes oportunidades de acceder a la educación superior, tienen muy pocas posibilidades de desempeñarse en el área que estudian. / FOTO: cortesía de Fundamor

Dado que Fundamor incursionó a profundidad en el tema de la educación, prevención y desarrollo comunitario, en un punto comenzó a trabajar con población infantil y juvenil vinculada al sistema de protección colombiano, que, descubrieron, eran una población con características especiales. 

“Por una parte, sus derechos han sido vulnerados, por situaciones complejas a las que han estado expuestos. Por otro lado, dados los entornos y las modalidades de atención que se les ofrecen, a veces son excluidos de la comunidad y descubrimos que la mayoría de tenían dificultades en sus competencias sociales o en sus competencias comunicativas”, aclara el presidente. 

Al hacerles el acompañamiento en la medida que crecían descubrieron sus dificultades a la hora de conseguir y mantener un trabajo y por eso decidieron también abrir ese frente de acción.

Otro de sus programas es Dejando huellas, donde también trabajan las habilidades emocionales, pero en la población infantil de estratos 1, 2 y 3 de Cali y Jamundí, a través de la educación complementaria.

Los jóvenes que hacen parte del programa de empleabilidad tienen esta primera experiencia laboral en Fundamor o en una empresa aliada. / FOTO: cortesía de Fundamor

Quienes deseen ayudar a la fundación Fundamor pueden hacerlo a través de la página web www.fundamor.org, donde está la información de la fundación y de las diferentes formas que existen para colaborar, bien sea con donaciones de dinero, con artículos que se necesiten o como voluntario.

En el caso del Programa de empleabilidad – Thriving skills, la fundación busca voluntarios que cuenten con tiempo para el proceso de capacitación o para brindar formación a los jóvenes del programa. 

También son bienvenidas las empresas que quieran y puedan ofrecer a estos jóvenes su primera experiencia laboral, uniéndose al programa, donde siempre contarán con la compañía de Fundamor. “Sería una ayuda enorme”, comenta Garrido.

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