La Fundación Mi Cuerpo es mi Historia trabaja con comunidades del Pacífico y de Cali para ayudarles a resignificar su dolor por medio del arte.
Desde muy niña, Marta Isabel Córdoba, directora de la Fundación Mi Cuerpo es Mi Historia, ha tenido gran conexión con el Pacífico colombiano. Muchos de sus familiares han hecho sus vidas allá, por lo que ella los ha visitado con frecuencia.
Por eso, cuando dio inicio a sus estudios en psicología, no le fue difícil encontrar necesidades no resueltas en la comunidad del Pacífico, especialmente en la zona de Buenaventura y de Ladrilleros, que era las que más visitaba.
Córdoba sentía que estas necesidades debían ser tratadas, en especial porque para ella esta zona tiene muchas cualidades positivas y posibilidad de creación.
Para empezar a marcar la diferencia, decidió dictar clases de baile gratuitas a los niños del Ladrilleros, quienes “se conectaron mucho con la actividad” y motivaron a Córdoba a seguirlos ayudando. De manera que, con el objetivo de mejorar la salud mental y física de los jóvenes a través del arte, en 2014 fundó la Fundación Mi Cuerpo es Mi Historia.
“La fundación busca potenciar el ser de niños, niñas y adolescentes vulnerables a la violencia, o que han tenido experiencias violentas, a través de las terapias creativas, la investigación y el acompañamiento psicosocial”, explica.
Córdoba salió de la playa bonaverense y también se adentró en Cali, para llevar su metodología artística de cinco etapas a los menos favorecidos de las dos ciudades que la han marcado y por medio de la danza y el teatro ayudar a jóvenes, adolescentes y algunos adultos a resignificar sus heridas emocionales.
Córdoba con su fundación logró conectar su profesión, la psicología, con su pasión, la danza, para crear una terapia de una duración mínima de dos meses, en la que se explora junto a las personas aquello que les duele del pasado y se les guía en el proceso de cambiar la percepción individual de su historia, “por eso el nombre de la fundación: mi cuerpo es mi historia”, dice ella.
Córdoba, como psicóloga y bailarina, ha podido observar que mientras la danza se convirtió en un recurso terapéutico de la psicología, esta última le dio a la primera un trasfondo más profundo y poderoso, convirtiéndola en una herramienta que impacta en la vida de las personas.
“Ambas, siento yo, se complementan y cuando las utilizamos con el ánimo de solucionar problemáticas psicológicas, sociales o grupales, se logran resultados palpables. Por ejemplo, en el Pacífico vi un cambio en la identidad cultural. La gente empezó a reconocer sus raíces, su potencial como comunidad afro y en términos grupales hubo una mejoría en el compañerismo, liderazgo, tolerancia, empatía, reconocimiento del propio cuerpo y de los propios límites, entre otros”, aclara.
Para lograr estos cambios en cada intervención que realizan, la fundación se concentra en alcanzar el objetivo de cada una de sus cinco etapas. La primera es Exploración, en la que se hace la exploración de la herida, para identificarla.
Le sigue Enraizamiento, en donde se busca ir a la raíz de las historias y definir un tema a trabajar, en Ladrilleros, por ejemplo, fue identidad cultural.
La tercera etapa de Encarnación pretende que la gente encarne en el cuerpo, haciendo uso de las artes escénicas, las problemáticas y preguntas que se generan en el grupo.
En la Escenificación la fundación funge como un puente “para convertir lo que está adentro en algo artístico. Por ejemplo, se hace una obra musical para hablar de una historia en específico, sin nombrar directamente a quienes lo vivieron”, aclara Córdoba, y con esta escenificación se hace el proceso de duelo.
Elaboración es la etapa de reflexión donde se habla concretamente de lo que se vivió en el proceso y el cambio que se haya producido en las percepciones de la historia.
Y la última etapa es Emprendimiento. Esta es nueva y se estrenará en el 2023. En ella se gestionarán becas para que la gente pueda estudiar y expandir el conocimiento obtenido en este proceso.
La fundación tiene tres líneas de investigación: Investigación cultural y virtuosismo en Ladrilleros (ubicado en el Pacífico), Resiliencia y género con las niñas y mujeres de Cali y Salsa y humanización con bailarines de salsa del Distrito de Aguablanca.
“En el Pacífico las actividades se hacen con niños y adolescentes, y a veces se realizan dinámicas recreativas con sus familiares. En Cali empleamos la metodología de cinco etapas con niñas, adolescentes y mujeres que han sufrido de violencia sexual. Y con la gente del Distrito nos hemos enfocado en el emprendimiento y tenemos un proyecto funcionando en el hostal El Viajero en Cali, donde hay empleo digno para bailarines de salsa que dictan clases a extranjeros”, explica.
No obstante, la fundación no ha podido ser cien por ciento constante con sus actividades, principalmente porque no cuentan con los recursos suficientes para trabajar con las tres comunidades de forma paralela.
La última intervención que tuvieron con la línea de género fue en abril de este año, después de una pausa en medio de la pandemia, y con salsa pudieron hacer un proceso hace pocos meses.
Pero la línea del Pacífico ha quedado un poco más sola porque, para atender esta región, se requiere de más presupuesto por los viajes que se deben hacer. Pero en el 2023 ya tienen planeado hacer una nueva intervención en la comunidad.
“El sueño que tenemos es que a futuro tengamos centros de danza terapia en el Pacífico, en Cali y en otros lugares del mundo, para que personas que han tenido vivencias dolorosas puedan ir y a través de la danza puedan sanar sus heridas y su cuerpo”, comenta Córdoba.
Para poder lograrlo, invita a los interesados en ayudar, a que asistan a las clases de salsa que se imparten en el hostal de Cali, a que hagan donaciones directas en la página web o a que se postulen como voluntarios en futuras actividades.