La Sociedad Zoológica de Frankfurt es una ONG que trabaja desde 2015 en el Parque Natural Cahuinarí, Amazonas, en la conservación de las tortugas charapas, una especie de tortugas que se encuentran en peligro de extinción en el país.
Dentro de los miles de hectáreas de bosque húmedo que cubren el departamento del Amazonas se encuentra el Parque Nacional Natural Cahuinarí, un área protegida que recibió dicha designación luego de hacerse famosa por ser el lugar que atesora una de las especies de tortugas que actualmente se encuentra en peligro de extinción en el país: la tortuga charapa, cuyo nombre científico es Podocnemis expansa.
El parque es atravesado por importantes ríos como el Cahuinarí, el Pamá y el Caquetá. En este último, los pobladores recuerdan que hace varios años, debido a la cantidad de tortugas charapas que se agrupaban allí, se creaban una especie de ‘islas oscuras’ a lo largo de la playa, que demostraban la cantidad de ejemplares en la zona.
Sin embargo, la Amazonía, además de destacar por su riqueza en fauna y flora y pese a ser considerada ‘el pulmón del mundo’, es una región que históricamente ha sido víctima de varios episodios que han afectado su biodiversidad y la cotidianidad de sus pobladores, indígenas en su gran mayoría.
Pese a la expansión de más de 1 millón de hectáreas del Parque Nacional Chiribiquete en 2013 y 2018, el aumento de la deforestación en esta área protegida del país no da tregua. Las problemáticas sociales y medioambientales derivadas de la presencia de actores ilegales por el conflicto armado y, además, las 107 mil hectáreas de bosque primario que perdió la durante 2021, según el Proyecto de Monitoreo de la Amazonia Andina de la Universidad de Maryland, demuestran los atropellos de los que la región amazónica continúa siendo víctima.
La alarmante situación de las tortugas charapa es otra de las tantas muestras que revelan los daños que los problemas medioambientales han provocado dentro del territorio.
En Colombia, si bien estos factores han incidido en el deterioro de la situación medioambiental del Amazonas en general, Esperanza Leal Gómez, actual directora de la Sociedad Zoológica de Frankfurt, menciona que una de las principales razones por las cuales las tortugas charapas se encuentran en peligro de extinción es la minería ilegal. Muchas playas donde dejan sus huevos estas tortuga acuática (también conocida como arrau, jipú, tartaruga y bawe) quedan destruidas después de la intervención ilegal humana.
Según la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), en 2020 se encontraron cerca de 60 sitios de minería ilegal de oro solamente a lo largo del río Caquetá.
La Sociedad Zoológica de Frankfurt es una ONG internacional con presencia en 18 países de Europa, África, América del Sur y Asia que trabaja en la conservación de estas áreas y la vida silvestre. En nuestro país, su proceso de más larga duración ha sido dentro del Parque Nacional Cahuinarí, en el cual han trabajado en coordinación con las comunidades indígenas y Parques Nacional Naturales en la implementación de una estrategia enfocada en el monitoreo comunitario de la población de tortuga charapa. ¿Su objetivo? diseñar estrategias para su protección y fortalecer la gobernanza de las autoridades indígenas en sus territorios.
“Como Sociedad hemos tenido un trabajo complejo sobre todo para sacar adelante proyectos que se han visto truncados desde 2019 por la situación de orden público de la región en el marco del conflicto armado. Sin embargo, nuestro proyecto con las tortugas charapas es el que más ha logrado sostenerse en el tiempo y creo que en buena parte se debe a la disposición que las comunidades indígenas han demostrado durante todos estos años de trabajo”, explica Esperanza, agrónoma de la Universidad Nacional con un posgrado en Áreas Protegidas y Desarrollo Ecorregional quien asumió la dirección de la Sociedad en 2016.
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Las comunidades indígenas las grandes protagonistas en el proceso de conservación
Según el Instituto Von Humboldt, Colombia alberga alrededor de 30 especies de tortugas, cifra que lo convierte en el séptimo país con mayor riqueza de estos animales en el planeta. La tortuga charapa, cuyo caparazón puede llegar a medir aproximadamente 90 centímetros, es una de las 10 especies de tortugas que corren riesgo de extinción en el país.
«Hace años sus huevos y su grasa eran utilizados masivamente para la producción de aceite que servía para ‘dar luz’ a las ciudades en Europa cuando no había electricidad, por ejemplo. Sin embargo, las comunidades indígenas conocen muy bien las dinámicas de esta especie y consideran importante su conservación por hacer parte de sus historias de origen (cosmovisión), así como también un complemento de su dieta a lo largo del año”, comenta Esperanza Leal quien añade que el generar información con ellos ha sido un todo un proceso de construcción intercultural de conocimientos.
Esperanza, además, aclara que, si bien la Sociedad no fue la primera en llegar a hablar de la importancia de conservar estas especies, ha logrado ser una de las que más resultados ha dado en cuanto a coordinación de las acciones de la sociedad civil con las autoridades locales y los entes competentes como Parques Nacionales Naturales de Colombia.
A través de esta estrategia de conservación con las tortugas, la directora cuenta que pasaron de tener 48 turnos de cuidado en 2015 a tener 170 entre 2020 y 2021, siendo las familias de la organización PANI (que representa al territorio Miraña – Bora, traslapado con el Parque Cahuinarí); las del Resguardo Nonuya de Villa Azul y las Resguardo Curare, las principales responsables de ejecutarlos.
A través del monitoreo comunitario, las personas pueden hacer presencia en las playas de desove de las tortugas.
Actualmente son 12 campamentos con turnos de 22 días donde los habitantes cuidan las charapas, los nidos, organizan jornadas de avistamientos, liberación y verifican el cumplimiento de los acuerdos. Pese a que las poblaciones indígenas sobre el río Caquetá son pocas en comparación con el territorio que tienen, Esperanza manifiesta que las familias que realizan el monitoreo demuestran su compromiso desplazándose desde sus comunidades hasta los sectores de anidación y refugio donde se realizan las actividades. Dichos sitios son, además, de especial protección dentro de su ordenamiento ancestral.
Según Esperanza, uno de los logros que han conseguido durante todos estos años de trabajo es incentivar a que las comunidades formulen sus propias preguntas de investigación que les permitan generar información valiosa para su toma de decisiones. Para ella, es necesario eliminar el estigma de que los científicos llegan a estudiar el territorio mientras los indígenas solo se encargan de guiarlos y cargar los equipos.
“Cuando nosotros llegamos había un problema muy grave de minería ilegal. Lo que hicimos fue acordar estrategias más participativas que no se limitaran solo a que los líderes políticos o los científicos de prestigiosas universidades fuesen a reuniones para hablar de la naturaleza, sino que las familias hicieran parte de la conversación. Lo que ellos hacen fortalece la gobernanza local; nosotros los acompañamos”, explica la directora.
En el río Caquetá ha habido presencia de minería ilegal desde del año 2000. Esta actividad afecta no solo la población de charapas, sino que también contamina con mercurio su más importante fuente de alimentación, que es el pescado. De hecho, un estudio del Instituto Nacional de Salud de Colombia en el río Apaporis, afluente del Caquetá, reveló que en esta cuenca alrededor del 80 % de las poblaciones indígenas están afectadas por la contaminación de mercurio.
Lo que busca la Sociedad es, precisamente, que las organizaciones indígenas tengan más presencia a lo largo de su territorio para evitar la entrada de este tipo de amenazas.
La academia también trabaja sus propias estrategias. Para enfrentar el problema de la contaminación por minería ilegal, algunos científicos colombianos como Jenny Dussán han encontrado beneficios en una bacteria que permite extraer oro de manera ecoamigable.
La Sociedad Zoológica de Frankfurt diseña los indicadores de monitoreo, los formularios que deben llenar las familias responsables de los turnos, las preguntas de investigación y, además, genera espacios de discusión y articulación, todo en compañía de Parques Nacionales y de las comunidades indígenas.
La información, explica Esperanza Leal, se sistematiza a través del modelo de datos ecológicos en la plataforma oficial de Parques Nacionales llamada SMART : «Las familias toman la información de, por ejemplo, el día en que llega una charapa o cuando deja un nido, luego marcan ese nido con una tablilla -que es lo menos invasivo posible-, le ponen la fecha y posteriormente su georreferencia. Es necesario que ese nido reciba seguimiento durante los próximos 60 días, cuando las crías salen. Ese monitoreo permite que haya continuidad en el trabajo entre familias», comenta la directora.
Sin embargo, Esperanza explica que su estrategia también busca que «se ajusten los acuerdos de consumo a las condiciones actuales de la población de charapa». Por ejemplo, que se aprovechen para consumo solo los huevos que se perderían por el fenómeno denominado localmente ‘lava playa’, que es cuando el nivel del río sube y, por lo tanto, el nido se daña. «Solo en ese caso específico ellas pueden entrar y utilizar los huevos para su consumo”, agrega Leal.
"El Acuerdo de Paz es una oportunidad para profundizar los proyectos de conservación en el Amazonas"
Entre 2014 y 2019 se presentó una oportunidad para el sector de la conservación que les permitía generar más procesos comunitarios, ya que se mejoró el acceso a ciertos territorios del Amazonas. Sin embargo, a finales de 2019, esos impedimentos para ingresar a ciertas zonas fueron claves, sobre todo para los funcionarios de los Parques Naturales. «Como nosotros trabajamos de la mano con ellos, no pudimos hacer todo lo que nos hubiese gustado», comenta Esperanza.
Pese a las ‘trancas’ que han tenido algunos procesos en esta zona, la directora espera que puedan establecerse nuevas políticas para la protección de la vida de líderes sociales, comunidades indígenas y personas dedicadas a la conservación de la biodiversidad colombiana.
Además del proceso de monitoreo comunitario de la tortuga charapa en el bajo río Caquetá, la Fundación Zoológica de Frankfurt trabaja de cerca con el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete y las áreas protegidas de la planicie Amazónica (Amacayacu, Puré, Yaigojé Apaporis) para fortalecer las capacidades de los equipos locales y lograr que, en un futuro, se puedan consolidar procesos de monitoreo participativo de la biodiversidad, como se ha logrado en el caso del Parque Cahuinarí.
La Sociedad Zoológica de Frankfurt manifiesta que se tenían identificados alrededor de 19 mil nidos de tortugas charapas en las playas del río Caquetá hasta 2020. La tortuga de agua dulce más grande de Sudamérica concentra su mayor población en el Amazonas colombiano, motivo que llevó a que se declarara la creación del Parque Cahuinarí en 1987.