A través de la Tienda del Putas, Putamente Poderosas, una organización dedicada a defender los derechos de las mujeres que realizan actividades sexuales pagadas en Medellín, busca hablar claro sobre un tema alrededor del cual hay todavía mucho silencio.
«Lo que no se nombra no existe, lo que no se nombra se esconde debajo del tapete». Eso dice Tatiana Cano, cofundadora de Putamente Poderosas, al hablar de la importancia de poner sobre la mesa la discusión entorno al trabajo sexual, un oficio que ejercen personas desprotegidas que cargan con violentos estigmas que desconocen sus intereses, necesidades y contextos.
“¿Por qué ninguna institución hace algo?, ¿por qué nadie nombra a estas mujeres? ¿por qué nadie hace nada?” recuerda preguntarse Tatiana luego de hacerse amiga de las mujeres trabajadoras sexuales de La Veracruz, un sector del centro de la Comuna 10 en Medellín, y conocer sus experiencias en el marco de un voluntariado con la Corporación Guerreras del Centro.
Fue a partir de allí que Tatiana comenzó su trabajo con esa población y, tiempo después, junto a Melissa Toro, actual directora de la organización, fundó Putamente Poderosas con tres objetivos en mente: visibilizar las problemáticas asociadas a la discriminación y la violencia de las que son víctimas las personas trabajadoras sexuales, defender los derechos humanos de esas personas y sus hijos e hijas y transformar sus entornos con el objetivo de mejorar su bienestar y su calidad de vida.
Para ellas, el trabajo sexual es un oficio como cualquier otro y, apoyadas en la sentencia T629 que expidió la Corte Constitucional en 2010, con la que ordena otorgar todos los beneficios establecidos por el Derecho Laboral a las trabajadoras sexuales, lo defienden como lo que es: un trabajo.
Eso, sin embargo, no significa que desconozcan todas las complejidades que hay a su alrededor.
“Sabemos que Colombia es un país desigual y sin oportunidades en el que muchas personas no pueden elegir qué hacer. Tenemos fenómenos como el conflicto armado, el desplazamiento, la migración, pobreza y demás, que obligan a las personas a recurrir a esto como un acto de subsistencia. No desconocemos esa realidad” comenta Tatiana.
De la misma manera, dice que es un trabajo en el que existe una línea muy fina que marca la frontera entre lo laboral y la explotación, por lo que no es un asunto que se pueda abordar de manera absoluta, entre blanco y negro, sino que hay que entrar a ver los matices que tiene cada caso y comenzar a hablar de derechos humanos.
En ese sentido, si bien defienden el trabajo sexual como un oficio que una persona puede escoger, también crean oportunidades laborales para las personas que no lo quieren seguir ejerciendo.
Y fue con esa idea, entre otras, que surgió la Tienda del Putas.
Vestir como un acto político
La tienda nació en pleno encierro pandémico y lo hizo sobre una idea fundamental: el vestir y el decidir qué ponerse como un acto político.
“Queríamos llevar nuestras luchas y las de estas mujeres a las prendas, decirle al mundo que las putas existen a través de lo que llevamos puesto”, comenta Tatiana.
Para ella, gran parte de las decisiones que las personas tomamos en la vida, por no decir que todas, son un acto político. En ese sentido, cuenta, decidir o bien gastarse el dinero comprando ropa de una marca que “explota y les paga una miseria a sus empleados” o comprar una prenda que “tenga un fondo y un sentido”, es un acto político.
Y lo es, además, “porque no solo estás comprando una camisa, sino una camisa que dice «juntas somos más poderosas» y le estás diciendo al mundo: ‘esto también es conmigo’”.
Son camisas, bolsos, pañuelos y otras prendas que han sido intervenidas a través del bordado y el tejido por mujeres que ejercen o han ejercido el trabajo sexual, mujeres que han sido víctimas de malos tratos y humillaciones por el oficio al que se dedican, pero que han decidido levantar la voz, decir ‘aquí estamos’ y desmarcarse así de cualquier prejuicio por quienes son.
Y son prendas que generan conciencia y empatía, cosa que les quedó clara cuando recibieron un mensaje de una mujer que les contaba que su novio se había puesto un overol comprado en la Tienda del Putas.
Les contó cómo las personas comenzaron a agredirlo y a insultarlo por llevar puesta una prenda que tenía algún diseño o mensaje alrededor del trabajo sexual y que, cuando volvió a su casa, le dijo que entendía a lo que ella se sometía como mujer todos los días y que no se podía imaginar cómo sería en el caso de las trabajadoras sexuales.
“Y es eso, es cómo un pedazo de tela puede hacer entender y hacer que nos pongamos en los zapatos del otro. Es algo muy poderoso”.
Visibilizar, defender y transformar
La tienda, entonces, se enmarca dentro de ese tercer pilar de la organización: transformar los entornos de las trabajadoras sexuales y de sus hijos para aumentar su bienestar y su calidad de vida.
Con ese mismo propósito y muy en la línea de la tienda, crearon también ‘La Comunidad del Tejido’, un proceso con alrededor 30 mujeres de La Veracruz que busca conectarlas con otros oficios, artes y espacios, “ya sea como forma de tener ingresos extras o de encontrarse y saber que son buenas para otras cosas y comenzar a trabajar desde allí”.
De todas formas, ese tercer eje, cuenta Tatiana, es transversal a todas las actividades que realiza Putamente Poderosas.
Dos sábados al mes realizan ‘Puta, cadeneta y chisme’, un espacio de reunión entre ciudadanos y trabajadoras sexuales en el que a través del bordado, el collage o alguna manualidad crean un ambiente propenso al diálogo y charlan acerca del oficio.
“Visibilizamos las historias de las mujeres. Es un espacio seguro y respetuoso para hablar sobre el tema, abrirnos, escucharnos y para mirar a los ojos a las trabajadoras sexuales y ver en ellas a nuestras madres, hermanas, primas y familiares y, a partir de allí, construir un mundo donde todos podamos ser”.
Es, entonces, un lugar para humanizar el trabajo sexual, uno en el que quienes atienden se dan cuenta de que aquello que sienten las trabajadoras sexuales no dista demasiado de lo que siente cualquier otra persona.
Por otra parte, crearon ‘Poderes Clandestinos’, un espacio para los hijos e hijas de las mujeres, que muchas veces sin poder salir del inquilinato, dejaban de ser niños pues no contaban con un espacio para correr, gritar, jugar y saltar, cosas importantes en la niñez.
“Queremos devolverles el derecho a soñar”, comenta Tatiana.
Por eso, todos los sábados se reúnen con los niños fuera del inquilinato con juegos, libros, yoga, manualidades y talleres sobre emociones y derechos.
Por otra parte, con el objetivo de mantener cercano contacto con las mujeres, así como con sus contextos y las situaciones que viven, crearon ‘Juntas Resistimos’, otro espacio de diálogo en el que tres veces al año van a La Veracruz exclusivamente a conversar con las mujeres y saber cómo están, cómo está el trabajo, cómo se sienten y en general, qué está pasando.
“Nos gusta ir a territorio, reconocerlas por su nombre, mirarlas a los ojos, abrazarlas, darles besitos a las que más confianza les tenemos, porque es un trabajo muy humano el que estamos haciendo. Es algo que tenemos que hacer porque, si no tenemos esa conversación, nos quedamos asumiendo desde nuestras perspectivas y eso no es así”, cuenta Tatiana.
Es así, entonces, que la transformación de entornos está siempre presente: ‘Poderes clandestinos’ ofrece posibilidades y entornos distintos a los niños y por extensión de las mujeres y sus familias; ‘La comunidad del tejido’ entreteje otras conversaciones y discusiones alrededor del trabajo sexual y ‘Puta, cadeneta y chisme’ hace frente las ideas erradas acerca del trabajo sexual y quienes lo ejercen, motivadas siempre por la ignorancia.
La Tienda del Putas
La tienda funciona de manera virtual y el catálogo lo puede consultar a través de su página de Instagram. , en esta plataforma que puede comprar cada uno de los artículos que se encuentran disponibles.
Y aunque fue un proyecto que surgió durante la pandemia, desde Putamente Poderosas están planeando hacer un lanzamiento oficial en diciembre de este año con una segunda colección en la que están trabajando en este momento de la mano de un diseñador gráfico local y que presentarán en un evento en La Veracruz.
“Nos soñamos algo muy grande”, dice Tatiana, pues tanto el evento como el trabajo que han desarrollado en general busca poner sobre la mesa el trabajo sexual: desde el nombre de la organización y su existencia misma, Putamente Poderosas quiere que la gente nombre a las trabajadoras sexuales, que la gente diga la palabra ‘puta’, que la lleve puesta en una camiseta, en un bolso, en una pañoleta, en todas partes; “que la gente lo diga con confianza, porque si no se nombra no existe, si no se nombra se esconde debajo del tapete” concluye Tatiana.