Además de prestar servicios ambientales, los árboles patrimoniales de Bogotá han sido testigos de la historia capitalina. Estos siete lugares también son una muestra de las transformaciones culturales y ambientales que ha vivido la ciudad.
En Bogotá, los árboles patrimoniales son especies nativas y exóticas, es decir que fueron introducidas a la ciudad, que debido a registros históricos el Jardín Botánico determina que tienen un valor histórico para el territorio.
Es que, más allá de su importancia ecosistémica por prestar servicios ambientales y vestir de verde la ciudad, son testigos vivos de la historia capitalina y nacional.
Algunos de ellos cargan símbolos que los humanos hemos construido sobre ellos a partir de valores como la libertad o la fuerza, como la Ceiba de Gigante plantada en Huila el 21 de mayo de 1851 para celebrar la abolición de la esclavitud en Colombia. También es el caso de la Ceiba de Vergara en Cundinamarca, que fue instalada el 20 de julio de 1875 para conmemorar el Día de la Independencia.
Los árboles, entonces, se convierten en símbolos que representan valores importantes en un momento histórico particular.
Además, aquellos que aún permanecen en la ciudad son vestigios de los paisajes del pasado que han sido transformados a lo largo de la historia, desde la llegada de los españoles hasta la gran urbanización que vivió Bogotá durante el siglo XX.
“Las localidades históricas de Bogotá como La Candelaria, Santa Fe, Chapinero y Usaquén fueron las que conectaron el Nuevo Reino de Granada entre Santa Fe de Bogotá y Tunja. Ese recorrido era lo que hoy en día es la carrera séptima, una ruta histórica de entrada a la capital y de conexión de las dos ciudades, tal vez las más importantes del Nuevo Reino de Granada”, señala Germán Darío Álvarez Lucero, director del Jardín Botánico de Bogotá.
Debido a ello, muchas de las haciendas y edificios que hoy son patrimoniales tenían árboles que están asociados a hitos históricos de la ciudad. Muchos de ellos fueron talados, aunque algunos siguen en pie y llevan la categoría de árboles patrimoniales.
En 2004, el Jardín Botánico de Bogotá realizó un estudio que identificó 200 individuos que cumplen con los criterios para considerarlos de esa manera, llevando a redoblar esfuerzos en su preservación hasta que cumplan su ciclo natural de vida.
Estos son siete de los 200 ejemplares de árboles patrimoniales que nos cuentan una historia ambiental de la ciudad.
1. Árboles de la Quinta de Bolívar
En la Calle 21 número 4A – 30 Este, en la frontera del casco urbano con el cerro de Monserrate, se encuentra la casa en la que vivió el Libertador durante su estancia en la capital.
“En el patio central había un laurel, un árbol tradicional de las casas coloniales en La Candelaria y de las haciendas de la Sabana de Bogotá. Además de ser un condimento utilizado en la cocina de ayer y hoy, este es un arbusto que estaba asociado a la ‘buen augurio’, por lo que en aquel entonces casi todas las casas que tenían influencia árabe y española tenían un laurel sembrado”, señala el director Álvarez.
Sin embargo, en la Quinta de Bolívar hay un cedro que, según los registros históricos, fue plantado por Bolívar mismo. Es decir, es un árbol que puede tener más de 200 años y ser uno de los pocos que quedan del periodo republicano.
2. Las palmas de cera del Parque de la Independencia
Este parque fue construido en 1910 en la Calle 26 con Carrera, en homenaje a los 100 años de la ‘Independencia de Colombia’. Allí fueron sembradas varias palmas de cera que siguen vivas al día de hoy.
Aunque fue hasta 1985 que la palma de cera fue declarada el árbol nacional de Colombia, años atrás el árbol ya era considerado importante en distintos lugares del país, a tal punto que varias palmas fueron sembradas en Bogotá como un símbolo para conmemorar la lucha independentista a principios del siglo XX.
3. Olivos del parque Nacional
Los olivos son árboles que han cargado significados diversos para varias sociedades occidentales. En la antigua Grecia eran un símbolo de paz. Con el tiempo, debido a su presencia en gran parte de las culturas del Mediterráneo, se convirtió en un símbolo de los pueblos de aquel mar.
En 1872, año en el que fundaron el Parque Nacional de Colombia, las élites políticas debatían cuál debía ser el referente europeo y los valores que debían cimentar la nación, se tomó la decisión de sembrar árboles europeos en el parque ‘más importante’ de Colombia.
En medio de este contexto, “los movimientos libertarios del país impulsaron la siembra de olivos el Parque Nacional”, señala Álvarez. Hoy, por lo menos siete olivos del Parque Nacional son considerados árboles patrimoniales por la historia detrás de su siembra.
4. Palmas de cera de la 72 con 7
A pesar de que la Carrera séptima es una de las vías más concurridas de Bogotá, ya sea en carro, en bicicleta o a pie, es poco usual que las personas se fijen en varias de las palmas de cera que están regadas por Chapinero.
En el Parque del Chicó hay algunas, pero las más visibles son aquellas que están ubicadas sobre la Calle 72, que son un vestigio de las antiguas haciendas de las afueras de Bogotá entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Según registros históricos, los hacendados en el pasado marcaban las fronteras de sus haciendas con palmas de cera. Aquellos individuos que se encuentran sobre la séptima son precisamente algunas de las que quedaron de los antiguos límites de las haciendas bogotanas.
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5. El nogal de la Calle 77 con carrera 9a
A pesar de que existen registros de que todos los cedros y nogales del Oriente de la ciudad fueron talados para utilizar su madera en vías férreas y en construcción, es probable que algunos de ellos hayan sido resembrados en las hoy localidades de Usaquén y Chapinero.
Entre ellos, este árbol en la Calle 77 con 9a, es conocido por el mito urbano que dice que es “el árbol más antiguo de Bogotá”, ubicado justamente en el barrio El Nogal.
Sin embargo, Álvarez señala que, “el barrio El Nogal obedece su nombre a la presencia de estos árboles de amplía longevidad que estaban ubicados por esa misma zona. Sin embargo, afirmar que este nogal es el más antiguo de Bogotá no es posible porque no tenemos la certeza técnica y científica. A pesar de ello es un árbol antiguo que hace parte de los árboles patrimoniales de Bogotá”.
Más allá de su amplia presencia en el Oriente de Bogotá en el pasado, los nogales tenían una historia estrecha con el pueblo muisca que vivió en el territorio antes de la Colonia. “Estos árboles tienen un fruto que parece una pelota de ping pong. Ese fruto era utilizado por los muiscas para pigmentarse la piel o pintar cerámica y por eso era considerado un árbol insignia de Bogotá por los habitantes ancestrales”, cuenta el director Álvarez.
6. Palma de Cera del Palacio de San Carlos
El Palacio de San Carlos es uno de esos edificios icónicos de la ciudad. Está ubicado en el centro de la capital, en la Calle 10 con Carrera 5, y fue construido a finales del siglo XVI. El Palacio fue durante varios años la residencia presidencial y hoy es la sede de la Cancillería de Colombia.
Dentro de las instalaciones hay varios árboles patrimoniales, pero la palma de cera que sigue allí se ha llevado el protagonismo de la historia ya que aparece en fotografías de la capital destruida después del Bogotazo en 1948.
Se sabe, entonces, que esa palma de cera lleva ahí más de 80 años y fue una de las pocas cosas que siguió en pie luego de los sucesos violentos del 9 de abril de 1948.
7. Los cipreses de los Andes y el Externado
La Universidad de los Andes y la Universidad Externado de Colombia han estado ubicadas desde sus fundaciones en las cercanías de los cerros de Bogotá. Ambas, creadas por miembros de las élites colombianas, el Externado por liberales a finales del siglo XIX y los Andes a mediados del siglo XX.
En los dos campus hay algunos cipreses que pueden tener al menos 100 años y son considerados árboles patrimoniales porque, además de ser antiguos, representan ideas que predominaron en la época de la fundación de ambas instituciones.
Álvarez señala que “tener un ciprés no solamente era un símbolo de fortaleza, por lo que es un árbol fuerte. Era un mensaje para los demás que la persona en su posesión tuvo acceso a salir del país. El ciprés significa ‘estuve en Europa’ y por eso fue plantado en haciendas a lo largo del siglo XIX e incluso el XX. De hecho, el ciprés es el escudo y la bandera de la Universidad de los Andes”.