A unos 30 minutos de Cali, en el Km 18 de la vía al mar Cali-Buenaventura, se encuentra Nido del Bosque, hospedaje y área de avistamiento de aves que surgió de la necesidad de una pareja de conectarse con la naturaleza en medio de la emergencia sanitaria.
Decían los indígenas que los colibríes son ‘rayitos’ de sol que bajan a la tierra. De ser así la casa del Nido del Bosque ubicada en el Km. 18, a las afueras de Cali, es uno de los lugares más luminosos de Colombia.
Los abrevaderos están constantemente llenos de estos veloces y pequeños pájaros, que sin descaro se acercan a la casa de techo azul y paredes blancas a beber un poco de agua azucarada, antes de seguir su fugaz vuelo de colores.
No obstante, este no es el único tipo de pájaro que puede ser avistado en el lugar. También hay 50 especies de tángaras, incluyendo unas migratorias, tucanetes, búhos, lechuzas, aves rapaces y cucos ardilla, animales que son muy dependientes de los bosques y se alimentan de insectos y lombrices del lugar.
Los dueños del Nido del Bosque son María Virginia Flórez y Armando Cortés, un par de médicos que llegaron al bosque en busca de un refugio para huir del caos de la pandemia.
Flórez es médica de UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) y desde el primer día de pandemia solo trató pacientes con COVID. Cortés es patólogo, por lo esto también tuvo gran impacto en su especialidad.
Pero ser médicos, por suerte, también les dio ‘permiso’ para moverse con libertad por la ciudad. Podían salir sin ninguna restricción y se iban al kilómetro 18, así estuviera todo cerrado según cuentan, solo a caminar y respirar aire freso.
“Nosotros desconocíamos esta zona, a pesar de que vivíamos cerca de Cali. En medio de la pandemia, en busca de un escape, fue que empezamos a explorar estos lugares. Conocimos sitios que no nos imaginábamos, con mucha variedad de vida, y de todo lo que vimos, lo que más nos gustó fue el Km. 18”, recuerda Cortés.
Esa zona a las afueras de Cali siempre la habían concebido como un lugar para salir de fiesta o a comer al conocido restaurante la Cabaña, pero nunca habían pensado en la posibilidad de relacionarse con la naturaleza en esta zona, hasta la llegada del COVID.
“Quedamos enamorados del sitio, de su ecosistema, y decidimos que este era el lugar de nosotros. Por eso, hicimos lo que estuvo en nuestro poder para poder disfrutarlo”, comenta Cortés.
Intentaron comprar una finca por la parcelación El Silencio, que se encontraba más adentro del bosque y a la que se decía que llegaban micos en la noche, pero no fue posible. Intentaron también comprar otra por la misma zona, que también era una finca de descanso, pero tampoco resultó.
Así fueron insistiendo, buscando un nido dónde alojar sus sueños. Y un día encontraron el espacio en el que se encuentran ahora, en el que ya estaba construido un hotel, el cual había servido para descanso y no tanto para el avistamiento de aves.
Para alimentar a las aves se usan aproximadamente 80 kilos de guayabo maduro a la semana; y 20 kilos de azúcar para los colibríes. Son tres comidas al día. / FOTO: Instagram @nidodelbosquebirding
“El lugar estaba muy abandonado cuando llegamos. No había ni el pasto ni las flores que se ven actualmente. Tampoco se veían pájaros. Desde enero se empezaron a poner las plantas y con paciencia nos pusimos en la tarea de volver a atraer a los animales. Constantemente les dábamos alimento y así poco a poco fueron llegando”, recuerda la pareja.
Para realizar un buen trabajo y no generar un daño en el medioambiente, buscaron el apoyo de personas conocedoras del tema. Por ejemplo, contrataron un biólogo para que les indicara dónde debían poner los comederos y qué poner en ellos. Incluso subió al bosque cuando el sendero aún no existía, para mirar el tipo de aves había en la zona.
También los ayudaron vecinos de la zona, como su actual socio, Jesús Antonio Mendoza, quien sabe mucho de aves y que también tiene una finca en el lugar llamada La Conchita.
“Él nos puso al tanto sobre el alimento para las aves y qué darles a los colibríes, porque él conoce mucho más la zona, ya que vive hace años 30 acá. Su esposa Olga también nos ha enseñado mucho sobre cómo tratar las aves, qué tanto alimentarlas o el tipo de plantas que debíamos sembrar para que llegaran las abejas y los colibríes”, comenta Flórez.
La naturaleza, un amor que nunca acaba
“A nosotros siempre nos ha gustado mucho estar en el campo, al aire libre, y dadas las necesidades que hay en Colombia por la preservación de los bosques y la naturaleza en general, pensamos que nos podíamos dedicar a eso”, explica Cortés.
Al comprar la finca y ver que ya estaba adecuada para funcionar como un hotel, decidieron que el Nido del Bosque sería un espacio en el que la gente podría venir a descansar, conocer el bosque de niebla de San Antonio y en el proceso despertar en ellos el deseo de preservar el ecosistema, con todas sus especies de árboles, animales y aves.
“Esperamos que las personas que vengan acá tengan la oportunidad de conocer sobre la existencia de este espacio y se vayan de él considerándolo un paraíso y con la idea del deber de cuidar la naturaleza, el bosque, las aves, porque sin ellos no podríamos vivir”, comenta Flórez.
Por eso, desde el Nido del Bosque se impulsa la conservación del medioambiente y se procura no contaminar. De hecho, hasta el jabón y el champú que utilizan en el sitio son hechos a mano por Flórez, para conseguir que sea lo menos dañino posible para el medio ambiente.
El sendero que se abrió en el bosque se hizo bordeando los árboles, para evitar cortarlos, y los escalones solo están hechos en tierra, para no introducir elementos ajenos a la naturaleza del lugar.
El bosque, además, es importante para la biodiversidad de la región, pues alberga abundantes nacimientos de agua. / FOTO: Susana Serrano A.
Esta zona es muy especial en el mundo. El bosque de niebla de San Antonio es uno de los lugares con mayor diversidad de aves del mund. «Esta es una fortaleza, hay que protegerla y aprovecharla, mostrar con ella toda la diversidad que tenemos”, opina Cortés.
Por el momento, este espacio se ha convertido en el lugar favorito para la pareja. “No solo la finca, sino en general. El clima, los árboles, el sonido de las aves es muy relajante y huele a musgo. Eso es felicidad para mí”, dice Flórez, quien con seguridad viviría en la finca si pudiera, pero su hijo aún debe ir al colegio y sería muy difícil estando tan lejos de la ciudad.
Cortés explica que cualquier definición que haya de felicidad siempre incluye la naturaleza. “En todas las encuestas que se han hecho siempre se hace alusión, de alguna manera, a la naturaleza”.
Por eso, aunque en un principio querían enfocarse en recibir fotógrafos de aves, el hotel está abierto a todos los interesados en ir, ya que han percibido que la gente va principalmente por la tranquilidad y la paz del lugar.
“Ese es nuestro mayor atractivo, brindar un espacio para la relajación, y en el proceso cuidar las aves, estar muy pendientes de ellas, procurar que no se extingan”, dice la pareja.