La Fundación She Is, que incentiva la ciencia en niñas y jóvenes, llevará a la Nasa a 35 estudiantes de 21 departamentos. Melanny González, de Saravena (Arauca), es una de ellas.
Para Melanny González lo más importante es la familia. Es una figura que usa con frecuencia para referirse a grupos de personas con los que se siente cómoda y tranquila.
Lo usa, claro, cuando se refiere a su hogar: a sus padres, Efraín González, un profesor de lenguaje y español de Saravena (Arauca) y Rocío Cabrera, también profesora, pero de matemáticas y física en zona rural del mismo municipio. También se refiere así a sus hermanas, Gisel y Aslin, ambas mayores que ella.
De Rocío heredó su vena científica. Recuerda que con ella salía a ver eclipses sobre las llanuras araucanas de las que es oriunda y se preguntaba, como lo haría cualquier científico, ‘¿por qué pasa eso?’. “Después me fui enterando que es porque llega un momento en el que el sol queda detrás de la luna y hacen un eclipse”.
Ya más grande comenzaron también a gustarle las películas de ciencia ficción, particularmente ‘La Guerra de las Galaxias’. Disfrutando de viajes interestelares y criaturas extraterrestres de todo tipo, así como con salidas de noche a ver el cielo de la Orinoquía, plagado de estrellas, comenzó a consolidarse su profundo interés por el espacio.
Interés que hoy la tiene como una de las 35 ‘tripulantes’ que, en el en el marco del programa ‘Ella es Astronauta’ de la Fundación She Is, viajarán en agosto al Centro Espacial de la Nasa en Houston en una experiencia inmersiva, que incluye charlas con astronautas, clases de robótica y simulaciones del espacio.
Eso, dice ella, es un escalón más para consolidar su más grande sueño profesional: ser ingeniera aeroespacial y trabajar en la construcción de cohetes y naves espaciales para la Nasa. Y, de esta manera, aventurarse en las más espectaculares misiones.
“Quiero ser una de las primeras ‘chicas’ colombianas en pisar la Luna. O ¿quién sabe?, en un futuro, pisar Marte, que sería grandioso”, dice emocionada y cerrando los ojos. “¿¡Te imaginas ser la primera mujer colombiana en pisar Marte!? Una noticia espectacular”, cuenta, luego de recordar cómo le gustaba salir en las noches a contar las estrellas.
“Nunca podía terminar, porque sabía que eran infinitas; pero lo hacía porque me calmaba”.
Del Sarare a las estrellas
La región del río Sarare y el piedemonte llanero, donde está ubicado el municipio de Saravena, lugar en el que nació y se crío Melanny, es una región particularmente afectada por el conflicto armado y la violencia. La joven, con una madurez que seguramente es producto, en parte, de años de confrontación armada que la obligaron a crecer antes de tiempo, lo reconoce mirando hacia el suelo.
“Saravena es un lugar de muchos conflictos y más este año. Hemos pasado por muchas cosas, muchos asesinatos, muchos robos, todos estos problemas de lo militar, el Gobierno y todo eso. Eso nos ha afectado mucho a nosotros los saravenenses”, cuenta.
De todos modos, la vitalidad y esperanza características de las personas de su edad, así como el cansancio colectivo que sienten los saravenses cuando asocian de manera indistinta a su municipio y su departamento con la violencia, hacen que Melanny, rápidamente y con convicción, cambie la cara y diga que Saravena ‘no es solo eso’ y que, por el contrario, tiene muchas cosas buenas.
Una de sus favoritas la heredó de su padre: un amor incontrolable por el arte y la música, que la llevó a amar el arpa, el cuarto, las maracas y en general el joropo desde muy pequeña, cuando comenzó a bailarlo en presentaciones escolares y municipales. Todavía lo hace, con menos frecuencia, pero con la misma pasión.
“Las artes fueron una de esas cosas que uno aprende cuando chiquito y que se quedan durante toda la vida, porque son parte de quien es uno. Es algo que me gusta mucho, que está dentro de mí, que Dios dijo: ‘esto es una semillita que nace en ti'», explica.
Y aunque le fascina el folclor llanero y siente un profundo arraigo por su territorio, también dice que es fanática del K-pop, sobre todo de la famosísima banda BTS. Dice que pocas cosas se comparan al sentimiento de tranquilidad que le da cuando los escucha en su cuarto a todo volumen mientras afuera cae un aguacero.
Asimismo, cuenta que en Saravena “se siembra mucho café y es buenísimo, así como cacao y plátano. El plátano de acá es delicioso. Además, acá todos somos sociables, amigos, trabajadores, somos muy cercanos, nos conocemos quién y quién, y cuando uno necesita ayuda, nos ayudamos. Somos como una familia todo Saravena”.
De ahí la emoción colectiva que se generó en todo el municipio cuando se supo la noticia de que Melanny había sido seleccionada para participar en el programa.
“No se imagina la cantidad de personas del municipio que nos ha abordado para felicitarnos y especialmente a ella por este gran logro. Además, estas noticias alientan y cambian un poco el chip del pensamiento de los saravenses y de las personas externas que nos miran”, cuenta Efraín, su padre, emocionado y sonriente, aunque nervioso por el viaje, pues Melanny es todavía “su niña”.
Un salón espacial para Saravena
Como a sus padres y sus hermanas, a quienes Melanny dice que no tiene cómo agradecerles todo el cariño que de ellos ha recibido durante los 15 años que tiene, a su familia extendida, sus coterráneos saravenenses, espera poder ayudarlos en el futuro.
Ese, cuenta, es un interés con el que ha crecido, así como una práctica que ha ejercido durante toda su vida: “No sé, mis papás me lo enseñaron y es algo que me gusta hacer”.
Así, por ejemplo, y en el marco del proyecto que debe realizar para She Is, donde, haciendo uso de las materias Steam (ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas, por sus siglas en inglés) cada ‘tripulante’ debe enfrentar una problemática de su comunidad y proponer una solución, Melanny quiere crear un salón espacial para interesar a más personas, particularmente niñas, por esos temas.
En la ‘Melanota: sala espacial del Sarare’, como bautizó su proyecto, espera que “haya información acerca de todo el tema de los planetas, las estrellas, las personas más importantes de la Nasa, modelos de cohetes, cosas de robótica y tecnología”.
Obviamente, aclara, no será la tecnología más avanzada del mundo, sino “cosas hechas por mi persona y las personas que me quieran acompañar en ese proceso”.
Dice que sería muy interesante para el municipio y que, además, contribuiría a satisfacer una responsabilidad que ya desde pequeña asumió por su cuenta; pero que ahora, con esta oportunidad de ser astronauta por una semana, se hace más urgente: empoderar a las jóvenes de su municipio “y que no sean una o dos, sino varias las que lleguen más allá de las estrellas”.
“Desde que seas tú misma, todo va a estar bien”
Según cuenta, desde pequeña “he tenido ese don de liderazgo”. En su colegio y en su salón fue monitora, un trabajo que muchos estudiantes dicen “es muy feo porque uno tiene muchas responsabilidades”.
Era la encargada de apoyar a sus compañeros cuando no entendían alguna cosa en sus materias, particularmente en Física y Matemáticas, dos asignaturas con muchos estudiantes de todas las edades no se llevan bien, pero que Melanny adora por la impresionante facilidad con la que se le dan.
“Yo me identifico mucho con los números, entiendo rápido ese tema desde muy chiquita. Es algo que va mucho conmigo”, explica.
Por eso, ser monitora no le parece suplicio alguno. Por el contrario, le parece maravilloso contribuir a que sus compañeros entiendan los temas y, así, se interesen por ellos.
De la misma manera, en la banda marcial de su colegio, a la que entró hace cinco años y donde es mayor de platillos, ha ejercido también un importante liderazgo, sobre todo con las nuevas y más pequeñas integrantes que “entran y comienzan con el nerviosismo de equivocarse y de que uno las va a regañar, pero no. Todos cometemos errores, lo bueno es que uno aprende de ellos. Entonces yo les digo: ‘toquen, que, si se equivocan, se equivocaron, eso es lo de menos’”.
Y agrega: “En la banda somos también una familia: nos queremos mucho y nos apoyamos demasiado, nos hacemos sentir especiales a cada uno de los que estamos”.
A causa de sus naturales aptitudes de liderazgo, y todavía más desde que en el colegio dieron la noticia de su partida a Houston, cuenta que varias de las niñas más pequeñas de su colegio le han dicho que quieren ser como ella y que, incluso, la conocen ya como ‘La Astronauta’.
Ella, sin embargo, les responde con la inteligencia emocional de la que carecen muchos adultos: “No sean como yo, sean como ustedes quieran ser. Está bien tener una guía, pero no ser otra persona. Si tienes la idea de ser doctora, sé la mejor doctora; si quieres ser ingeniera, sé la mejor ingeniera. Desde que seas tú misma, todo va a estar bien”.
Ahora, con poco menos de dos meses para el viaje, Melanny se siente nerviosa, pero sobre todo emocionada. Está feliz de conocer nuevas personas, particularmente a sus compañeras tripulantes, con las que no puede esperar para ser amigas, “y acoplarnos también como una familia” concluye sonriente, como siempre.