25 mujeres de la Asociación de Mujeres Campesinas de Piñalito (Asomucapi) apuntan a producir abono orgánico con los residuos agrícolas.
Un sueño comunitario de una hectárea de grande. Este es el sueño que reúne a 25 mujeres de Vista Hermosa, Meta, y que las reúne, desde el 28 de abril de 2016, en la Asociación de Mujeres Campesinas de Piñalito (Asomucapi). Un sueño que se basa en la economía solidaria, uno cuyo resultado final es una granja autosostenible con tres sistemas productivos: bovino (ganadería), avícola (gallinas ponedoras) y porcino (cerdas de cría). Un sueño que se sustenta en la producción de abono orgánico.
Paola Madrid, representante legal de Asomucapi, explica que la meta es demostrar que es posible crear un modelo de economía solidaria que permita “mostrar que uno no necesita grandes extensiones para producir, sino que, de una manera organizada, se puede lograr”. También dice que la meta es que las integrantes de Asomucapi “vean a sus fincas como agroempresas que generan ingresos sin depender de una sola economía”.
Y también que el proceso asociativo que se ha presentado con Asomucapi ha tenido un impacto en la vida de sus integrantes –que han variado a través de los años, pues algunas se han retirado–. “Yo lo identifico como un salpicón en el que hay frutas dulces, ácidas y semiácidas. Lo mismo con el carácter de las mujeres. Pero eso nos ha ayudado en el tema personal y familiar, nos ha dado mucho, por ejemplo, en temas como la seguridad en nosotras mismas”, dice Paola.
Abono para el tejido social
Para Paola, el tema con la asociación, que fundó en 2016 cuando estaba terminando de estudiar la Tecnología en Empresas Agropecuarias del SENA, ha sido también un proposito para aportar al tejido social del municipio desde la productividad: “A veces la gente se enfoca solo en ejecutar algún proyecto, pero puede que no funcione porque, aunque se cuente con lo necesario, en el tema de las relaciones sociales y comunitarias estamos mal. El tejido social y la productividad tienen que ir de la mano”.
Sobre el por qué la elección de apostar por abono orgánico explica: “nos interesó el tema por dos motivos. Primero, porque nuestra actividad principal como organización es la ganadería”. En ese sentido, continúa, por esa misma actividad se generan los residuos necesarios para realizar un abono que sea orgánico a través de técnicas como el compostaje.
La segunda, porque es una respuesta a las preocupaciones actuales frente al impacto de la ganadería en el medio ambiente y en los ecosistemas donde se realiza. Es, señala, una contribución a esa preocupación a la vez que aportan al sistema productivo: “Vimos que para el productor era barato, que podía ser utilizado en cultivos de pancoger”, a la vez que se evita que se utilicen químicos que pueden ser dañinos.
Los planes, entonces, son tres: primero, crear la granja autosostenible en un terreno de una hectárea para realizar su actividad comercial. Segundo, establecer la elaboración de abonos orgánicos y lograr convenios con entidades públicas como privadas. Y tercero, replicar el modelo de la granja en las asociadas y comunidades aledañas.
Cambiar un modelo insostenible
Desde marzo de este año, cuentan con el acompañamiento del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Instituto SINCHI), así como del proyecto Macarena Sostenible con Más Capacidad para la Paz (Mascapaz) y la Agencia de Renovación del Territorio (ART). El proyecto de Asomucapi de abono orgánico parte de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).
Uriel Murcia, investigador del Instituto SINCHI y coordinador del Proyecto Mascapaz, explica que este y otros proyectos tienen una fuerte relación con el arraigo y el trabajo con comunicades campesinas. “Se debe propiciar un manejo agroecológico de los componentes de producción agrícola, y qué mejor para eso que tener una fuente de abonos orgánicos local. Y esto es lo que quieren las mujeres de Asomucapi”, señala.
En ese sentido, Uriel indica que actualmente se está trabajando en un plan de negocios y de mercado que permita darles a las mujeres de la asociación “la seguridad de hacia dónde orientar el ejercicio, saber qué capacidad tienen hoy en día tanto organizativa como técnicamente y de la gestión de lo que sería el proceso de producción y venta de abonos orgánicos. Ese estudio nos dará luces de la magnitud de lo que hay”.
Además, el investigador da luces de la necesidad de que sean las mismas productoras las que empiecen a buscar alternativas para que su trabajo no tenga un impacto tan alto. En un asunto de coyuntura actual. Señala que distintos hechos han afectado el acceso a fertilizantes, “por lo que es una oportunidad”.
Pero más allá de la inmediatez, Uriel sostiene que “vemos un futuro muy promisorio para esa actividad, porque está cambiando un modelo de uso y ocupación del territorio insostenible. uno basado en deforestar, sembrar pasto y tener ganadería extensiva. Todo esto entonces, se encamina a medidas construidas desde las mismas comunidades para aportar a un modelo sostenible de uso, ocupación y beneficios del territorio”.
A la larga, Paola Madrid concluye que “la principal estrategia es poder crear un modelo de economía solidaria, teniendo esa expectativa de ser empresarias y mostrando que se puede replicar en nuestras comunidades”.