Entre Parceros y Panas nació para visibilizar y atender los problemas de migrantes venezolanos en Colombia. Su trabajo, además, combate los estigmas alrededor de esta población.
Entre Parceros y Panas es una red de periodismo comunitario compuesta por reporteros venezolanos y colombianos, que trabajan en ambos países. Este proyecto lo creó el Grupo Comunicarte, una iniciativa que también reúne periodistas, trabajadores sociales, psicólogos y otros profesionales, quienes trabajan en pro de la comunicación para la paz.
Desde 2019, esta red de 25 emisoras radiales comunitarias se dedica a contar historias al servicio de la población migrante en Colombia. A través de ellas, ayudan a los ciudadanos que cruzan la frontera al brindarles información sobre los principales problemas a los que se enfrentan. Igualmente, trabajan para combatir los estigmas que hay hacia la población venezolana en el país.
“En Colombia hay todo tipo de migrantes que han venido desde Venezuela. Y aunque todos nos importan, Entre Parceros y Panas se enfoca sobre todo en aquellos que son más vulnerables, quienes han sido estigmatizados, los caminantes que han pasado por las trochas en la frontera”, cuenta Alma Montoya, directora del Grupo Comunicarte.
"Por una comunicación que nos hermana"
“Usualmente, los periodistas van a cubrir una nota y ya está, se van del lugar donde ocurre la noticia. Ser un comunicador comunitario se trata de acompañar procesos, de lograr incidencias positivas en la propia comunidad de los reporteros, pues son ellos quienes están cubriendo su propia realidad”, dice Alma.
Durante tres años, Entre Parceros y Panas ha desarrollado diferentes proyectos de periodismo comunitario. Su trabajo se basa en la cooperación entre medios venezolanos y colombianos, pero también entre reporteros migrantes y nacionales.
Su trabajo suele responder a las coyunturas que viven los migrantes, donde su producto estrella es la radio-revista semanal, que difunden las 25 estaciones que hacen parte del proyecto. En 2019, para responder a la trata de personas que han sufrido sobre todo las mujeres, decidieron lanzar una campaña radial para concientizar a la población sobre este problema.
Por otro lado, Entre Parceros y Panas tiene programas radiales enfocados en resaltar las similitudes entre la cultura colombiana y la venezolana, por ejemplo, a través de historias de músicos que son escuchados en ambos países.
También hacen acompañamiento a comunidades, como la de Bogotá, a través de su punto de radio móvil, que busca atender e informar a migrantes que viven en los barrios más vulnerables de la ciudad.
“Ha sido muy bello ver que la misma gente que escucha los programas de Entre Parceros y Panas ya se sabe los jingles”, cuenta Alma.
El inicio que desdibujó las fronteras
En 2014, la migración colombiana a Ecuador despertó el interés del grupo Comunicarte. Alma Montoya cuenta que “en ese momento, nosotros los colombianos éramos quienes sufríamos de los estigmas por ser migrantes. En Ecuador, era muy común escuchar a personas que en lugar de decir ‘ladrones’, decían ‘colombianos’. Lo mismo ocurría con otras expresiones despectivas: ser colombiano era algo negativo”.
Debido a ello, decidieron conformar una red de comunicadores comunitarios para narrar las historias de migración y enfrentar los estereotipos. Sin embargo, fue un proceso largo, pues en ese momento los reporteros de la frontera no tenían una formación profesional.
Periodistas ecuatorianos y colombianos decidieron capacitar a las personas interesadas en hacer parte de esta red a través de cursos e incentivos de concursos y premios.
“Buscábamos personas que quisieran acercarse a contar sus experiencias y las de los demás. Organizamos viajes a Quito para que en la frontera los habitantes pudieran tomar cursos en comunicación con grandes reporteros de la región. Los concursos que premiaban ‘la mejor fotografía’ o ‘mejor producción sonora’ ayudaron mucho”, explica Alma.
La directora concluye que “estos aprendizajes los llevamos a la frontera colombo-venezolana, en 2019, con Entre Parceros y Panas. En ese momento, el trabajo en red que llevábamos haciendo nosotros en la Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular (Aler) ya nos había convertido en hermanos con nuestros colegas de Venezuela: ya éramos parceros, panas, y llevábamos ese mensaje a las comunidades que lo necesitaban”.