Este estadounidense cambió la oficina por una cancha de tejo. Chris Cajoleas ha recorrido más de 25 municipios para practicar el deporte nacional y, ahora, quiere difundirlo entre quienes visitan el país.
Desde hace 11 años que Chris Cajoleas vive en Medellín. Aunque nació en Bradenton, Florida, una ciudad costera en el oeste de Estados Unidos, una parte significativa de su vida la ha hecho en la capital de Antioquia. Él, entre risas, se autodenomina “más paisa que la arepa”.
“La primera vez que llegué a Colombia fue hace 13 años. Antes me había mudado a Brasil, pero me di cuenta que no era para mí, así que vine a este país y aquí sí me sentí bien”, cuenta y recuerda que, cuando tomó la decisión de vivir en Medellín, pensó un plan. “Me devolví a mi país, conseguí un trabajo, ahorré y con eso me vine a vivir a Colombia”.
Chris tiene alma de negociante, a los tres meses de llegar a la capital antioqueña montó su propio restaurante, se llamaba The Flip Flop Sandwich Shop, en el barrio El Poblado. Tanto Chris como el lugar eran famosos entre los extranjeros, no solo por la comida, también por el amplio conocimiento que él tenía sobre el territorio; los turistas lo apodaron ‘el alcalde de El Poblado’ y por seis meses consecutivos su restaurante fue el mejor puntuado en TripAdvisor. Aunque le iba bien, a los 18 meses decidió venderlo e intentar otras cosas.
Su encuentro con el tejo se dio mientras tuvo su local. “Escuchaba a los turistas hablar sobre el tejo y me preguntaban si yo conocía algo, yo respondía que había escuchado qué era, pero que no sabía mucho sobre el tema. En realidad pensé que era como baloncesto”, cuenta entre risas y explica que creía que era un agujero en el suelo en el que, si encestaba, la pólvora que había en el fondo, explotaba.
Desde los 2000, el tejo, una práctica de más de 500 años de historia y origen musica, es el deporte nacional de Colombia.
El juego consiste en lanzar un disco metálico con el fin de reventar las mechas de pólvora que se encuentran en el centro de la cancha. En el 2019, se declaró, además, que esta actividad es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
Chris cuenta que le dio tanta curiosidad que le dijo a la persona que era la gerente de su restaurante que buscara una cancha dónde jugar. Cuando por fin encontraron un lugar, aunque le pareció interesante, no lo atrapó.
Después de casi un año sin jugarlo, Chris le dio una segunda oportunidad. Primero iba a la unidad deportiva de Envigado un par de veces al mes, luego, cada sábado. Allí conoció a quien era el gerente de un banco de la ciudad y este le regaló su primer tejo.
Cada vez aumentaba su fascinación por este deporte. En Envigado conoció varios jugadores con los que quería practicar, pero su español no era tan bueno como para que lo dejaran jugar con ellos, seis meses después de ir cada sábado y ser constante, le preguntaron “gringo, ¿quiere jugar?” y él aceptó, ahí vio al dueño de la cancha haciéndole una seña de que no lo hiciera porque ellos apostaban que el que perdiera, pagaba toda la cuenta.
“Ese día estuve en cuatro juegos y los superé a todos. Fue increíble porque se veían incrédulos, estaban parados mirándose el uno al otro sin creer lo que yo les hice. Desde ese día me enganché y no hubo vuelta atrás”.
Según Chris, cuando empezó a tomarlo más como su deporte y no como su pasatiempo, su interés se transformó. Él jugaba en pantalones cortos y camisetas, “como si estuviera en la playa” dice, pero los torneos eran más serios, lo que lo obligaba a cambiar su forma de vestir, utilizar camisetas manga larga y pantalones, no estaba acostumbrado.
“El gringo que juega tejo”
Chris asegura que, aunque su primer torneo estuvo bien y lo aterrizó en la importancia del deporte, el segundo, que se disputó en El Peñol, fue el que le cambió la perspectiva.
“En el primer juego hice una moñona, que es una gran explosión, y eso hizo que la multitud enloqueciera; lo mismo me pasó en la segunda competencia, los jugadores empezaron a hablar entre ellos y a decir ‘¡el gringo hizo moñona!’, así que todos empezaron a verme jugar, eso me hizo preguntarme cuánto tiempo pasaría para que la gente me viera como uno de ellos y no como el gringo que juega tejo”.
Gracias a su deporte, Chris conoce al menos 25 municipios colombianos en los que ya jugó tejo: Magangué, Valledupar, Montería, Mompox, Bucaramanga, San Andrés, son algunos de ellos.
“Mi lugar favorito es Bucaramanga ,allá me siento muy bien, soy bienvenido y no porque sea ‘el gringo’ sino porque allá quieren jugar conmigo”, cuenta.
Mientras que en Turmequé le pasó todo lo contrario. “Fui a una tienda a preguntar dónde estaba la cancha de tejo, me dijeron que para qué y yo les respondí que quería jugar. El señor me ayudó a encontrarla, pero cerró la tienda porque dijo que quería verme jugar. Yo quiero que la gente juegue conmigo porque soy bueno, no porque soy gringo”, explica.
Aunque para los espectadores que van a los torneos de tejo ya es más común verlo, todavía hay personas que se sorprenden.
Tejo in Medellín Tour
Su gusto por el tejo hizo que creara el primer tour de tejo para extranjeros. Tejo in Medellín Tour es una actividad para los turistas que llegan a la capital de Antioquia buscando jugar el deporte nacional.
Chris cuenta que lleva al grupo a las canchas de tejo de Envigado, les enseña sobre la historia, les da una clase de la técnica y, el resto de la noche, juegan.
“Es una experiencia, aunque su nombre tiene la palabra ‘tour’ en realidad no vamos a diferentes lugares para ver cosas. Son grupos de al menos seis personas que exploran el tejo, les cuento cómo se juega y qué se debe hacer. Intento ser el embajador de tejo en el mundo”, asegura.
Chris quiere que el tejo crezca no solo en el departamento sino también en Colombia, “a mucha gente de acá le he dicho que el tejo es el deporte nacional y me dicen que no es verdad, solo me creen cuando les muestro la ley”.
Su sueño consiste en tener un lugar propio para que tanto extranjeros como locales puedan jugar tejo y disfrutar una cerveza, no porque necesariamente una cosa lleve a la otra, sino porque son actividades que a las personas les gusta combinar.