La Biblioteca Pública Kankuaka, en la comunidad de Atánquez, Valledupar, fue nominada por la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios en la categoría ‘Bibliotecas verdes’ por sus trabajos enfocados en la protección de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Este año, la Biblioteca Pública Kankuaka fue nominada en la categoría ‘Bibliotecas Verdes’ por la Federación Internacional de Asociación de Bibliotecarios y Bibliotecas (Ifla, por sus siglas inglés). Esta es, en resumen, la portavoz a nivel mundial de todos los bibliotecarios.
La nominación fue muy bien recibida en el laboratorio creativo con el que cuentan en la Biblioteca Pública Kankuaka. Allí, los niños de la comunidad se reúnen para convertir sus ideas sobre la preservación medioambiental en producciones audiovisuales con las que construyen sus propios relatos.
Para ellos, el concepto de ‘biblioteca verde’ no es algo nuevo. Souldes Maestre, bibliotecario de Kankuaka, explica que en el mismo ADN del espacio viene incluida la protección del entorno, pues los indígenas de este territorio siempre han entendido a la Sierra Nevada como un organismo vivo que se debe cuidar independientemente de si se está o no nominado a un premio.
“Una vez estaban viendo televisión y no se sintieron identificados con la manera como se interpretaba la naturaleza. A raíz de eso nació el corto El guardián de la Sierra«, explica Souldes.
En promedio son alrededor de 200 niños y 100 adultos los que asisten a la biblioteca, pero la comunidad en general está compuesta por 15.000 personas que también tienen acceso los servicios que ofrece. Este espacio “siempre está abierto a cualquiera que lo necesite. No solo en horario de oficina”, menciona Souldes.
La Biblioteca Pública Kankuaka, tal y como se ve hoy, se construyó en 2018, aunque su funcionamiento comenzó cuatro años antes, en 2014.
En el laboratorio también se abordan temas como la recolección de baterías, la reutilización del plástico, la protección de los bosques y de las fuentes hídricas. La biblioteca dinamiza proyectos de incidencia directa y, además, videos que ayuden a que personas externas puedan enterarse de los trabajos que allí se desarrollan.
Souldes explica que la biblioteca no solo es un espacio donde se congregan las personas a leer cualquier obra dentro del catálogo de más de 3.000 libros que manejan, sino un lugar de comunión que, con el pasar de los años, se ha vuelto sagrado para los habitantes de la zona.
“La comunidad se ha apropiado de ella. Antes se usaba para gestionar los pagos de Familias en Acción, pero ahora es un espacio que transforma realidades”, indica Souldes.
Allí, según cuenta el bibliotecario, también se reúne la comunidad para realizar debates electorales, pensar proyectos para el empoderamiento juvenil e incluso se gestiona la venta de artesanías de las madres de los niños que asisten a la biblioteca.
Souldes recuerda que, al principio, cuando recibieron la primera dotación de computadores, tuvieron que consultar con un Mayor sobre la viabilidad de introducir estas herramientas en la comunidad.
“Nos dijo que debíamos compararlos con un machete. El machete puede servir para cultivar, para defenderse, para crear, pero también para hacerle daño a otro”. De esta manera, Souldes asegura que han sido muy precavidos con las herramientas digitales en la educación de los niños.
“Sabemos que un celular puede quitarle tiempo a un muchacho para que disfrute del aire libre, por ejemplo. Pero creemos que cuando se enseñan a utilizar correctamente nos ayudan mucho en la preservación de nuestra cultura a través del tiempo”, explica.
Quienes dirigen la biblioteca han desarrollado otras estrategias para no limitar la reproducción de sus mensajes ancestrales a clics en vídeos en YouTube. Por ejemplo, desde hace un tiempo visitan con los niños sitios sagrados con petroglifos, donde sus ancestros marcaron mensajes que hoy pueden leer los Hermanos Mayores.
“Para nosotros el concepto de biblioteca no es algo nuevo. Un mamo puede guardar una información en un algodón y 400 años después otro mamo puede leer ese mensaje”, explica Souldes, quien defiende que la cultura indígena kankuama no solo se ha conservado a través de la tradición oral, sino también en lo escrito, aunque no haya sido propiamente a través de un libro o manuscrito.
Los kankuamos escriben en las piedras e incluso en las mochilas cuando se teje. Todo eso lo abordan en los talleres de la biblioteca como una forma de armonizar los conocimientos antiguos con las nuevas tecnologías.
“Nuestro enfoque no es lectura por recreación. Acá se les enseña a leer la vida. En un colegio nos hablan de que para resolver un problema toca descomponerlo en sus partes. Nosotros les decimos que el problema se aborda desde lo más lejos que se pueda, es decir, yendo a una montaña para tener una vista más amplia de todo”, explica Souldes.
Maestre señala que con esta nominación la comunidad ha volcado aún más la atención hacia el lugar que habitan y que los niños se han entusiasmado al ver que sus esfuerzos son reconocidos. Esta nominación internacional es, en palabras suyas, “una demostración de lo mucho que han logrado con tan pocos recursos”.