La Biblioteca Pública del corregimiento de Nueva Antioquia quiere inculcar la lectura en una población que no ha estado familiarizada con sus beneficios.
Desde pequeña, recuerda Luz Flarena Gutiérrez, su madre le inculcó la lectura como valor fundamental. “El que lee viaja, el que lee aprende, el que lee conoce” recuerda que le decía. Por ello, Luz desarrolló un profundo cariño por esa práctica, que desde hace dos años ha buscado promover entre los más jóvenes de Nueva Antioquia.
Se trata de un caserío fronterizo a la orilla del río Meta, perteneciente al municipio de La Primavera, al norte del departamento de Vichada. No hay alcantarillado, la energía eléctrica es intermitente, las vías de acceso son trochas y, además, no hay parques ni lugares de esparcimiento para los jóvenes.
“Hay más cantinas que casas”, cuenta Luz, quien aunque no es oriunda, conoce bien el lugar pues su abuelo ayudó a fundarlo y una parte de su familia vive allí. Llegó, cuenta, porque le dijeron que estaban en busca de una persona que se hiciera cargo de la biblioteca pública y nadie quería hacerlo.
“Acá como que la gente le tiene miedo a los libros, no les gustan, dicen que ya eso pa’ qué, que ahora es todo con internet, y acá hay veces que ni siquiera hay internet, imagínese”.
No tenía nada de experiencia como bibliotecaria y durante sus primeros días no sabía ni qué ponerse hacer, pero ahora, luego de dos años, ha logrado consolidar a su biblioteca como un espacio de diversión, aprendizaje y reflexión al que con frecuencia acude la juventud del corregimiento. Desde allí, y recorriendo trochas y caminos de herradura con libros en la espalda y a bordo de su pequeña moto, ha contagiado a la comunidad de ese cariño por los libros que alguna vez heredó de su madre.
Una biblioteca para que "haiga el cariño por la lectura"
Luz, con el apoyo de Janeth Agudelo, bibliotecaria de Puerto Carreño y su mentora, ha ideado varios programas y actividades para promover la lectura en Nueva Antioquia.
Uno de ellos y su favorito personal, así como el de la comunidad, se llama ‘Lectura al aire libre bajo el árbol’. Es un espacio en el que se realizan lecturas en voz alta con niños y jóvenes bajo un árbol y se acompañan de música y sonidos relajantes, “entonces llevamos un bafle para poner sonidos como de caídas de agua y así”.
Además, la actividad busca estimular el pensamiento crítico de la juventud y fortalecer su confianza personal. Después de cada lectura se realiza una sesión de reflexión acerca de la historia que se leyó: “Es un espacio muy bonito, comenzamos a socializar y así comienzan a perder el miedo porque cuando uno les pregunta, muchos se quedan paralizados. Entonces lo que hacemos es generar confianza, que no importa equivocarse, que eso no es motivo de burla”.
Por otra parte, todos los miércoles sale con varios libros y se ubica en un lugar donde se encuentran y entrecruzan varios caminos del caserío, por lo que es un punto de tránsito frecuente para la comunidad. “Allá llego, me busco un buen palito para que me dé sombra, abro los libros y pongo sillas. De a poco comienza a llegar la gente a ojearlos y mientras lo hace les voy contando la historia de cada uno y porqué es importante la lectura”.
De la misma manera, Luz cuenta que hay muchos niños que viven en fincas apartadas y que a causa de las dificultades de movilidad, no salen casi, incluso al colegio.
Por ello, a bordo de su moto emprende camino por horas hacia esas zonas más apartadas llevando libros y recogiéndolos después, con el objetivo de garantizar el acceso a la lectura, que considera un derecho fundamental, a todos los jóvenes del sector.
“Me he metido en esas partes de las fincas para que los jóvenes lean y haiga ese cariño por la lectura”.
Y su trabajo no ha sido en vano, pues ya muchos de esos jóvenes se han visto tan seducidos por las posibilidades que brinda la lectura, “de aprender, conocer e imaginar”, que han encontrado, además, la manera para ir al corregimiento y renovar constantemente sus libros.
Además, este mes la comunidad pasó una petición formal a la Gobernación de Vichada solicitando que la biblioteca sea trasladada de la escuela del corregimiento, donde está ubicada actualmente, a un lugar más público, con el objetivo de tener más fácil acceso a ella.
Eso, dice Luz, habla de la relevancia que ha cobrado el espacio entre una comunidad que antes le temía a los libros.
Bibliotecaria, mamá, papá, psicóloga y profesora
Su trabajo, además, le ha permitido construir estrechos vínculos de amistad con los niños locales, quienes mucho más que verla como la encargada de la biblioteca, la perciben como una figura de confianza a la que acudir en momentos de incertidumbre.
Por eso, dice que además de bibliotecaria, “yo acá soy mamá, papá, psicóloga, profesora, de todo me ha tocado hacer acá”. Y es que Luz tiene apenas 23 años, por lo que entiende bien muchas de las situaciones por las que pasan los jóvenes y los niños de Nueva Antioquia.
Muchos llegan a contarle de problemas o discusiones que han tenido en sus hogares, insatisfacciones con la vida a causa de la falta de oportunidades, desinterés en el colegio y por el estudio y otras situaciones y preocupaciones nada raras durante la adolescencia.
“Yo no soy tan vieja, también he pasado por cosas similares, entonces ellos sienten que yo los escucho y los entiendo y sí. Este es también un espacio de escucha, un espacio seguro para hablar y entender”.
Tanto así que incluso ha ido a hablar con los padres de los jóvenes a sus hogares para intentar resolver conflictos o aflojar estrictas directrices que les imponen y que muchas veces los limitan de hacer cosas que quieren, como asistir a la biblioteca y sus actividades.
No es raro que los niños lleguen a pedirle ayuda con sus tareas y trabajos escolares, pero confiesa que ha olvidado muchas cosas de matemáticas y ciencias, por lo que se toma el tiempo de ir a preguntarle a profesor, que él le explique y luego ella explicarles a los niños.
“Yo no sé, a mí como que me entienden por alguna razón”.
Con todo eso, dice que ser bibliotecaria, un oficio al que llegó sin proponérselo, le ha enseñado a ser más humana. Para ella, muchas veces pensamos de manera excesivamente individual y nos olvidamos de la comunidad en la que vivimos, por lo que poder conocer lo que piensan y quieren sus vecinos, la ha llevado a pensar de manera distinta, en clave colectiva.
Espera con emoción, entonces, la relocalización de la biblioteca, pues está segura de que en un espacio más abierto y público podrá ofrecer a la comunidad lo que para ella es en realidad una biblioteca: “un lugar siempre disponible para todo el mundo, que la gente sepa que acá siempre los estamos esperando, siempre son bienvenidos: en qué le puedo colaborar, cómo lo ayudo”.