El proyecto Ecosabios funciona desde hace años en Santa Cruz del Islote, la isla artificial más densamente poblada del mundo, ubicada en el Golfo de Morrosquillo. Su trabajo es proteger esos ecosistemas marítimos que son el hogar de cientos de especies.
En el Archipiélago de San Bernardo se encuentra Santa Cruz del Islote, la isla artificial más densamente poblada del mundo, cuyo tamaño se aproxima al de una cancha de fútbol y donde actualmente habitan alrededor de 150 familias.
En este islote, el 60 % de la población son niños y adolescentes. Ese porcentaje de la población es, precisamente, una de las prioridades del proyecto Ecosabios a la hora de desarrollar sus actividades de preservación medioambiental.
Adrián Caraballo tiene 24 años, dirige el proyecto y es oriundo de la isla. El joven comenta que Ecosabios tiene presencia en la zona desde hace más de seis años y que surgió como una respuesta al recrudecimiento de los problemas medioambientales. Para él, tres de los más preocupantes son la pesca y caza ilegal de especies, la contaminación por exceso de residuos sólidos y el debilitamiento de los manglares.
Como este último es uno de los ecosistemas que más abunda en la isla, Ecosabios lo interviene sembrando manglares nuevos y limpiando los actuales pues, además de servir como filtro natural, son un muro de contención para evitar inundaciones.
«Un manglar dura aproximadamente 15 años en crecer. A veces es difícil decirle a una persona anciana que evite vender el lote con manglar para construir una casa, porque las necesidades económicas influyen mucho. Por eso, procuramos inculcarles a los niños este mensaje, para que desde ahora sepan que no está bien hacer algo así», explica.
Todos estos problemas son abordados en las jornadas educativas que desarrolla Ecosabios, con el apoyo de fundaciones y voluntarios que llegan de todas partes de Colombia y de varios países extranjeros. De hecho, hace unos meses lanzaron una convocatoria en la que se logró reunir a varios artistas nacionales para llevar a cabo una ‘pinturatón’ de murales alusivos al cuidado medioambiental, en las paredes de las casas de la isla.
El impacto de la pesca no sostenible y el turismo
Dentro de las especies más expuestas a la pesca ilegal se encuentran las tortugas de carey gigantes, las cuales, según cuenta Adrián, durante muchos años se utilizaron para el consumo diario.
Para hacerle frente a ello, el director de Ecosabios explica que han desarrollado una ‘estrategia de intercambio de proteína‘ de la mano con un hotel de la zona. Lo que hacen, básicamente, es cambiarle al pescador la tortuga viva que capturó por cierta cantidad de pollo (dependiendo de cuánto pese la tortuga) para que luego la regrese al mar.
“A veces los pescadores también lanzan la red y agarran moluscos o crustáceos sin tener en cuenta su tamaño. Nosotros constantemente estamos dándoles charlas para que entiendan que esa no es una pesca responsable, sino que altera todo el funcionamiento del ecosistema», agrega.
Los ecosistemas de Santa Cruz del Islote también son un factor llamativo para los turistas interesados en realizar buceo en los arrecifes y en nadar con especies propias del mar Caribe. «Esta isla se creó en 1870 y desde entonces llama la atención, porque la construyeron personas en la mitad del mar con piedras, escombros y corales. Además, queda cerca de otras islas hermosas como Múcura y Tintipán«, explica Adrián.
Sin embargo, comenta que el turismo es uno de los factores principales de contaminación; ya que, al aumentar el número de personas dentro de la isla, también incrementan los residuos sólidos y, con ellos, la posibilidad de que los peces o crustáceos ingieran plástico y demás componentes dañinos, que pueden afectar a la misma población con su posterior consumo.
«Nuestros residuos son llevados a Tintipán y de ahí esperamos que los recojan para llevarlos a Cartagena. Eso nos obliga a realizar jornadas de limpieza constantes y extensas en las que debemos hasta solicitar permisos a la Armada Nacional, Cardique y demás entes», cuenta Adrián, quien desde Ecosabios trabaja por implementar un turismo sostenible, recordándoles a los visitantes que no deben sacar a las especies del agua, ni arrojar basura al mar o pisar los corales.
Según Adrián, muchos de los habitantes del islote tienen gran sentido de pertenencia y se niegan a abandonarlo. Por eso, su intención con este proyecto es transformar el cariño por la isla en cariño por los ecosistemas: que sus habitantes y visitantes sepan que estar en una isla artificial no los exime de cuidar lo natural, eso que, para él, es un regalo único en el mundo.