En el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV) del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, un grupo de biólogos y veterinarios ayudan a las aves heridas o vulnerables a recuperar su capacidad de vuelo. Así es el proceso.
En el norte del Valle de Aburrá, en el municipio de Barbosa, un equipo integral trabaja para fortalecer el vuelo de aves que, por distintos motivos, han perdido temporalmente la capacidad de hacerlo o a neonatos rescatados que terminan su crianza en el centro.
Este equipo, conformado por biólogos, veterinarios y zootecnistas trabaja en el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV) del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, donde llegan los animales que son rescatados cada día por el equipo de Fauna Silvestre en distintos puntos de la zona urbana del Valle de Aburrá, en su mayoría, gracias a los reportes de los habitantes de los 10 municipios que lo conforman.
Laura Andrea Oyola Ceballos, bióloga del CAV, explica la meta de este equipo: que las aves que lleguen al centro recuperen una capacidad innata para luego desenvolverse en su hábitat con óptimas capacidades físicas, fisiológicas y comportamentales. Un objetivo para el que se disponen todas las capacidades para salvar el mayor numero de vidas posibles y continuar preservando la biodiversidad del Valle de Aburrá.
El comienzo del proceso
Oyola explica que el manejo interno de las aves depende de factores como la edad etaria en la que ingresa un individuo a rehabilitación. No es el mismo proceso para una especie neonata o recién nacida, que para una infantil o una adulta.
Sin embargo, el proceso biológico se puede definir en varios momentos: el primero se refiere a la llegada de las aves al CAV. “Muchos de los individuos han sido tenidos en cautiverio por lo que llegan con afectaciones para volar: les cortan las plumas, muchas de ellas a ras, lo que imposibilita que puedan volar”, explica la bióloga.
En situaciones así, se inicia el restablecimiento del ala, que puede tardar hasta un año para que el animal recupere el plumaje total de sus dos alas.
Luego de que termina ese proceso, los animales son llevados a una zona de transición: jaulas en las que empiezan a hacer sus primeros vuelos, cortos en su mayoría, mientras terminan de recuperarse físicamente. En este punto, señala Oyola, la dieta cumple un factor fundamental para que la recuperación sea exitosa.
Características únicas
No todas las aves pueden volar. “Todas tienen alas, pero no todas vuelan”, aclara Oyola. Por ejemplo, el ave más pesada del mundo que puede volar es el cóndor de los Andes; y la más pequeña, el colibrí, que a su vez es la única especie que puede volar en reversa y tiene el movimiento de alas más rápido del planeta, con más de 20 aleteos por segundo.
Otro ejemplo que menciona es el del halcón peregrino: el ave más rápida en el mundo, que alcanza 300 kilómetros por hora en picada.
Pero no se trata solo de la capacidad de vuelo, el plumaje es clave. “Todas las especies tienen plumas diferentes y las desarrollan por etapas, la primera es cuando los individuos neonatos (pichones) tienen plumones, una especie de acolchado que genera calor y regula su temperatura en la noche. A medida que crecen, hacen la transición del plumaje a las plumas con las que se vestirán toda la vida”.
Esas características únicas resultan claves para que en el CAV se lleve a cabo la recuperación de cada individuo según sus necesidades. También impacta en el tiempo de recuperación, el cual puede ir desde un par de semanas hasta años.
Enseñar a volar
“Llevamos los individuos a una jaula con toda la estructura y las condiciones para empezar a entrenar y que desarrollen mejor el vuelo que realizan normalmente, mientras que, al tiempo, adquieren resistencia física”, explica Oyola.
Cuando ya empiezan a hacer vuelos cortos de una rama a otra en esa jaula, son trasladados a una más grande, donde empieza el proceso de estimulación el cual incluye poner fruta en la mitad de la jaula para que vuelen hasta allí. Ahí inicia el entrenamiento de forma paulatina y para estimular la capacidad innata de vuelo: “Entre los ejercicios, hacemos persecuciones, movemos las ramas para que se tengan que desplazar de un lugar a otro”.
No obstante, no siempre sucede esto. A veces por el cautiverio, que puede desencadenar heridas o fracturas permanentes, algunas aves que llegan al CAV no recuperan su capacidad de volar. En casos así, explica Oyola, son enviadas a lugares como zoológicos o bioparques, pues no pueden ser liberadas en la naturaleza.
Pero si el proceso de rehabilitación es exitoso, las aves son liberadas en el momento en que tienen la resistencia y la capacidad de vuelo, así como otros elementos que incluyen su condición física y su comportamiento: “Cuando todas estas características están y el animal se encuentra en un estado perfecto, damos el aval para que sea liberado”.