La Academia Luis A. Calvo, en Bogotá, reúne alrededor de 60 adultos mayores interesados en aprender y profundizar en interpretación musical. El objetivo es ofrecerles un espacio de esparcimiento y apoyar su talento.
“Aquí no importa la edad, importa la competencia”. Esa frase resume gran parte de la apuesta de la Academia de música Luis A. Calvo, adscrita a la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, con una de sus iniciativas.
Allí, cada ocho días, un grupo de adultos mayores toca música tradicional de las regiones de Colombia. Son alrededor de 60 personas. Y aunque tocan instrumentos diferentes, están unidos por un mismo fin: dedicarse a una pasión para la que tienen talento.
Maritza González asiste al programa para adultos mayores desde hace 12 años. Toca la bandola, instrumento que encontró en casa de su madre cuando vivía con ella y que, desde entonces, siempre le despertó curiosidad. Como psicóloga, reconoce los impactos terapéuticos que la música tiene en las personas: “A partir de cierta edad se hace necesario reforzar habilidades cognitivas como la memoria y la coordinación. Tocar un instrumente permite ejercitar ciertas conexiones neuronales”, comenta.
La Academia Luis A. Calvo fue fundada en 1958 y recibe su nombre en honor al compositor colombiano Luis Antonio Calvo, considerado uno de los más importantes compositores de la música del país. En la actualidad, el director de la Academia, adscrita a la Universidad Distrital en Bogotá, es Néstor Lambuley.
Por su parte, Nicolás Domínguez, el coordinador del programa de Adultos Mayores, comenta que la Academia cuenta con programas para todas las edades y niveles de lectura musical. Hay uno para niños a partir de los cinco años, por ejemplo. Todos permiten “una inmersión musical, estudio del instrumento y aprendizaje sobre el desarrollo cultural de la música regional en Colombia”
Maritza señala que el foco de estudio del Grupo de Proyección Adulto Mayor es la música regional. Así como ella y otras personas tocan la bandola, otros compañeros se enfocan en la guitarra acústica, el tiple o el cuatro. Las sesiones van desde las 2:00 p. m. hasta las 5:00 p. m., por lo general los sábados.
Allí, según ella, una de las experiencias más enriquecedoras es compartir conocimientos con personas contemporáneas que, con el tiempo, se han convertido en amistades de vida. “La jubilación deja vacíos. ¿Qué hace uno con tanto tiempo cuando ya deja de trabajar? Pues distraerse un rato con el arte”, agrega. Al tiempo que aclara, entre risas, que la persona con más edad en el programa tiene 85 años.
Algunos de los ritmos que la academia ha producido provienen, en su mayoría, de la región Andina, Pacífica y Caribe. También se enseñan algunos de los Llanos Orientales y de las Antillas. Durante las cuarentenas impuestas a causa del covid-19, tratar de encontrarle una armonía en la interpretación también fue un reto:
“La pandemia afectó fuertemente los programas de música de todo el mundo. El nivel de dificultad para continuar con las sesiones era muy alto, sobre todo por la latencia (diferencia de tiempo entre sonido e imagen) de las videollamadas. Tuvimos que capacitar a los adultos mayores para mantenerlos activos. Fue como arrancar a dar clases desde cero”, comenta Nicolás.
Por fortuna, el coordinador cuenta que, gracias al apoyo de personas como Cindy Gómez (maestra del Grupo de Proyección, que reúne a estudiantes destacados de todos los programas) lograron sacar adelante la edición de un video con la intervención de todos los estudiantes al finalizar el semestre.
El proceso, según cuenta, consistía en que los músicos se grabaran, enviaran el video a otro profesor que luego limpiaba el audio y, posteriormente, esa persona se lo compartía a Cindy para que editara el audio y la imagen.
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Maritza ha participado en varias presentaciones a lo largo de sus 12 años en la Academia. Y aunque comenta que los nervios siempre están presentes, resalta que estas presentaciones son importantes para que, tanto los compañeros como cualquier persona interesada, vea la evolución de un músico y de todo el grupo.
“Próximamente, tendremos una presentación en el Auditorio de la Academia Luis A. Calvo (Cra. 9na #52-52) de Bogotá. La entrada es libre y se hará la exposición de los trabajos de cierre de semestre. Es nuestro primer concierto presencial después de la pandemia”, menciona Nicolás. Según él, el foco de la escuela con este grupo poblacional no es formar artistas de alto rendimiento; sin embargo, se ha convertido en un espacio de socialización.
“Este programa pretende validar un proyecto de vida vigente a través del aprendizaje de la música, ofreciendo herramientas para que el adulto mayor mejore su calidad de vida, desarrolle sus condiciones intelectuales y aprenda sobre el manejo emocional”, comenta.
Nicolás siente que con el tiempo ha aprendido que la música, la experiencia y la sabiduría van de la mano. Las dos últimas se obtienen, en mayor medida, con la edad. Su construcción como docente, carrera que ejerce hace 30 años, se la debe a grupos de adultos mayores como el que ahora coordina. “Ellos tienen enseñanzas de vida que ninguna cátedra de universidad puede brindarnos”.