Alejandra García López trabaja desde hace ocho años en París, Francia, en la dirección de escenografía y arte del cabaré Madame Arthur. Allí, la colombiana encontró su lugar en el mundo detrás del escenario de prominentes shows musicales.
A cinco cuadras del Moulin Rouge, uno de los cabaret parisinos más famosos en la historia, queda el Madame Arthur, un espacio para que las criaturas, como ellos mismos se hacen llamar, muestren su arte a través de un personaje y una composición de escenas.
Para que estos espectáculos puedan surgir, detrás hay un equipo de logística, diseño de vestuario y de escenografía. En Madame Arthur quien dirige esta parte es una colombiana: Alejandra García López.
Este lugar es un cabaret travesti con artistas, músicos y cantantes a los que les apasiona el escenario, las luces y el show. Madame Arthur se fundó en 1946, época en la que estos espacios eran ilegales en París y en el que las mujeres que ejercían este trabajo, eran encarceladas por la ley.
Se ubica cerca a Montmartre, conocido históricamente por ser el barrio bohemio y más importante para el desarrollo artístico tanto de la ciudad francesa como de Europa.
La beca que la llevó a Europa
En 2013, la colombiana estaba terminando diseño de vestuario en la universidad cuando se enteró de un concurso llamado Latinoamérica Habla, para estudiantes de diseño de moda en el que debían enviar un proyecto enfocado en la temática causa y efecto.
Su proyecto Mer, que se trataba de la memoria de la ropa, fue seleccionado entre los ocho finalistas para participar en Colombiamoda, donde luego se iba a elegir al diseñador que ganaría una beca para hacer un curso de verano en el Instituto Marangoni, una de las escuelas de moda más tradicionales de Europa, ubicada en Milán.
“Siempre había pensado en ir a estudiar a otro país, pero financieramente yo dependía de mis papás y para mí era algo muy lejano, además que siempre fui muy mala estudiante, pero obviamente me dediqué al proyecto porque me gustaba mucho. Lo siguiente fue que me gané esta beca y me vi sacando los papeles y haciendo las vueltas para irme”, cuenta García entre risas.
Su estancia en Milán duró un mes y medio, mientras estuvo allá una de sus amigas le planteó la idea de ir a vivir a París.
“Yo dije que sí, ingenuamente, yo no conocía nada de Francia. Lo que yo sabía era que aquí queda la Torre Eiffel, pero yo no sabía absolutamente nada, ni del idioma. Fue una casualidad, no fue algo premeditado. Yo vine con papeles por seis meses y ya pasaron ocho años”, dice.
París era otro mundo
Al llegar a París Alejandra tenía 200 euros. No tenía casa, no entendía el idioma, no tenía trabajo. Ella recuerda que todo era muy difícil porque “cuando tú no hablas el idioma es realmente complejo y además si eres migrante, porque obviamente te ponen ese sello».
La colombiana consiguió casa y al poco tiempo, un trabajo como niñera. Alejandra cuenta que este fue uno de los trabajos en los que más aprendió el idioma y a llevar una conversación, ya que los niños no tienen reparos en decir si se está hablando mal o si se está conjugando mal.
“Ahí empezó toda mi historia en París. Ese fue mi primer contacto con la sociedad francesa y fue desde el núcleo familiar, eso es muy importante porque empecé a entender muchas dinámicas y muchas cosas que sé que no las hubiera aprendido desde otro trabajo”.
A los dos años y medio, Alejandra se sintió preparada para estudiar y aplicó a un curso de diseño de escenografía en la Universidad de La Sorbona, porque su objetivo y pasión era trabajar en cine. La colombiana dividía sus semanas entre estudiar y trabajar en una juguetería, así estuvo tres años.
“La gran ventaja de la Universidad fue que en este curso, que era muy corto, hacíamos medio año de escuela y medio año de prácticas y fue cuando empecé a incursionar verdaderamente en mi oficio de vestuarista y en el decorado, porque uno no entra directamente a ser escenógrafo”.
Para Alejandra este fue el primer trabajo en el que sentía que iba definir sus siguientes años en París y no como algo que debía hacer para comer y sostenerse. Era un reto y se sentía como si estuviera desbloqueando niveles que cada que se van superando se vuelven más complejos.
“Ahí es cuando ya te empiezas a sentir como si estuvieras en un limbo raro, porque entre más estás acá puedes abrir más puertas, lograr más cosas, pero más te alejas de algo que siempre va a ser tuyo y es el hecho de dónde vienes, de tu familia, de tu país, de tu ciudad y de tus dinámicas”.
Llegó al Madame Arthur
Su llegada a Madame Arthur fue una coincidencia. Ella fue a un show en el lugar, se encontró con una antigua compañera de La Sorbona y le surgió la idea de hacer una práctica en el cabaret. Desde el día uno el lugar la impactó por su magia.
“Tiene mucha información, pero también es muy misterioso y lo que pasa allá solo puede pasar allá porque es un lugar donde se ve su historia, es como esos lugares que son un tesoro y solo existen ahí, que ya no se pueden copiar”, explica.
Actualmente Alejandra lleva tres años en el cabaret. Este lugar está hecho para todos los artistas y es un lugar que celebra la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género. Son ‘criaturas’, como ellos se hacen llamar, que trabajan sobre un personaje y cada semana hacen un montaje diferente.
“Son 17 criaturas y conforman lo que llamamos la tropa. Son artistas, músicos y cantantes de verdad, que cantan en escena y que todos los lunes empezamos a trabajar para los espectáculos del jueves, viernes y sábado. Mientras ellos preparan las canciones, yo me encargo de la escenografía y vestuario”, cuenta.
El formato es corto, tienen dos días y medio para montar y 100 euros de presupuesto.
La diseñadora le apasiona ese formato, tres días de caos, tres días de espectáculo y cero tiempo para ‘romantizar’ lo que hace porque el lunes siguiente debe pensarse un escenario completamente diferente.
“Hay espectáculos que marcan, recuerdo el que hicimos un día antes de las elecciones presidenciales y se llamaba La Política, entonces era cabaret sobre las elecciones. Eligieron canciones muy bellas y enfocándose a la lucha de la población LGBTIQ+, fue muy bello”, recuerda.
Cada show es único, todo es en francés y siempre le meten un tinte de comedia y vulgaridad a las letras. “Uno de los shows que hicimos fue enfocado en Britney Spears y cogieron Baby One More Time y la cambiaron a Bebé Come mi Lasaña, fue muy divertido”, añade.
Este año el cabaret celebró sus 75 años de creación y la fiesta fue única. Estuvo la tropa completa y una invitada de honor: Bambi, una leyenda en el mundo del cabaret, antigua bailarina de Madame Arthur y quien fue una de las primeras personas trans en Francia.
Ahí fue cuando Alejandra sintió que ese era su lugar en el mundo.
“Siento que yo soy un espectador que hago parte de este show y que no para de impresionarme este hecho. Es un lugar tan bonito y tan inspirador, donde simplemente encontré las puertas abiertas y a nadie le importaba quién era, mi trabajo era lo único que hablaba por mí”.
Alejandra lleva ocho años en París, pero no quiere dejar atrás su adn colombiano y latinoamericano. En cada escenografía que hace quiere identificarse con sus raíces, también siempre se presenta con sus dos apellidos, en París solo se utiliza el primero, que las personas sepan que detrás de escena hay una persona migrante trabajando y haciendo que el show sea posible.