Desde hace cinco años, la Fundación Costeño Social ofrece clases de surf e inglés gratuitas a los niños y jóvenes de Guachaca, Magdalena. Algunos ya participan en competencias regionales de este deporte.
En el municipio de Guachaca, el edén escondido del Magdalena como muchos lo describen, las olas de un mar cargado de multiculturalidad llegan hasta la cálida orilla, donde varios pies esperan la señal para comenzar a deslizarse sobre ellas con propiedad. Son alrededor de 30 niños y jóvenes que, desde 2017, han convertido al mar en su mejor herramienta para invertir el tiempo libre. Y también para ver el surf a nivel deportivo dentro de su proyecto de vida.
Se trata del Surf Education Project, una iniciativa que lidera Juan Francisco Villa, oriundo de Buenos Aires, Argentina. Juan estudió para ser profesor de Educación Física en colegios, y aunque siempre estuvo ligado al deporte, las olas de la vida lo arrastraron hasta Costeño Beach, en Guachaca, donde un año después fundó, con dos amigos españoles, la Fundación Costeño Social.
En un principio comenzaron trabajando en programas sociales con los hijos de los empleados del hotel, con escuelas de inglés, arte y surf. Ese último, comenta Juan, es su taller más fuerte, pues además de haber logrado que más de 30 niños y jóvenes de Guachaca y Puerto Nuevo se vincularan, varios de ellos ya participan en competencias regionales y nacionales.
“Con el tiempo sumamos talleres de cocina, yoga, ajedrez e informática. Pero solo tenemos dos programas vinculados: inglés y surf. Es decir, para poder ingresar a recibir clases de surf, el niño o joven tuvo que cumplir un ciclo formativo en inglés”, explica Villa.
Las tablas con las que cuentan las han conseguido, en su mayoría, por donaciones. Por ejemplo, un grupo de surfistas españoles recolectó 40 de ellas y se las donaron a la fundación. Eso les permitió ampliar el cupo pues, atraídos por el surf, los niños también comienzan a descubrir otras actividades y talentos. Tanto así que, en cinco años, han pasado más de 500 niños por la Fundación Costeño Social.
Para Juan, la escuela de surf ha sido como un colegio en el que todos van subiendo de nivel. Los más avanzados les enseñan a los menores. Según él, la escuela es un ciclo basado en el relevo generacional.
“Los profesores son facilitadores, pero al final son ellos los que continúan el proceso”, explica. De hecho, cuatro de los jóvenes que se vincularon cuando apenas comenzaba el proyecto hoy trabajan dictando clases de surf tanto en español como en inglés.
De todos los que han participado en la escuela, Villa recuerda el caso de Julián Sanguino Ortíz, quien cumplió el proceso de cinco años estudiando inglés y, ahora, además de participar en competencias nacionales, está buscando una visa para ir a surfear una temporada en Francia. “Él representa muy bien lo que serán las nuevas generaciones de surfistas del Tayrona”, comenta Juan.
Dentro del grupo hay alrededor de 8 niños que también participan en competencias regionales de surf, un deporte que cada vez toma más fuerza en Colombia y que, en las zonas costeras, se muestra como la actividad perfecta para divertirse y conectar con la naturaleza al tiempo.
“A todos los que están relacionados con la escuela de surf se nos despertó un lado ambiental de cuidado con el entorno. El surf permite una conexión más cercana con la naturaleza. Y también es una ventana de oportunidades”, concluye el argentino, quien quiso devolver con trabajo social, a manera de agradecimiento, toda la paz que Guachaca le ofrece.