Su conocimiento, carácter y trayectoria hicieron que la árbitro colombiana se ganara el respeto del mundo del sóftbol.
Desde que tenía 16 años, María Teresa Mejía Mora se dedica al arbitraje en sóftbol. En un principio jugaba en el parque cerca a su casa, en esa época aprovechaba los balones de fútbol reventados y los convertía en los guantes con los que atrapaban las pelotas.
“Desde muy pequeña era muy inquieta por todos los deportes, pero me encantaba jugar béisbol. Una amiga comenzó a ir sóftbol en la liga y me invitaba, yo no estaba muy segura, pero lo intenté”, recuerda María Teresa.
El sóftbol es un deporte que se juega con una pelota, un guante y un bate, es parecido al béisbol, aunque este se disputa en campos más pequeños y con una bola más blanda. Por lo general lo practican más mujeres que hombres.
Aunque María Teresa inició como jugadora, se dio cuenta que le gustaba más lo que cantaba el árbitro en cada partido. Se dedicó a aprender cada regla, cada movimiento y cada acción que se hacía en la cancha.
La mujer que irrumpió en un mundo masculino
Al principio, por ser una mujer tan joven en esta disciplina y, como ella misma lo dice, «atravesada», no le permitían dedicarse a lo que le gustaba, no la dejaban participar en las capacitaciones para ser umpire, nombre que se le da a los árbitros en sóftbol y béisbol, entonces debía practicar lo que estaba aprendiendo en los juegos recreacionales que se hacían cerca a la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín.
“Desde el año 76 me iba en bicicleta a la UPB y arbitraba los juegos, pero aunque yo quisiera hacerlo en los partidos de la liga, nunca me dejaban”, cuenta entre risas.
Tres años más tarde, luego de insistir, presionar y aprender, pudo hacer su primera certificación como árbitro de sóftbol. Ella cuenta que el artífice de eso fue Milton Zúñiga, un árbitro muy famoso de béisbol que la vio en esos juegos de la UPB y le envió una carta a Oswaldo Osorio, quien era el presidente de la liga en esa época, con el fin de que la dejara participar en el curso.
“Él le dijo a Oswaldo que yo era muy inquieta, que arbitraba mejor que muchos y así por fin pude hacer el curso y me dejaron trabajar en la liga, pero al principio solo me ponían de auxiliar”, cuenta.
Llevaba 107 juegos en esa posición hasta que llegó el día de ser la principal, “el que era el presidente del colegio de árbitros se emborrachó y me dijo que lo reemplazara”, cuenta entre risas.
Desde el 79, María Teresa es árbitro y desde ese año la invitaban a participar en eventos internacionales. Ella cuenta que sufrió varias injusticias debido a que era una mujer irrumpiendo en un grupo manejado por hombres, siempre se costeó los viajes sola porque no recibía apoyo de los organismos deportivos a los que pertenecía, pero eso nunca la desanimaba.
“Yo me buscaba la plata, le pedía donaciones a mis amigos, vendía cosas, hice rifas, de todo. Lamentablemente el machismo estaba muy presente y la Federación nunca me daba los tiquetes, pero a los hombres sí”, cuenta.
El reconocimiento llegó desde afuera
Mientras que en Colombia la quitaban de la programación arbitral de los torneos, su fama internacional seguía creciendo por la calidad con la que trabajaba y la pasión que la acompañaba.
“Me empezaron a invitar a muchos torneos internacionales y me decían que allá corrían con mis gastos de hospedaje, transporte interno, alimentación y pago, así que yo conseguía los tiquetes”, dice.
María Teresa es una mujer de carácter fuerte, sincera y directa, que no se queda callada cuando ve alguna injusticia, que lucha contra el machismo en el deporte y que lo que logró se lo ganó por su trabajo duro y su conocimiento.
“Yo era muy polémica -se ríe- yo nunca peleaba, ni le faltaba el respeto a los demás, yo simplemente decía cuando no estaba de acuerdo, denunciaba y era defensora del arbitraje colombiano porque el éxito de los campeonatos no es solo por los jugadores, sino por tener árbitros de calidad”, explica.
La árbitro no solo participaba en las capacitaciones a la que la invitaban, también estudiaba por su cuenta, eso sumaba a su experiencia laboral. Aunque estudió Derecho, Artes Plásticas y Publicidad, su vida entera se quedó en el arbitraje.
“Nunca fue fácil, mucha lucha contra el machismo, contra dirigentes muy descarados, contra acoso, pero yo volvería a vivir mi vida, con todo lo que se me presentó”, comenta.
Mejía fue la primera mujer colombiana en ser umpire y no se conformó con tener su certificación nacional, también trabajó duro por su título internacional, cosa que le costó mucho, pero que terminó obteniendo la mejor calificación del curso.
De los torneos al Salón de la Fama
En general, participó en cuatro mundiales, la invitaron a dos pre olímpicos Sidney-2000 y Atenas-2004, y, cuenta, recorrió el mundo gracias a su profesión.
Fuera de los diamantes de sóftbol, María Teresa también luchó por los derechos de las mujeres árbitros de todos los deportes.
“En el primer Foro Iberoamericano de la Mujer en el Deporte dejaron por fuera a las árbitros, así que yo escribí una carta a las personas que lo organizaron diciendo que no estaba de acuerdo con no tenernos en cuenta. Ellos me respondieron que tenía toda la razón, que me darían un espacio para hablar sobre el tema y que ojalá pudiera invitar a muchas árbitros para que participaran. Yo me fui con un grupo de 120 mujeres árbitros de todos los deportes”, cuenta entre risas.
En 2019, María Teresa cumplió 40 años como árbitro de sóftbol. Ese mismo año anunció su retiro de las competencias internacionales y, en noviembre, mientras coordinaba el arbitraje de los Juegos Nacionales, se enteró de su ingreso al Salón de la Fama internacional del béisbol y sóftbol mundial.
“La noche anterior, luego de trabajar hasta tarde, apagué mi celular y me acosté a dormir, al otro día Colombia entera sabía antes que yo la noticia de mi ingreso al Salón de la Fama”, recuerda entre risas.
María Teresa es la primera mujer umpire colombiana y latina en hacer parte del salón de la fama internacional. Actualmente se retiró por completo de las canchas, pero continúa como asesora para árbitros, además dicta talleres y conferencias nacionales e internacionales. Para ella, su conocimiento es su sello.