Con procesos intra y extrahospitalarios, el programa Transformando el Círculo de la Violencia acompaña a los jóvenes desde su recuperación física hasta la construcción de un proyecto de vida.
John Maicol Castaño es auxiliar administrativo del Hospital Universitario del Valle (HUV), en Cali, donde, entre otras cosas, cumple la función de orientador: ayuda a las personas que llegan al hospital a encontrar los servicios y agiliza, también, los procesos para sacar una cita.
Nació en Buenaventura, pero tuvo que salir cuando era niño ante las posibilidades de que grupos armados lo reclutaran, como ocurrió con algunos niños en su barrio.
Hace dos años, antes de trabajar en el HUV, fundó Yogures JM, un emprendimiento en el que vende yogures, queso y bocadillo.
Llegó a Cali con su madre, al barrio Villa del Lago; pero de allí, como en su infancia, tuvieron que salir a causa de la violencia. Luego vivieron en Charco Azul y, después, en Potrero Grande.
“Tratamos de hacer vida, pero era lo mismo, mucha violencia por todos lados, problemas de oficinas, expendio y consumo de drogas”, cuenta John Maicol.
Así, agrega, «me volví problemático. Allá nació otra persona que no era yo, una versión mala de mí”.
Comenzó a involucrarse en dinámicas de violencia y, según cuenta, eso llevó a que intentaran asesinarlo tres veces: “A la tercera vez, llegue al Hospital Universitario del Valle y ahí me hablaron del programa”.
Transformando el Círculo de la Violencia
La violencia, cuenta Arley González, coordinador del programa Transformando el Círculo de la Violencia, “es una realidad en esta ciudad que afecta en particular a los jóvenes”.
Por eso, dice, en el 2017, desde el HUV y con el apoyo de la Gobernación del Valle, comenzaron a preguntarse cómo atender esa problemática, más allá de la labor que realizan los cirujanos en temas de atención a trauma y emergencias.
Inspirados en experiencias que investigaron en Estados Unidos, lanzaron en el 2018 la versión piloto del programa que “trasciende el hospital y tiene un abordaje más integral y posterior a la hospitalización”.
Con todo eso, el programa ha logrado disminuir el índice de ‘muerte por nuevo trauma’ en el HUV del 25 %, antes del programa, al 5 % ahora con él. Asimismo, el reingreso por heridas ha disminuido de 45 % a 11 %; el ingreso al sistema judicial del 39 % al 7 % y la reincidencia en actos delictivos del 33 % al 15 %.
“El impacto que ha tenido el programa es un orgullo para nuestro departamento, no solo porque ha recobrado la esperanza de los jóvenes de sectores vulnerables de que sí se puede salir adelante por la vía de la legalidad, sino porque desde nuestro hospital público, con un trabajo mancomunado con la Gobernación, hemos logrado brindar nuevas oportunidades para mejorar la calidad de vida de los jóvenes y sus familias, permitiéndoles tener un proyecto de vida integral”, dijo la gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán.
“Al principio yo no creía en el programa y pensaba muchísimas cosas malas”, cuenta John Maicol.
Y agrega: “Fueron pasando los meses y con el apoyo de mi mamá, mi familia y mi pareja cedí al programa. Fue pasando el tiempo y fui cambiando para el lado bueno y ya al año yo era una persona distinta”.
Según cuenta González, Transformando el Círculo de la Violencia, el cual es dirigido a jóvenes que ingresan heridos al hospital, tiene dos componentes fundamentales. El primero, que se venía desarrollando desde antes de la puesta en marcha del programa en su totalidad, es a nivel intrahospitalario.
El segundo, por otra parte, se ejecuta fuera del hospital, y tiene una duración de un año.
La primera etapa
El componente intrahospitalario se ejecuta a través de una metodología particular llamada la Pedagogía de Emergencia. En palabras de John Maicol, que fue beneficiario del programa y estuvo involucrado en él como voluntario, esa metodología se trata de “reanimar al paciente: cuando estaban tristes íbamos a alegrarles el rato, jugábamos, dibujábamos, pintábamos, todo eso”.
Efectivamente, cuenta González, en la fase intrahospitalaria del programa se realiza “una estabilización emocional del paciente, una interiorización de la situación”.
Eso con el objetivo de que los pacientes que se encuentran en recuperación por trauma no desarrollen una enfermedad de salud mental posterior. “Esa fase se realiza mientras el joven está hospitalizado, a través del arte, la música, la pintura, etcétera”.
Acompañar el proceso fuera del hospital
El componente extrahospitalario, cuenta Arley, es el verdaderamente novedoso. Se realiza a través de la metodología del ‘paso a paso’ y, en ese sentido, cuenta con seis etapas que buscan generar un acompañamiento que trasciende el ámbito hospitalario y de salud en ese espacio.
Inicia con un acompañamiento al joven por parte de gestores sociales con el objetivo de que este culmine sin complicación su proceso de recuperación física.
“Encontramos que muchos jóvenes no volvían a chequeos y, cuando lo hacían, llegaban ya agravados y complicados”, explica González.
El segundo paso consiste en llevar la pedagogía de emergencia, que se realizó en el primer componente, a los hogares de los jóvenes: generar procesos de estabilización emocional desde el hogar.
De la mano de ese segundo componente, se realiza un acompañamiento familiar en el que una trabajadora social “hace un familiograma, que es un diagnóstico del contexto familiar y construye con todos un plan de trabajo para el fortalecimiento de la familia como espacio sanador”.
El cuarto componente tiene que ver con el proyecto de vida. Así, por ejemplo, cuenta John Maicol que el hospital, a través de un curso de validación acelerada, le ayudó a graduarse de bachiller. De la misma manera le otorgó un capital semilla con el que pudo comenzar su emprendimiento Yogures JM, en el que trabajó por dos años hasta que, en enero de este año, el HUV lo contrató como auxiliar de administración, en el marco de su estrategia ‘Orientadores’.
“Me dijeron que iba a entrar de auxiliar administrativo y yo ‘wow’, quedé impresionado”, cuenta John Maicol.
El quinto componente tiene que ver con el encuentro entre jóvenes con el objetivo de desarrollar habilidades de relacionamiento, con un enfoque de crear relaciones no violentas.
Por último, el sexto paso “busca despertar vocación de ayuda entre los jóvenes”. Con ese objetivo, por ejemplo, realizan voluntariados en el hospital, como lo hizo John Maicol.
“Me pusieron a hablar con los pacientes, a funcionar de espejo, a contar mi historia para que esos otros pacientes supieran que el programa sí sirve”, dice.
Impacto departamental
Como John Maicol, por el programa han pasado cientos de jóvenes afectados por la violencia y que por su contexto han terminado también inmiscuidos dentro de esas dinámicas.
Escépticos, entran al programa sin esperar mucho, pero terminan agradeciendo su paso. Y es que, al ser el HUV un hospital departamental, a sus instalaciones llegan jóvenes no solo de Cali sino de corregimientos aledaños, principalmente Yumbo y Jamundí, así como de otros departamentos como Cauca.
A la fecha, el programa ha atendido a 1.200 jóvenes de distintos territorios en su fase intrahospitalaria y a 220 en su componente extrahospitalario.
Eso dado que para acceder a este segundo componente hay una serie de requisitos: “Vivir en Cali, no estar privado de la libertad, estar entre los 13 y 25 años, no tener una situación psiquiátrica y no tener consumo problemático o policonsumo de drogas”, indica González.
Según John Maicol: “El programa es muy bueno y ayuda mucho, yo era un joven muy problemático y el programa, y mi familia me ayudaron a salir de allí. Lo que sí puedo decir es que los jóvenes también tienen que poner de su parte, si no, el programa no les va a servir”.
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