Proyecto Tyto divulga información científica en La Ceja y La Unión, Antioquia, para que la población conozca la función de búhos y lechuzas en el ecosistema. Promueven buenas prácticas cotidianas para su conservación.
Richard Gómez, Nicolás Echeverry, Sergio Chaparro y Juanita Barrera crearon Proyecto Tyto en 2021 con un solo objetivo: atender el vacío de información generalizado que prevalece en Antioquia alrededor de las especies de búhos y lechuzas que habitan en el departamento. Para ello decidieron apalancarse en estrategias de divulgación científica y ciencia ciudadana que les han permitido despertar la conciencia ambiental de los municipios de La Ceja y La Unión.
“Estas especies están muy cerca al ser humano porque se han adaptado a los ecosistemas transformados. Por eso nos pareció muy importante transmitir lo que sabíamos e involucrar a la comunidad; desmitificar lo que se cree de ellas”, explica Juanita Barrera, bióloga.
Después de todo, agrega, al ser aves mayoritariamente nocturnas que habitan en lugares silenciosos y abandonados, han tenido que cargar con estigmas negativos que perjudican su relación con los humanos y que, además, dificultan su investigación. Eso, sumado al hecho de que allí, en la región Andina, es donde se presenta la mayor distribución de estas especies en el país, con un total de 23 registradas, hace que protegerlas sea necesario.
Para abordar ese panorama, Proyecto Tyto emplea dos rutas: charlas informativas e investigación colaborativa.
Hasta el momento han adelantando charlas con universidades y comunidades, especialmente, aquellas aledañas a zonas estratégicas para las aves, como cementerios, casas abandonadas e iglesias. Allí ofrecen consejos sobre cómo promover el cuidado de estas desde las buenas prácticas cotidianas. En total, comenta Barrera, han impactado de forma directa a por lo menos 300 personas.
Lo anterior, agrega la bióloga, entendiendo que uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las lechuzas y los búhos es el envenenamiento indirecto por rodenticidas, las sustancias químicas destinadas al control y eliminación de roedores en espacios públicos.
“Todo termina estando interconectado. Si tuviésemos más conciencia sobre la disposición de residuos, no sería necesario utilizar veneno para controlar a los roedores y, por lo tanto, las lechuzas no morirían al comer animales envenenados”, explica Barrera.
Otras buenas prácticas que recomienda implementar en la vida cotidiana es acudir a las autoridades ambientales cuando se encuentre un ave herida; presionar a dichas instituciones para que se aclare la regulación sobre el uso de pesticidas y compartir conocimiento para eliminar ideas erróneas. Una de ellas, que son animales de ‘mal agüero’.
Adicionalmente, los integrantes del proyecto instalaron cámaras trampa con las que han conocido más detalles de, por ejemplo, los ciclos de reproducción, sus dietas y hasta del comportamiento en presencia de otras aves en los muniicpios La Unión y La Ceja.
“A nosotros nos interesa estudiar la biodiversidad sin tener un impacto en el entorno. Las cámaras trampa son una buena opción, además de la recolección de egagrópilas [bolas formadas por restos de alimentos no digeridos]. Eso nos ha permitido sumar a más personas a la investigación”, agrega Barrera.
En el camino, Tyto ha abierto sus puertas para que estudiantes universitarios —tres en este momento—, interesados en adelantar investigaciones alrededor de ambas especies, utilicen el material y la información recolectada desde el proyecto para sus propias indagaciones.
«El primer paso para conservar en conocer. Estas especies, afortunadamente, se pueden proteger entre todos porque están en nuestra vida diaria, no como los ojos de anteojos que están en ecosistemas específicos, por ejemplo (…) La conservación es un trabajo colaborativo, no individual«, concluye Barrera.