Conozca las tradiciones culturales que convirtieron a Aguadas, Caldas, en uno de los 18 Pueblos Patrimonio de Colombia a través de estos recorridos creados por la comunidad.
Lo primero que llama la atención al caminar por las calles de Aguadas es la gente. Una sonrisa se dibuja lentamente en sus rostros, mientras levantan sus sombreros para completar un saludo que termina siendo el gesto más honesto de hospitalidad.
Levantarse el sombrero y sonreír es la forma que tienen los aguadeños de decir “Bienvenido a mi tierra”, un remanso en el norte de Caldas que, por su apariencia y costumbres, parece haberse detenido en el tiempo.
Las fachadas patrimoniales de las casas son solo una de las tantas características que forjan esa primera impresión. También contribuye la congregación de aguadeños en el centro del pueblo todas las tardes, la parroquia blanca e imponente que allí se levanta desde hace un siglo, las calles estrechas por las que transitan jeeps, o ‘yipaos’, cargados de alimentos, campesinos y sacos de café… Incluso el silencio, tan profundo y primario, evoca una calma que remonta a la época fundacional del lugar, hace 216 años, cuando se construyeron los primeros asentamientos.
Para los locales, la autenticidad de la vida rural, bajo la cual está construida su idiosincrasia, es lo que hace que el municipio tenga una personalidad tan marcada, atravesada por las costumbres campesinas y el folclor. Es por ello que fue declarado, en 2012, Pueblo Patrimonio de Colombia. Y en 1982, Monumento Nacional.
El título trasciende los registros del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo; se respira con orgullo entre los 23 mil habitantes del pueblo y en sus 64 veredas, repartidas entre la infinita tonalidad de verdes que caracteriza a los paisajes del Eje Cafetero.
El orgullo aflora en las conversaciones que sostienen entre ellos, cada vez que se ven y gritan: «¡Aguadas, mijo, Aguadas, papá!», y también con los visitantes. Porque si hay algo muy característico de los aguadeños es que siempre parecen querer hablar, saber del visitante, preguntar de dónde es, cuándo llegó. «¿Ya fuiste al cerro? ¿Qué tal el desfile? ¿Probaste nuestro dulce? ¿Y el aguardiente amarillo? Es nuestro. Todo lo que ves es nuestro». El Festival del Pasillo, la iraca, el café que da el aroma al municipio, la casa de 1808 en aquella punta de la montaña, ¿la ves? Todo es tuyo. Como colombiana, todo lo que veas en Aguadas es tuyo también.
Su orgullo al mostrar lo propio es tal que varios locales han creado iniciativas para promover el turismo a través de experiencia inmersivas.
Una de las más conocidas es Raíces Cafeteras, una operadora turística liderada por Víctor Sánchez, de 20 años, que hace un año ideó cinco rutas turísticas para visibilizar todas las tradiciones aguadeñas.
Para él, lo más difícil de ser un joven emprendedor en un municipio rural es dar el primer paso y construir la confianza necesaria para establecerse y crecer en un destino turístico emergente.
Menciona que, aunque es emocionante ser pionero en este campo, también implica enfrentar desafíos como la falta de infraestructura turística, la necesidad de educar a la comunidad sobre la importancia del turismo y el tener que competir con destinos más establecidos.
Sin embargo, ve ventajas significativas en esta situación, como la oportunidad de innovar y contribuir al crecimiento económico y social de su comunidad a través del trabajo conjunto.
Ruta del sombrero aguadeño: la prenda que enorgullece a toda una región
Entre los 1.400 y 1.600 metros sobre el nivel del mar crece la palma de iraca, una planta famosa más allá del Eje Cafetero por su rol en la elaboración de artesanías en otros municipios como Usiacurí.
La iraca es la materia prima utilizada para confeccionar el tradicional sombrero aguadeño. Esta prenda, que desde 2011 cuenta con Denominación de Origen, tiene su propio comité local encargado de verificar la autenticidad y calidad de los sombreros que se comercializan en el municipio, los cuales suelen hacerse mayoritariamente bajo pedido para evitar pérdidas económicas.
Con la Ruta del Sombrero, el municipio resalta el esfuerzo de todos los involucrados en la cadena de producción de la prenda, desde los recolectores de palma hasta los comercializadores. Además, pretende concientizar sobre la importancia de las personas que aún se dedican a este oficio, el cual cada vez cuenta con menos exponentes.
Lo hacen a través de una experiencia inmersiva en la Finca El Jardín, mostrando, paso a paso, cómo se procesa la fibra: recolectar, ripiar, secar, blanquear, tejer y moldear. Es la finca más grande del municipio, con un total de 6 hectáreas.
Allí, la ripeadora Martha Helena Bedoya, quien lleva más de 45 años en el oficio, enseña las técnicas y herramientas para procesar el material.
Martha explica que la palma debe cultivarse durante cinco años, y que el proceso de transformación a fibra tarda alrededor de una semana.
Para ella, lo más preocupante es que cada vez hay menos jóvenes interesados en aprender a ripear, y los padres tampoco quieren ver a sus hijos «recolectando palma a lomo de mula bajo el sol y blanqueandola con azufre».
Los ripeadores que quedan en Aguadas, por ende, son vistos como símbolos de resistencia.
La segunda parada de la ruta es en el Taller El Cacique, una de las fábricas de mayor producción, donde los comerciantes y las maestras artesanas, que cuentan con más de 40 años de experiencia, explican los pasos finales en la elaboración de sombreros corrientes, extrafinos y de exportación.
Ruta cafetera: el grano que da aroma al municipio
Aguadas es un pueblo de gran tradición cafetera. El café se ve servido en las mesas a cualquier hora del día y paseando en sacos dentro de las coloridas chivas que transitan entre veredas.
Estos cultivos cobraron fuerza en el municipio a finales del siglo XIX. Desde entonces, buena parte de la economía local se sostiene con su producción. Hoy, la ‘ciudad de las brumas’ ocupa la posición 11 entre los 25 pueblos cafeteros de Caldas. La cooperativa local, además, asocia a 2.490 fincas dedicadas al trabajo con el grano.
El objetivo de la Ruta Cafetera es dar a los visitantes una comprensión más profunda de todo lo que se necesita hacer para ver al grano en su presentación final. Lo hacen de la mano con los caficultores, dentro de la Finca Villanueva, en la vereda Malabrigo, a una hora del casco urbano en yipao.
Entre vastas montañas y millones de granos rojos, los recolectores comparten sus conocimientos, desde cómo moverse por los cafetales hasta el color ideal que deben tener los frutos y la técnica correcta para cosecharlos.
Cuando la temporada es alta, generalmente entre abril y junio y entre octubre y diciembre, las jornadas pueden ser de hasta 12 horas. Los jornaleros más experimentados, cuentan los guías, son capaces de recoger hasta 10 kilos de café en 25 minutos.
La ruta también incluye una visita a la Cooperativa de Caficultores de Aguadas, donde explican el proceso de compra y comercialización.
En 2023, por ejemplo, compró casi 6 millones de kilos de café pergamino, que se va, en su mayoría, a Estados Unidos y varios países de Europa gracias a la labor de empresas exportadoras como Sucafina, Expocafe, Condor Specialty Coffee y Trillacoop.
Ruta patrimonial: los detalles históricos del pueblo
Desde sus calles pintorescas hasta sus monumentos, todo en Aguadas grita “soy una tierra con historia”. El municipio es fruto de los procesos de colonización antioqueña, que también estuvieron influenciados por la España de la colonia.
La ruta patrimonial se adentra a profundidad en la historia de Aguadas a través de sus sitios más emblemáticos
Algunos de los más relevantes son la plaza central, la parroquia, las estatuas, el teatro municipal donde anualmente se celebra el Festival Nacional del Pasillo y el Museo Nacional del Sombrero, donde se encuentra el sombrero aguadeño más grande del mundo.
El objetivo del recorrido es dar a conocer el pasado del lugar utilizando datos curiosos que han logrado recuperarse gracias al riguroso trabajo de historiadores locales.
Por ejemplo, que la fuente de bronce ubicada en el centro de la plaza principal fue traída directamente desde Nueva York, en 1891.
Ruta del pionono: un dulce típico con 100 años de historia
El pionono uno de los íconos gastronómicos de Aguadas. Está hecho con bizcocho, arequipe, brevas y bocadillo.
Según la tradición oral, fue nombrado en honor al Papa Pío IX, y se dice que la receta llegó al municipio en manos de una princesa española, quien, en señal de agradecimiento, enseñó a las mujeres locales cómo preparar el manjar.
En la ruta, podrá degustar piononos en diferentes establecimientos, mientras conoce las historias familiares detrás de su preparación.
Unos de los más conocidos son los Piononos D’Gloria, la empresa de Gloria Estrada, quien proviene de una familia que se ha dedicado a preparar el dulce por 80 años.
Gloria descubrió que la mejor panadera de Aguadas le enseñó a su madre la fórmula, y que ella se la enseñó a personas cercanas hasta popularizar la receta.
Ruta paisajística: una vista completa hacia la Cordillera Central
Enclavado en la Cordillera Central, a 2.100 metros sobre el nivel del mar, el municipio ofrece una vista privilegiada de los paisajes del Eje Cafetero.
Desde el Cerro Monserrate, el punto más alto del lugar, se pueden divisar poblaciones cercanas como Salamina ―también pueblo patrimonio―, y Armas, el corregimiento más antiguo de Colombia.
En el cerro reside la estatua del cacique Pipintá, esculpida por el reconocido artista José Olarte, la cual protege simbólicamente a los pobladores con su arco y flecha.
Es un homenaje al guía de los indígenas cocuyes, el cacique Pipintá, quien encabezó la resistencia del pueblo frente a los españoles.
A lo largo del recorrido, además, podrá escuchar la historia de ‘El Putas de Aguadas’ a través de una representación teatral en la que personifican a esta leyenda urbana.
Se dice que ‘El Putas’ fue un hombre muy valiente, que se enfrentó a machete con el diablo, y que con ese mismo machete abrió los serpenteantes caminos que aún hoy atraviesan las montañas para que pobladores y visitantes pudiesen llegar al pueblo gritando, con alegría y carácter, «¡Aguadas mijo, aguadas papá!»