El documental 'Una sola golondrina no hace llover' reúne los procesos de agenciamiento y colectivización LGBTIQ + que se gestaron para hacerle frente a la violencia en siete territorios periféricos.
Juan Carlos Buelvas nació en el Carmen de Bolívar, “la tierra del maestro Lucho Bermúdez, tierra agrícola y tabacalera por naturaleza”. Es artista y bailarín e instructor de danza de la Corporación Folclórica y Cultural Deja Vu, que fundó en 2009 y trabaja en sus proyectos, con temáticas y población LGBTIQ+.
“Ha sido una apuesta que ha querido enaltecer la cultura de nuestro país y a través de ella darle visibilidad a personas LGBT en un territorio en el que la violencia, el machismo y la discriminación han estado arraigados”, explica Juan Carlos sobre su trabajo.
Cuenta que desde que tiene memoria ha tenido una vocación “de alzar mi voz y de denunciar lo que no es justo”. Desde allí, y a causa de las afectaciones que vivió él y su comunidad durante los años del conflicto armado, surgió un liderazgo que se ha concentrado en visibilizar a esta población en los Montes de María.
Así, entonces, a través de espacios como la Corporación Deja Vu, pero también la emisora comunitaria Carmen Estéreo y escenarios como los Consejos Territoriales de Paz, ‘Tito’, como conocen a Juan Carlos en El Carmen, ha ejercido lo que él llama ‘liderazgo de visibilización’.
“Hemos realizado conversatorios y reuniones haciendo sesiones de sensibilización de avances de políticas públicas LGBT a nivel municipal. Además, nos reunimos con la población rural del municipio para crear, de manera conjunta, un plan de acción municipal de la población LGBT”.
También, y en particular desde Deja Vu, ‘Tito’ crea espacios seguros de expresión “para que la gente vea cómo la población LGBT apuesta por la cultura y a la paz, mostrando siempre inconformidad por la violencia que sufrimos, pero con un mensaje colectivo, comunitario y de asociación”.
Él es uno de los protagonistas de ‘Una sola golondrina no hace llover’, un documental producido por Caribe Afirmativo, organización que se dedica a trabajar por los derechos de las personas LGBTIQ+ en diversas zonas del país, más allá de la región en donde surgió y a la que debe su nombre.
El documental, dice ‘Tito’, “marcó un antes y un después en las personas que hicimos parte de él. Fue una experiencia maravillosa”.
'Una sola golondrina no hace llover'
Cuenta Alfredo Bula, subdirector de Caribe Afirmativo y una de las personas que estuvo al frente de la realización del documental, que este surgió a partir de una serie de investigaciones que realizó la organización para nutrir, a través de la entrega de informes, las investigaciones que realiza la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), documentando las particulares afectaciones que tuvo el conflicto sobre la población LGBTIQ+.
“En esas investigaciones nos dimos cuenta de que los relatos que se cuentan de las víctimas y los sobrevivientes del conflicto se basan solo en cuestiones de dolor, de trauma y violencia. Son relatos en los que las personas son en relación a la violencia que sufrieron y eso se acentúa en la población LGBT”.
En ese sentido, agrega, no ha habido lugar, ni interés, para contar los procesos de resistencia y agenciamiento que las personas generaron a través de la articulación comunitaria en momentos y lugares donde la violencia buscó atomizar y romper lazos entre sus habitantes.
“Las personas estaban cansadas de ser reconocidas únicamente como las víctimas que vivieron la violencia, y no como quienes propiciaron agenciamientos, procesos, asociatividades en sus territorios con los que movilizaron agendas, no solo LGBT, sino comunitarias en general”.
Con ese propósito, entonces, surgió ‘Una sola golondrina no hace llover’, una apuesta por contar cómo la comunidad LGBT no guardó silencio en momentos de violencia y que, por el contrario, fue, y es todavía, protagonista de una feroz resistencia, que consistió, sobre todo, en hacer un llamado a la asociatividad.
Asociatividad y comunitarismo: objetivos y herramientas del movimiento LGBTIQ +
Para Tito el arte y la cultura siempre fueron herramientas muy potentes para combatir la discriminación que vivía en su pueblo.
A través de la danza de fantasía, en la que están muy involucrados los disfraces y el maquillaje, cuenta Tito, hicieron de sus cuerpos una herramienta de reivindicación “de lo que somos nosotros”.
Era, explica Tito, una cuestión de hacerse visibles en una comunidad y en un contexto que los quería invisibles, relegados y, en muchos casos, aniquilados.
Por eso, dice, es tan importante el liderazgo que ejerce: “Si no somos visibles, no estamos haciendo nada, debemos estar presentes en los diferentes espacios, porque es allí donde está la exigibilidad de derechos. Tenemos que reconocernos como lo que somos, hacer presencia desde ahí y trabajar con otros grupos para poder pelear por los derechos de todos”.
Y es que, agrega, “la población LGBT no es una población que trabaje sola, creemos que trabajando con otros sectores y organizaciones nuestra voz crece mucho más”.
De eso, también da cuenta Paloma Calle, lideresa social trans del municipio de San José de Apartadó. Su liderazgo consiste en realizar pedagogía acerca de los derechos que tienen las personas que fueron víctimas del conflicto y en servir de puente entre ellas y la institucionalidad, precisamente para hacer cumplir esos derechos.
Así, desde ‘Amor Diverso’, la organización que lidera, se dedica a hacer seguimiento de los procesos que llevan las personas en su municipio y, particularmente, de aquellas que viven en la zona rural, en instituciones como la Unidad de Víctimas, al tiempo que las orienta y asesora.
“Yo no soy líder solo de población LGTBI, sino líder social de todo prototipo de persona víctima del conflicto armado que me necesite” comenta.
Ser LGBTIQ + en la ruralidad
Además de mostrar los procesos de agenciamiento que propicio, fomentó y creó el movimiento LGBTIQ + en diversos territorios del país, el documental también busca relatar, desde las voces de quienes lo conocen, la experiencia LGBT en la ruralidad, qué significa pertenecer a esa comunidad en un ámbito rural.
“Siempre se habla de la población LGBTI urbana, pero nunca de la población rural. En nuestras veredas hay población LGBTI campesina: chicos gais campesinos, mujeres lesbianas campesinas, personas trans campesinas”, cuenta Paloma.
Y agrega: “Es divino verse una mujer transgénero debatiéndose en un campo, metida en medio de cinco hombres ‘boliando’ rula y ganándose su puesto y su lugar activamente, luchando contra la homofobia y la discriminación desde ese lugar”.
Así, explica Alfredo, este es un documental que se realiza “desde sus propias voces, desde los lugares desde los que se narran, así como los territorios donde habitan”.
Tito explica que eso hizo que se sintiera mucho más cómodo con la realización del documental: “Estar en nuestras casas, mostrar lo que hacemos a diario y lo que hago con mi danza, mi rol como bailarín y coreógrafo, me dio mucha confianza y mucha alegría”.
"No sé so haya sentencia, pero ya yo encontré mi justicia en que mi historia sea contada de esta manera"
Alfredo recuerda que eso fue lo que le dijo una de las personas que participó en la realización del documental en el sur de Córdoba.
Al ofrecer un giro en la narrativa a la que se acude a la hora de contar los relatos de las víctimas del conflicto, en este caso de las personas LGBTIQ +, algunas de ellas, explica Alfredo, han encontrado un tipo de justicia en el documental.
“Eso ha generado un proceso de reparación interna y de reivindicación de su experiencia de vida, pues les permite visibilizarse y generar un reconocimiento por lo activistas, defensores y líderes que históricamente han sido, así como por el rol fundamental que han jugado dentro de la construcción comunitaria”, comenta Alfredo.
Además, tanto Tito y Paloma, como Alfredo, coinciden en que el documental produce justicia en la medida en que permite plasmar la experiencia de activismo LGBTIQ + para las generaciones futuras con el objetivo de activar procesos en los territorios y seguir motivando a que su comunidad se movilice social y políticamente.
“Han crecido muchos liderazgos nuevos, más fuertes: hoy se ven muchas mujeres trans y lesbianas más empoderadas, chicos gais más empoderados, hay gente que quiere seguir nuestros pasos”, comenta Tito.
Colectividad para la paz
‘Una sola Golondrina no hace llover’ es un documental que, por un lado, realiza un riguroso proceso de documentación de violencias hacia la población LGBTIQ + durante el conflicto armado. Con eso, prueba la sistematicidad con la que grupos armados, legales e ilegales, la ejercieron sobre la población.
Pero por el otro, y con particular profundidad y ahínco, visibiliza la diversidad y variedad de procesos y respuestas, siempre dirigidas a crear soluciones asociativas y colectivas que trascendieran su propio movimiento, que gestaron las personas LGBTIQ + frente a dicha violencia. Además, reivindica la memoria de quienes pagaron con su vida esa apuesta por la paz desde lo colectivo.
Así, el documental es también prueba de que la violencia, que trató de erradicar la articulación colectiva y, en ese sentido, romper los lazos comunitarios y apagar los liderazgos, fracasó. Y lo hizo por la valiente resistencia que, en conjunto con otros, ejerció el movimiento LGBTIQ +.
Lo explica Paloma: “Yo no soy una víctima, yo soy una guerrera de todo lo que pasó en tantos años. Somos personas resistentes a pesar de toda la violencia, somos sobrevivientes aferradas a la vida y a la comunidad”.
El estreno del documental
Luego de diversas complicaciones por la pandemia, así como un retraso intencionado por una serie de amenazas que recibieron algunos de los líderes que participaron en su realización, ‘Una sola golondrina no hace llover’ se estrenó en noviembre de 2021 en el Centro de Memoria Histórica, en Bogotá.
Se hizo a puerta cerrada, solo con la participación de las personas que lo protagonizaron, representantes de Caribe Afirmativo y algunos de la Embajada de Noruega, que lo financió.
Esa, sin embargo, no era la idea original. Querían hacer un lanzamiento público pero, cuenta Alfredo, por los repetidos mensajes de odio que comenzaron a recibir, decidieron hacerlo privado.
Aun así, están esperando que pase la época electoral para programar otro lanzamiento, ahora sí público, en Bogotá. De la misma manera se harán diversos lanzamientos en los territorios donde se recopiló la información y posteriormente quieren dejarlo para acceso público en un sitio web, que todavía no han definido.