Así crece una huerta comunitaria en el desierto de La Guajira

El trabajo conjunto entre la comunidad de Hirtu y un grupo de universitarios le apuesta a que esta ranchería Wayuu sea autosuficiente en uno de los departamentos más golpeados por la desnutrición.

Andoh es un joven Wayuu de 23 años. Vive en la comunidad Hirtu, del Municipio de Manaure en La Guajira y le apasiona la agricultura. 

En 2019, poco antes de que iniciara la pandemia, Andoh empezó a liderar la construcción de una huerta para su comunidad y durante ese proceso descubrió su pasión por las plantas y la siembra.

Andoh pasa sus días trabajando en la huerta. Esta mide aproximadamente 50 metros por 50, y hoy en día Andoh se siente orgulloso de que los cultivos que les da la huerta son fruto del trabajo comunitario en Hirtu.

El impacto de la huerta

“En la huerta tenemos muchos cultivos, pero la patilla, el maíz, el frijol guajiro y la auyama son los que más se dan. El otro día me comí hasta cinco patillas,” contaba Andoh. 

Cualquier miembro de la comunidad que trabaje en la huerta puede consumir lo que quiera o repartirlo al resto de su familia. Eso quiere decir que los productos de la huerta benefician indirecta o directamente a las 236 personas que viven en la ranchería. 

Frijol guajiro
/ Corporación Tepiapa

Además de ser una fuente de comida diaria para la comunidad Wayuu de Hirtu, la huerta también les ha permitido acceder a otro tipo de alimentos a través del trueque. 

Andoh nos contaba que: “hemos podido intercambiar cultivos por pescado. El otro día recuerdo que pasó un pescados por acá y le cambiamos un ramo de pescados por algunas patillas.”

Y eso quiere decir que aunque en la huerta solo se den productos de orígen vegetal, también les ha permitido consumir proteína animal probablemente con mucha más frecuencia que como sucede en otras rancherías Wayuu.

Hoy cualquier persona Wayuu que trabaje en la huerta de la ranchería de Hirtu puede consumir lo que quiera de la huerta o repartirlo al resto de su familia. Eso quiere decir que la huerta beneficia indirecta o directamente a las 236 personas que viven en la ranchería. 

Sin embargo, antes de que la construyeran la situación era muy distinta: podían pasar hasta tres días sin que la familia de Andoh comiera nada y lo mismo ocurría con el resto de familias de la ranchería. 

Lo único que podían consumir con frecuencia estas familias era chicha, una bebida hecha a base de maíz molido, agua y azúcar. Y la situación era más grave si se tiene en cuenta que el agua utilizada para preparar chicha suele no ser potable. 

En La Guajira el hambre y el acceso al agua potable son problemas que atormentan sobre todo a la población rural. En el departamento, menos del cuatro por ciento de este tipo de población tiene agua potable según cifras del Ministerio de Vivienda para 2018. 

Además, La Guajira registra más del 20 por ciento de las muertes por desnutrición en niños y niñas menores de cinco años a nivel nacional. De esa cifra, más del 75 por ciento de las muertes corresponde a niños y niñas indígenas, según Human Rights Watch

Aunque el acceso limitado a comida se debe a muchos factores, crear sistemas agropecuarios sostenibles en La Guajira es muy difícil porque no es un territorio con condiciones climáticas ideales. Las fuertes sequías son un ejemplo de esto.

En 2018 el IDEAM determinó que el déficit de lluvias en La Guajira era del 70 por ciento y sin lluvias cultivar es casi imposible. 

Sin embargo, la comunidad de Hirtu ha logrado mejorar sus condiciones sustancialmente gracias al trabajo conjunto entre ellos mismos y voluntarios de una ONG llamada Corporación Tepiapa, liderada por un hombre llamado José Alarcón.

Siembra
/ Corporación Tepiapa

El trabajo conjunto de la comunidad

José es un santandereano de 40 años, estudió filosofía y teología en la Javeriana de Bogotá, y luego decidió hacer una maestría en ética, de allí saltó a la academia. Fue profesor universitario en la Javeriana, La Salle y la San Buenaventura, pero después de un tiempo se aburrió.

“Yo sentía que a todo lo teórico de las Universidades le faltaba práctica. Por eso decidí que quería hacer algo al respecto,” nos dijo Alarcón.

Decidió fundar una organización que se dedicara a poner en práctica los conocimientos de distintas disciplinas en el servicio al servicio de comunidades que lo necesitaran.

Alarcón dice que “atravesado por ese deseo, decidí comenzar en La Guajira, porque sentía que era un lugar fascinante en el que se necesitaba poner en práctica acciones para mejorar el bienestar de las comunidades. Allí comenzó a operar la Corporación Tepiapa,” una ONG que ahora trabaja por el bienestar de los habitantes del departamento.

En 2019 Tepiapa conoció la comunidad de Hirtu, y desde entonces trabajan juntos en formas para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Una de ellas fue aplicar conocimientos agrícolas occidentales con métodos de siembra de comunidades indígenas para poder crear una huerta sostenible que pudiera servir para el autoconsumo.

Entre voluntarios universitarios y la comunidad de Hirtu diseñaron y crearon una huerta circular, en la que se intercalan zanjas y surcos para decantar el exceso de agua y así evitar que los cultivos se pudran.

Huerta circular
/ Corporación Tepipapa

Sin embargo, este tipo de huertas también permiten que el agua pueda ser aprovechada por tiempos más largos, pues evita que la gravedad se las lleve al subsuelo y absorbe el agua. “Funciona como un gotero que constantemente le riega agua a las plantas», nos contó Alarcón.

Para poder regar la huerta el equipo desplegó su creatividad, pues han utilizado excedentes de agua lluvia que queda en las calles. 

También es conveniente que la huerta está ubicada en un lugar relativamente cercano a una quebrada, a la que Andoh viaja frecuentemente para conseguir agua para regar los cultivos.

La huerta ha permitido que la vida de los habitantes de esta comunidad sea cada vez más digna. La vida de las personas de la comunidad de Hirtu.

Más allá de mejorar el consumo de alimentos, el trabajo comunitario entre el pueblo wayuu y occidentales les ha inspirado mutuamente. Hoy varios jóvenes de la comunidad de Hirtu buscan oportunidades para profesionalizarse y así acceder a mejores oportunidades, mientras que los voluntarios de la Corporación Tepipa siguen trabajando para ayudar en otras comunidades de La Guajira.