En el corregimiento tumaqueño de Imbilí Carretera se consolidó Innovation Space Imbilí. El espacio, además de contribuir a la formación académica de la juventud, es un entorno para crear comunidad y generar confianza.
Maité Rosales aprendió de sus ancestros, así como del territorio que ella hoy llama hogar, que es trabajando unidos, en comunidad, que se generan los cambios más profundos.
“Hay que fortalecernos entre nosotros y construir una juntanza que nos permita generar impactos y transformaciones fundamentales”, comenta.
Ese mensaje asociativo ha sido su hoja de ruta en cada acción que ha realizado desde la Fundación Juvenil Alto Mira y Frontera, que fundó, dirige y que es la responsable de proyectos de alto impacto comunitario en Imbilí Carreteta, un corregimiento fronterizo en San Andrés de Tumaco, como la Biblioteca Comunitaria Fundación Juvenil Alto Mira y Frontera, el Centro Tecnológico de Imbilí Carretera e Innovation Space Imbilí.
El último es el nombre que recibió la escuela de robótica del corregimiento que se creó entre el 2019 y el 2020 en profunda articulación con la Escuela de Robótica del Chocó y su fundador, Yimi García, y que hoy, además de ser un espacio de formación y fortalecimiento académico, es un lugar para generar confianza entre la juventud.
Imbilí, por su condición rural y fronteriza, es un lugar a donde llegan pocas oportunidades y donde existen diversos conflictos y tipos de violencias que en muchas ocaciones limitan a los jóvenes, les impiden expresar sus ideas y desenvolverse libremente.
Por eso, dice Maité, el objetivo fundamental de la escuela es la generación de confianza entre los jóvenes imbiliseños.
“Lo que queremos es generar confianza de los jóvenes en ellos mismos, que sientan que tienen la capacidad y que se crean el cuento de que son capaces de gobernar su propia vida, de decidir más allá de los miedos. Eso es vital”.
Una escuela para transformar el entorno
Hasta el momento, Innovation Space Imbilí ha graduado a dos cohortes que en total suman 63 estudiantes, 38 en la primera y 25 en la segunda promoción, que se graduó este primer semestre de 2022. Actualmente están trabajando para sacar una tercera convocatoria.
Y aunque, inicialmente, estas estaban pensadas para jóvenes de Imbilí, se presentaron y pasaron varios de otras comunidades de la Zona Uno del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera: Miras Palma, La Vega y La Loma, entre otras, todas en zona rural de Tumaco.
Todos los sábados y domingos, desde las 9 de la mañana hasta las 12 del día, y luego desde las dos de la tarde a las cinco de la tarde, llegan dos grupos de estudiantes a la escuela a capacitarse en temas de ingeniería, robótica y tecnología.
Pero mucho más allá que querer dar esas herramientas a los jóvenes, la escuela también apunta a que sean capaces de usarlas para solucionar problemáticas y necesidades de sus contextos inmediatos.
Así, los estudiantes de la escuela han generado proyectos como rampas mecánicas para movilizar las cargas desde del río hasta los camiones con mayor facilidad, una alerta contra inundaciones, filtros de agua para hacerla potable y de mejor calidad y sensores para mejorar el seguimiento a los cultivos locales, entre otras iniciativas que presentaron ante sus familias y la comunidad en una feria de proyectos que realizaron en la institución educativa del corregimiento.
“Fueron los chicos que idearon esas soluciones y eso es importante porque dejamos de decirles que son el futuro, para decirles que son también el presente, que construimos entre todos”.
Adicional a eso, Maité dice que uno de los efectos más positivos que ha tenido la Escuela es que tanto los jóvenes participantes, como sus padres y sus familias, creen cada vez más en los procesos que se gestan desde la Fundación y desde organizaciones sociales y comunitarias en general.
Eso es importante porque en un contexto nacional de constante amenaza para los líderes sociales, cualquier proceso u organización comunitaria necesita contar con todo el apoyo que pueda conseguir, comenzando por la confianza que los jóvenes y la comunidad depositan en ellos, así como de aquella que surge, posteriormente, gracias a los procesos.
Y aunque es precisamente la falta de alternativas y el conflicto lo que en muchos casos obliga a los jóvenes a llegar este tipo de espacios, Maité ve con buenos ojos esa acogida, pues son lugares donde la juventud puede alzar la voz y expresarse libremente, una necesidad que en Imbilí, así como en otras múltiples zonas del país, puede ser una sentencia de muerte.
“Creemos en ustedes y por eso hicimos estos espacios”
El contexto es, entonces, un factor determinante en la capacidad de acción que tienen las comunidades y sus organizaciones, sin embargo y muy a pesar de las múltiples y profundas complicaciones que existen en un lugar como Imbilí Carretera, Maité se niega a caer en el determinismo de la desesperanza y, más bien, motivada en una infinita confianza en la juventud: apostarle a las posibilidades de la perseverancia.
“Estamos generando confianza en ellos mismos, al tiempo que creamos espacios diferentes en un contexto en el que muchas veces no somos libres. Estamos diciendo: creemos en ustedes y por eso hicimos estos espacios”, comenta.
Por ello, ver a los estudiantes de la escuela en la feria que organizaron, presentando los prototipos de los proyectos con los que buscan solucionar problemáticas de la comunidad, “con voz y sin miedo», es un gran hito.
En ese sentido Maité insiste en que para hacer posible la sostenibilidad de este tipo de procesos, así como el surgimiento de nuevas iniciativas, es de fundamental importancia que desde la institucionalidad entiendan que las organizaciones sociales deben ser aliadas estratégicas de los gobiernos en los territorios, pues son las que conocen sus dinámicas, sus necesidades y sus intereses.
Pero, además, desde las organizaciones mismas debe haber también un reconocimiento para propender por la articulación y la asociación: «Trabajar en juntanza para generar transformación, porque este territorio lo arreglamos nosotros mismos, no podemos esperar a que otro venga hacerlo, pero eso implica tener capacidad de compartir experiencias y ayudar a levantar al otro cuando lo necesita» concluye Maité.
Todo eso siempre pensando en su objetivo fundamental: «Que los jóvenes digan ‘yo tuve la oportunidad de ir a la universidad. Tuve, hice, viví y miré otras opciones y nuevas posibilidades'».