La ‘berraquera’ de las madres antioqueñas que buscan la verdad detrás del conflicto

Madres de la Candelaria lleva 27 años trabajando en la búsqueda de desaparecidos y la resocialización de las víctimas del conflicto armado. Han entregado 882 casos documentados de desaparición forzada a la JEP.

Un 19 de marzo de 1998, Teresa Gaviria, motivada por el asesinato de su padre en el municipio de Necoclí y la desaparición de su hijo en la ciudad de Medellín, decide armarse de valor y salir a las calles de la capital de Antioquia, acompañada por otras dos mujeres en su misma situación, con las fotos de sus familiares, para buscar la verdad sobre lo sucedido. “Fue demasiado difícil porque estábamos en abandono total. Empezamos a caminar, a ver dónde nos podían atender para poder contar lo que nos había pasado; los fiscales y las administraciones se reían de nosotras”, relata.

Fue gracias al monseñor Armando Santamaría que encontraron, en la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, un lugar para alzar la voz por sus familiares. Poco a poco se fueron sumando personas a los plantones diarios en la plaza del Parque Berrío, haciéndose más fuertes y brindándose el apoyo que el Estado les negó. Ese acto de protesta, cuenta Teresa, surgió como idea ante lo precedido por las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, país que tuvo la oportunidad de visitar cuando trabajaba en el estadio Atanasio Girardot.

Doña Teresita, como cariñosamente le dicen quienes la conocen, trabajó 16 años como funcionaria en el estadio de la ciudad, hasta que la desaparición forzada de su hijo le quitó toda la paz y se vio obligada a abandonar su empleo. Desde entonces su lucha ha sido por la verdad, el perdón y la reconciliación, pues reconoce que para un país con tanto dolor, el odio no es la solución

Es así como en 1999 nace oficialmente, con personería jurídica, la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria, “como respuesta a las numerosas desapariciones forzadas, secuestros y homicidios en el marco del conflicto armado colombiano. Esta agrupa a un 92% de mujeres y 8% de hombres: madres, padres, esposas, hijos y familiares víctimas del secuestro, la desaparición forzada y demás violaciones de los derechos humanos. Buscan la verdad, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición de actos violentos, generadores de intenso dolor y múltiples sufrimientos”, informa la sitio web oficial de la organización.

Las Madres de la Candelaria también ofrecen educación y acompañamiento a los huérfanos de la violencia. | Foto: Cortesía - Madres de la Candelaria

Valga señalar que en Colombia se registran 80.472 desaparecidos producto de la violencia entre los años 1958 y 2018. Con estas cifras tan alarmantes, Madres de la Candelaria no se limita únicamente a la visibilización de las víctimas; también indagan y buscan a sus desaparecidos. En palabras de Teresa, se llenaron de «berraquera».

De acuerdo con la presidenta de la asociación, a la fecha han aportado 882 casos documentados de desaparición forzada a la Comisión de la Verdad y a la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz, producto de los esfuerzos de las por lo menos 896 personas que conforman la organización. Su tradicional plantón ya no es diario, pero se sigue haciendo todos los viernes y participan activamente en la reconciliación en pro de la paz con grupos de excombatientes.

“Nosotras decidimos que no nos quedábamos aquí encerradas en el atrio de la iglesia, sino que teníamos que salir. Nos decían que en tal parte hay fosas comunes; allá íbamos solas, cuando ya estaba plenamente identificada la fosa, se llamaba a las instituciones, venían y hacían las exhumaciones. Nos pegaron pelas, nos echaron a rodar por unas faldas, pero esos eran dolores mínimos, eran dolores físicos, no del alma, que era lo que nosotros buscábamos, sanar el alma, sanar este corazón, y nos enfrentamos varias veces; salíamos al Bajo Cauca, al Oriente Antioqueño, donde nos decían que había fosas comunes, allá estaban las Madres de la Candelaria”.
Teresa Gaviria
Presidenta de la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria.

Toda esta odisea las lleva a ser reconocidas en el año 2006 con el Premio Nacional de Paz, fruto de la visibilización de las víctimas del conflicto y los 113 desaparecidos recuperados y entregados a sus familias a día de hoy. Pese a esto, las amenazas persisten, pues reconocen que se han metido con «gente muy peligrosa». Esto, sin embargo, no las detiene, sus corazones anhelan encontrar a aquellos que llamaron padre, hijo, hermana, amigo, todos aquellos que un día no regresaron. Desean cerrar el ciclo y descansar de la ardua búsqueda que la violencia les obligó a ejercer.

Teresa Gaviria nació el 9 de enero de 1948, en el corregimiento Altamira, de Urrao (Antioquia). | Foto: Cortesía - Madres de la Candelaria

A estas madres no les bastó con ser buscadoras de verdad; también se convirtieron en restauradoras de vida. En 2005 deciden acoger a diferentes víctimas del conflicto en sus instalaciones, en el Centro Comercial La Playa, y empiezan con procesos de reconstrucción psicosocial. “Esto parecía el chillido de un costalado de pollos, la una lloraba, la otra lloraba, y yo en el medio”, recuerda Teresa, quien buscó en las universidades de Antioquia el apoyo necesario para restaurar la vida a quienes les habían robado la paz.

La Universidad de Antioquia, la Universidad Nacional y la Universidad Católica Luis Amigó prestaron profesionales que brindan, desde entonces, su conocimiento para llevar diferentes procesos, “estrategias de recuperación emocional con tres, cuatro psicólogos, un psiquiatra, hacer juegos didácticos donde ellos aprendieran, y después salir uno a las empresas y decirle: Yo tengo un hombre que es víctima, pero está emocionalmente muy recuperado, por qué no me ayuda y le da trabajito. Los niños los metimos al colegio que orientaba el padre Armando Santamaría, monseñor, aquí en San José, niños huérfanos del conflicto”, rememora Teresa.

Hoy Madres de la Candelaria sigue luchando por la verdad y reconstruyendo la vida de las víctimas del conflicto. Trabajan día a día por encontrar a los que la violencia de este país desapareció, para darles sepultura y cerrar el ciclo de dolor. “Nosotros todos los días estamos en un largo caminar, buscando los desaparecidos. Somos madres dadoras de vida, mantenemos la esperanza, porque no la hemos perdido durante estos 26 años que vamos a cumplir, de encontrarlos vivos o muertos, pero la idea es seguirlos buscando”, concluye Teresa.

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