La iniciativa, de la línea de investigación de ciencia participativa del Instituto Humboldt, busca generar inventarios de biodiversidad urbana en ocho ciudades con la ayuda de sus habitantes.
Armenia, Montería, Yopal, Leticia, Barrancabermeja, Pasto, Villavicencio y Manizales son las ocho biodiverciudades, ciudades (como su nombre lo indica) que integran la biodiversidad dentro de su plan de desarrollo, en las que se desarrollarán los Bioblitz.
Se trata, cuenta Yenifer Herrera, científica del Instituto Humboldt y coordinadora del proyecto, de una iniciativa que busca “aunar esfuerzos para obtener información de la biodiversidad presente en el tejido urbano, con la idea de que esta contribuya a la generación y apropiación de conocimiento acerca de la naturaleza en las ciudades”.
El proyecto, además de ser innovador por explorar la biodiversidad urbana, de la que no hay mucha información si se compara con los estudios que se realizan en lugares rurales o periurbanos, es particular porque la ciudadanía es uno de sus ejes fundamentales.
Bioblitz, cuyo nombre, dice Yenifer, es un juego de palabras en el que ‘bio’ hace referencia a vida y ‘blitz’ (que significa ‘rayo’ en alemán) a hacer algo de manera veloz, busca construir inventarios de esa diversidad de la mano de la ciudadanía..
A través de iNaturalista, una aplicación móvil, cualquier persona interesada en participar puede unirse al equipo del instituto en su ciudad y ayudar a construir ese inventario. “Queremos generar eventos en donde los ciudadanos se enfoquen en identificar especies de fauna y flora en áreas específicas de las ciudades”, dice Yenifer.
Y agrega: “Necesitamos conectar a la gente con la biodiveridad urbana. Uno conoce el jaguar, el puma, la danta, pero pocas veces se habla del sirirí, del copetón, de las especies que nos acompañan día a día en nuestras ciudades”.
"Vamos creando conocimiento biológico a escala local y en conjunto”
Las jornadas de Bioblitz tienen varias etapas en las que la ciudadanía es siempre protagonista.
En primera medida se desarrollan dos talleres: uno en donde, con ayuda de los locales, se identifican y priorizan los lugares específicos de la ciudad donde se llevará a cabo la observación y se definen las fechas en las que se realiza.
El segundo taller consiste de dos capacitaciones para conocer los grupos biológicos a estudiar: aves, herpetos (reptiles y anfibios), insectos, plantas y, en algunos casos, mamíferos. La segunda es para que las personas aprendan a usar iNaturalista, la herramienta para recoger los datos en terreno.
Teniendo ya definidos los lugares a donde ir, un equipo de especialistas del Instituto, acompañado de actores locales de la ciudad, van y evalúan el lugar: “Vemos, por ejemplo, la representatividad del ecosistema y si hay que pedir permisos hacemos eso también”.
Una vez eso está listo, se notifica a las personas y se realiza el Bioblitz, que dura dos días, y posteriormente una siembratón como ejercicio de cierre.
Ese último acto tiene lugar en áreas públicas previamente identificadas por el Instituto en alianza con las Alcaldías Locales con el objetivo de que estas se hagan cargo del mantenimiento de las especies que se siembran, que son nativas de cada una de las ciudades y con las que se pretende también enriquecer una iniciativa ambiental de la ciudad.
“En Montería, por ejemplo, se va a generar el Jardín Botánico del Sinú, entonces la siembra allá va a estar dirigida a enriquecer ese jardín botánico”, dice Yenifer.
Para ella, la construcción de conocimiento científico con público no experto se ha convertido en un insumo fundamental para investigar y conservar la biodiversidad.
Eso debido a que permite fomentar la apropiación social tanto de la biodiversidad, como de la información que se genera a su alrededor, que, a su vez, deriva en el fortalecimiento de la conexión entre la ciudadanía y la naturaleza, al tiempo que permite aumentar la información disponibles acerca de un tema poco explorado.
En ese sentido, en Armenia, ciudad donde se dio inicio al proyecto el pasado 25 y 26 de mayo y en el que participaron 65 personas, se reportaron 786 observaciones y 376 especies en los cuatro lugares donde estuvieron: el Parque de la Vida y bosques alrededor de la Universidad del Quindío, de un conjunto residencial llamado Parque de las Mercedes y de la sede de Comfenalco.
“Era muy interesante, porque las personas decían que esos lugares eran cercanos y cotidianos, pero que en muchos casos no los conocían o no sabían que existía tanta diversidad en ellos”, explica Yenifer.
Así, dice, se genera un proceso de ciencia colaborativa en el que no solo es el especialista el que recolecta la información, sino que hay un esfuerzo conjunto con la ciudadanía para hacerlo y eso permite realizar mejores y más precisas recolecciones de datos. Eso hace que la información que de allí se deriva sea de mejor calidad, pues, además, la comunidad aporta conocimiento local y empírico de las especies.
De esa manera, dice Yenifer, “vamos creando conocimiento biológico a escala local en conjunto”.