Cinco secretos que esconde el Capitolio Nacional

Desde 1872, hace 150 años, el Capitolio Nacional está en uso, albergando distintas instituciones del Estado. Colombia Visible habló con el historiador Felipe Arias Escobar para conocer algunos de los datos más curiosos sobre esta edificación, ubicada en el centro de Bogotá.

Cuando el historiador Felipe Arias Escobar habla del Capitolio Nacional, lo hace siendo enfático en que es un edificio que trasciende al Congreso, que funciona allí. 

Además, insiste, se trata de una construcción que pertenece a todos los colombianos y es, de una u otra forma, una manera para entender la historia del país. “El ciudadano puede acercarse a ese patrimonio y apropiarse de él. El Capitolio es un edificio público al que tenemos derecho todos los colombianos, sin excepción, de ir para conocerlo”, dice Arias.

Por eso, y con la coincidencia de que este abril el Capitolio Nacional cumple 150 de años, Colombia Visible consultó a Felipe para conocer algunos temas de interés del edificio ubicado en el centro de Bogotá.

Representa el proyecto republicano

Capitolio Nacional
Para Felipe Arias Escobar, el Capitolio Nacional es "la representación del proyecto político republicano en el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX”. / FOTO: Fundación Domopaz

Lo primero que explica Arias es que “el capitolio es un edificio que tiene unos valores para el patrimonio cultural de Colombia, con su historia, con una dimensión propia desde lo estético y lo cultural. Muchas personas lo estigmatizan por la imagen que tiene la opinión pública de la institución que funciona allí (el Congreso), pero hay otra forma de apreciar este edificio”.

En ese sentido, explica que desde 1872 ha sido utilizado por distintas entidades del Estado, siendo la principal, claro, el Congreso. Lo que se traduce en que el ejercicio de la democracia colombiana ha pasado por allí: “Es la representación del proyecto político republicano en el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX”.

No solo estaba pensado para el Congreso

En 1847, el arquitecto danés Thomas Reed fue encomendado por el entonces presidente, Tomás Cipriano de Mosquera, para que diseñara el edificio. Reed, explica Arias, planteó que el edificio albergaría a las tres ramas del poder público (Ejecutiva, Legislativa y Judicial).

Aunque a la larga esto no es así, el Capitolio sí ha sido el hogar de otras entidades del Estado. Es el caso del Archivo General de la Nación (que protege el patrimonio documental de Colombia), el cual funcionó en los sótanos de la edificación hasta 1938. O de la radio pública, pues los estudios de la primera emisora fundada en Colombia en 1929, la HJN, estaban en el Capitolio.

El historiador también resalta que tres asambleas constituyentes se instalaron allí. Sobre la más reciente, la de 1991, explica que, aunque se realizó en su mayoría en el Centro de Convenciones de Bogotá, tanto la instalación como la clausura de las sesiones se hicieron en el Capitolio.

Las obras de arte

Capitolio Nacional
El busto de Jorge Eliécer Gaitán hecho por la escultora Hena Rodríguez fue traslada al Capitolio Nacional después de recibir disparos en los años setenta. / FOTO: Fundación Domopaz

El Capitolio Nacional es también el hogar de trabajos de algunos de los artistas colombianos más reconocidos del país. 

Allí se encuentran, entre otros, los óleos de Ricardo Acevedo Bernal, instalados en los salones principales de plenaria del Congreso; los vitrales hechos en el taller del francés de Gustave Pierre Dagrant, que están en los salones Elíptico y Boyacá, y el mural Tres cordilleras y dos océanos, del maestro Alejandro Obregón.

Sin embargo, hay otras obras artísticas que no son tan reconocidas, pero que tienen un importante valor patrimonial. Uno de esos ejemplos es el Busto de Jorge Eliécer Gaitán que, después de recibir disparos de bala en los años setenta, fue trasladado al Capitolio Nacional. 

“Las investigaciones del Instituto Distrital de Patrimonio han establecido que la autora de la escultura es Hena Rodríguez, por lo tanto, estamos hablando, según el conocimiento que tenemos, de la única obra de arte que se conserva en el Capitolio Nacional que fue hecha por una mujer”, explica el historiador.

Sillas históricas

Capitolio Nacional
En el Salón de la Constitución están las sillas que funcionaron como las curules de los congresistas entre 1872 y 1986. / FOTO: Fundación Domopaz

En el Salón de la Constitución, el salón protocolario donde, por ejemplo, la oposición realiza las réplicas a las alocuciones del presidente de la República, se encuentra un elemento, o varios, que han sido testigo de la historia legislativa de Colombia: “Tiene unas sillas que datan de 1870. Tienen un monograma, una E, una U y una C entrelazadas en el espaldar, es decir, Estados Unidos de Colombia. Son un vestigio de esos usos que tenía el Capitolio en el siglo XIX durante el periodo federal”, cuenta Arias.

Además, esas sillas fueron las curules de los senadores entre 1872 y 1986. Y explica que los visitantes se pueden sentar en las mismas sillas que fueron ocupadas, en su momento, por Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Alfonzo López Pumarejo, Esmeralda Arboleda (la primera colombiana senadora) o cualquier otro parlamentario elegido en ese periodo.

De espaldas a la Catedral y otras leyendas

Capitolio Nacional
Una de las leyendas es que el Capitolio Nacional fue construido de espaldas a la catedral por las posturas anticlericales de Tomás Cipriano de Mosquera, el presidente que en 1846 le encomendó a Thomas Reed el diseño del edificio. / FOTO: Shutterstock

Más allá de los objetos que hay en el Capitolio, alrededor suyo se han gestado leyendas. Una de ellas, por ejemplo, es que su construcción no fue terminada. 

Tal idea surge de la existencia de planos de finales del siglo XIX y de principios del XX, que muestran unas cúpulas en la fachada del Capitolio que no existen. Sin embargo, explica Arias, esto se debe a que “se descartaron, porque la culminación definitiva de los trabajos del Capitolio fue entre 1910 y 1926”.

Otra teoría alrededor del Capitolio es que fue construido de espalda a la Catedral “para satisfacer las posturas anticlericales de la masonería, a la cual pertenecía Tomás Cipriano de Mosquera y también el arquitecto Thomas Reed”. Sin embargo, el historiador la descarta de un tajo, asegurando que no tiene fundamentos. 

Como tampoco lo tiene la que dice que “el arquitecto que culminó la obra volteó el plano y, por equivocación, el edificio se construyó al revés”. Y, aunque señala que no tiene sentido, también dice que una posible explicación es que hacia 1910 se tomó la decisión de que los salones de sesiones del Congreso no estuvieran en el centro del edificio, sino que se trasladarían al costado sur. “Eso hace que, a partir de 1915, los congresistas dejen de acceder al edificio por la Plaza de Bolívar y lo hagan por la calle Novena”.

Sin embargo, y aunque las desmiente, Arias concluye que “esas son demostraciones de cómo la cultura popular termina haciendo suyo el patrimonio histórico”.