Esta documentalista de 31 años busca narrar el mundo desde su sensibilidad como mujer indígena y promover la realización de proyectos audiovisuales en el territorio.
Mileidy Domicó cuenta con una trayectoria de más de diez años en el mundo audiovisual. Ha dirigido y colaborado en seis producciones que hoy son ejemplo de las transformaciones del cine indígena colombiano. Antes, los pueblos originarios aparecían solamente reportajes periodísticos. Hoy, en cambio, existe una amplia variedad de propuestas que generan conversaciones distintas de la estética, y de las historias en sí mismas, que son contadas por ellos.
Mileidy dirigió su primer documental en 2011, cuando aún era estudiante de comunicación audiovisual y multimedia en la Universidad de Antioquia. Lo tituló ‘Mu Drua’ (que traduce “mi tierra”). A través de él contó la relación con su familia, su historia como víctima de desplazamiento forzado a temprana edad y las tradiciones del pueblo indígena embera eyabida al cual pertenece.
“Mi necesidad era sentirme más conectada con mis abuelos y perdonar los contextos que me habían alejado de su lado. También perdonar el conflicto armado del país y el no sentirme del todo parte de la comunidad”, comenta la cineasta de 31 años. Su trabajo la llevó a ser galardonada con el premio India Catalina en la categoría de Nuevos Creadores en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (2012) y también a ser escogida como la mejor cineasta emergente en el Alucine Latin Film & Media Art Festival de Toronto, Canadá.
Aunque ingresó a la universidad sin saber muy bien de qué trataba el pregrado, ‘Mu Drua’ se le mostró como una ventana de oportunidades de todo lo que podía hacer y decir a través del cine. ‘La pantalla grande’ terminó siendo su gran aliada no solo para aterrizar la espiritualidad de su pueblo, sino también para mostrarles a otros, a partir de su sensibilidad como mujer indígena, que hay múltiples maneras de vivir.
Dice que nunca le ha interesado seguir los esquemas que plantea la academia para poder estructurar una idea producción audiovisual. Es decir, no le agrada eso de tener que responder primero el qué, cómo, cuándo y dónde. Ella parte del sentir; de la necesidad propia de la búsqueda de la sanación. Siempre prefiere priorizar el porqué de cada una de sus producciones.
Un claro ejemplo de eso es su tercera entrega, ‘Truambi’ (que traduce “canto”). En dicha película quiso regalarle a su sobrina una reflexión sobre cómo afrontar los problemas identitarios, una preocupación transversal en su obra ya que desde pequeña tuvo conflictos en su auto reconocimiento como indígena.
Este conflicto debe su origen, precisamente, al verse obligada a salir de Mutata (Antioquia) y tener que aprender a vivir en una urbe como Medellín. Eso la desconectó de temas claves dentro de la comunidad como las prácticas de medicina tradicional o la cercanía con las autoridades del resguardo. Sin embargo, al mismo tiempo representó una oportunidad para acercarse a la familia. Y también para explorar mejor esa «mayor libertad creativa» que ha sido fundamental en su producción.
“En ‘Truambi’ lo que le digo a mi sobrina es ‘yo pasé por lo mismo que tú, tampoco me sentía indígena. Sin embargo recuerda que acá estamos y que tienes un camino en el territorio para que entres a nuestro contexto si quieres’”, dice Mileidy, cuyo nombre originario es Keratuma, quien recientemente estuvo presentando dicho documental en la Feria Internacional del Libro de Bogotá y hablando, además, de la auto edición de un libro de poesía y cuentos indígenas que adelantó con la Red de creación intercultural Mingas de la Imagen –de la cual es miembro desde 2016-, en colaboración con el Colectivo Maya Snichimal Vayuchil (México).
Y es que, además de su trabajo como realizadora, Mileidy también se ha preocupado por acompañar a colectivos y cineastas con interés por narrar a las comunidades desde adentro. Hace parte del Consejo de Cinematografía y Audiovisuales del Departamento del Putumayo (CCADP) y además es coordinadora de la Red de Creación Intercultural Mingas de la Imagen.
‘Mingas de la imagen’, según lo define, es un trabajo colaborativo de “conversación, cooperación y construcción colectiva entre diversas lenguas, artes, espiritualidades y saberes”. Es decir, el proyecto reúne tanto a indígenas como no indígenas. Todos aportan, desde su campo, en la consolidación de redes, procesos, obras y exploraciones interculturales que dan como resultado productos audiovisuales.
Este trabajo conjunto es uno de los mayores aprendizajes que Mileidy adquirió con los años: “Al principio yo decía que todo debía hacerse entre indígenas (…) hay formas de abordar temáticas que deben ser anunciadas desde adentro, porque alguien de otro contexto no las interpretaría igual”, recuerda. Sin embargo, hoy es consciente que para cambiar paradigmas se necesita tocar las fibras de la sociedad en su conjunto.
Mileidy compara sus documentales con semillas. Cada fotograma, a futuro, se convertirá en un insumo que utilizarán las nuevas generaciones para aprender sobre la vida audiovisual indígena que, a diferencia del cine comercial, se reconoce por abordar temas muy específicos como el territorio, la gobernanza, la protección identitaria, el rescate de saberes, la tradición oral, entre otros.
La tradición oral es clave para entender el cine indígena. Además de ser en tema en sí mismo, también es lo que termina permeando ese estilo de narrativa un poco más dilatada, caracterizada por su ritmo pausado y su alto contenido poético.
“Para nosotros la conversación es una transferencia de conocimiento que representa la base de todo”, menciona. Tal es el caso de ‘Bania’ (que traduce «agua»), un cortometraje que cuenta la historia de Karagabí, el mito sobre el origen del agua que representa uno de los relatos fundadores del pueblo embera.
Mileidy dice que le gusta la técnica performática ya que con ella puede sentir que no solo representa a su pueblo, sino que ella también es pueblo. «Es decir, no todo pasa frente a la cámara, sino también dentro de mí».
El cine, de esta forma, se le ha mostrado como un puente para volver a conectar con su comunidad.
Además del aumento de cineastas indígenas en los últimos años, Mileidy también celebra que cada vez haya más encuentros de cine indígena en Colombia y a nivel mundial. Asimismo, resalta el importante aporte que ha tenido la plataforma de vídeo ‘Daupará’ en este proceso.
«A pesar de tener una política pública de comunicación indígena, los procesos a veces quedan desfinanciados y toca hacer auto gestión y alianzas. Sin embargo, hace unos diez años, eran las mismas cinco personas ‘ancestras’, como les decimos, que estaban en este cuento de la producción audiovisual indígena. Hoy el panorama es diferente. Tenemos mayor libertad en la exploración creativa y nuevos liderazgos al servicio de la imagen y sonido de nuestros pueblos. Ya hay festivales de cine que contemplan lo étnico en Cauca, Putumayo, Amazonas, La Guajira y Antioquia. Eso ha permitido que los compañeros se involucren más. El campo ha crecido», concluye.