El geco tinajero es una especie de reptil que solo se encuentra en el Parque Tayrona, en el departamento de Magdalena. Su rango de distribución es pequeño en comparación con otros reptiles y la Fundación Gecos quiere descubrir el porqué.
Desde temprano se escuchan los rastrillos rascar las hojarascas de los bosques tropicales de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Magdalena. Con pasos cautelosos, científicos de la Fundación Gecos recorren entre los árboles con sus ojos y oídos bien abiertos, a la espera de cualquier movimiento bajo las hojas secas.
De repente un ruido. Sus manos, ansiosas, se apresuran a agarrar todo el matorral, con la esperanza de haber atrapado un reptil diminuto que, de no buscarse con atención, pasaría desapercibido: el geco tinajero, cuyo nombre científico es Lepidoblepharis miyatai.
¿Qué lo hace especial? Es endémico del Parque Tayrona. En ningún otro lugar del mundo tiene presencia.
Liliana Saboyá, bióloga de la Universidad del Magdalena, explica, emocionada, que el geco tinajero es “más caribeño que cualquier caribeño que viva en el Caribe”. Actualmente hace parte de la Fundación Gecos, un proyecto de investigación y conservación que, pese a haberse consolidado legalmente en 2018, adelanta trabajos con esta especie desde hace 12 años.
El geco tinajero es pariente de las tuquecas. Sin embargo, a diferencia de ellas, estos viven en el suelo; en los bosques tropicales. Se hallan ocultos en las hojarascas, por lo que su búsqueda se torna más complicada. De hecho, muchas personas aún ignoran su existencia y, en materia académica, hay muy pocos estudios en torno suyo.
La Fundación Gecos, orientada hacia la herpetología, actualmente adelanta el trabajo más detallado sobre esta especie. Su objetivo es ampliar la información sobre su morfológica y área de distribución en el Caribe colombiano.
Liliana recuerda que entró a trabajar en la Colección Biológica de Anfibios y Reptiles de la Universidad del Magdalena en 2010. Allí, ella y su equipo de trabajo se toparon por primera vez con las muestras de estos lagartos pequeños, en el museo.
Durante varios años, el geco tinajero fue confundido con un pariente de la misma especie, el ‘Geco de Santa Marta’ (Lepidoblepharis sanctaemartae).
El proyecto de investigación comenzó formalmente en 2017, cuando la Asociación Zoológica de Londres lanzó una convocatoria para financiar proyectos de investigación de especies en peligro de extinción a través de su programa Age Of Experience. Todos los años la Asociación lanzan un índice donde incluyen características de ciertas especies y qué tan amenazadas están. Anualmente priorizan una zona diferente; esa vez el turno fue para América Latina. Y también para Lepidoblepharis miyatai.
Liliana recuerda que uno de los artículos que utilizaron al inicio de su investigación data de 1970. En él se describió la especie y se mencionó que había ejemplares en Bahía Gairaca, en el Parque Tayrona. Esos ejemplares los sacaron del país, a unas colecciones norteamericanas.
“Nosotros pasamos un trabajo que permitiera conocer cuál era la distribución de la especie. Hicimos varias salidas de campo, a lo largo del pie de monte de la Sierra Nevada de Santa Marta, para conocer las características de la vegetación que permiten que el animal esté o no, como la temperatura, humedad, etc”, explica Saboyá, quien actualmente adelanta sus estudios de doctorado en Estudios Ambientales y rurales en la Pontifica Universidad Javeriana.
El estudio de los años 70 extrajo los ejemplares del geco tinajero de Bahía Gairaca. Sin embargo, a principios de los 2000, unos biólogos hicieron otro inventario de la fauna reptiles y anfibia y reportaron una especie hermana del este geco, en Bahía Neguanje, la playa ubicada al lado.
“Al ver eso nos preguntamos: ¿Cómo es posible que el lagarto más abundante sea otro diferente al de Gairaca, si las playas están tan cerca?”, recuerda Liliana.
Dicha inquietud los llevó, nuevamente, a revisar el material de colecciones biológicas (que custodian la historia de la biodiversidad colombiana). Ese material está en una de las colecciones más grandes que tiene el país, la del Instituto Alexander Von Humboldt, en Villa de Leyva, Boyacá. Al hacerlo encontraron el error: no era el geco de Santa Marta, sino el geco tinajero.
A partir de eso determinaron que Lepidoblepharis miyatai debía tener presencia en más de una bahía del Parque Tayrona.
La primera parte del proyecto terminó en 2018, pero gracias a los exitosos resultados, el equipo de científicos consiguió un voto más de confianza, y más financiamiento, para continuar la investigación.
Allí surgió la necesidad de convertirse en fundación pues, al ver el nivel de desconocimiento de la población hacia la especie, era necesario pensar en una educación ambiental que generara un impacto en los bosques y las poblaciones aledañas al Parque, además del impacto académico.
Desde ese momento, el formuló un par de preguntas de investigación ambiciosas: ¿Qué factores determinan que la especie esté presente en cierto lugar? ¿Por qué tiene un rango de distribución tan pequeño? ¿Cómo la ha afectado la transformación del ecosistema con el paso de los años?
Sobre el rango corto de distribución, manejan una hipótesis principal relacionada con el levantamiento de La Sierra Nevada. Para explicarlo brevemente, es necesario entender que el Parque Tayrona representan ‘las patas’ de la Sierra Nevada de Santa Marta, pues es el lugar donde esta aterriza en el mar Caribe.
“Creemos que en algún momento ese levantamiento histórico generó un aislamiento en la especie. Eso lo estamos corroborando con análisis genéticos que enviamos a realizar en Australia”, explica Liliana. Además, como en La Sierra los bosques, el clima y la altura de los árboles cambia, el geco tinajero pudo tener obstáculos en su adaptación a este ecosistema diferente.
Esta especie fue incluida dentro del Libro Rojo de Reptiles en el 2010. En ese entonces, cuenta Liliana, se registró una población en el Ecoparque Los Besotes, que queda hacia el sur, cruzando la Sierra Nevada. Es decir, primero se encontraron ejemplares al norte del Parque Tayrona, y luego al sur, al otro extremo saltando la montaña.
“La única forma de que eso sea posible es que el animal esté distribuido en todo el pie de monte, rodeando la falda de las montañas de La Sierra”, explica la bióloga, quien luego de revisar nuevamente el material, y de hacer salidas de campo por esa zona, descarta su presencia en Los Besotes.
Todo este conocimiento que han acumulado alrededor de la especie ha impulsado a la Fundación Gecos a desarrollar jornadas educativas con poblaciones aledañas, como Tinajas y Colina de Calabazas. Allí, dictan una serie de talleres llamados ‘Cartografía Social’ en los que los pobladores hablan de los procesos de transformación del ecosistema, con el objetivo de determinar cómo se ha visto afectada la especie con dichos cambios.
Según Saboya, pese a que el Parque Nacional Natural Tayrona es una figura de protección, este también se ve afectado por las actividades que se desarrollan a su alrededor. Para ella, una de las fuentes de conocimiento más valiosas son los testimonios de las comunidades, pues son quienes conocen mejor el territorio.
De hecho, lograron hacer un libro sobre la especie con la ayuda de Jacana Jacana, el proyecto que también apoya a los niños de la Sierra Nevada de Santa Marta a escribir canciones a la naturaleza en lengua kogui.
“Nos hemos dado la tarea de crear herramientas didácticas para que la población no sienta que llegamos a imponer nada, sino que ella misma entienda el valor de este ‘animalito’ que solo está en esta región del mundo”, agrega Liliana.
El equipo de trabajo espera seguir “desbloqueando el mapa” de ubicación de la especie. Ya tienen certeza de su presencia en Bahía Gairaca, Neguanje y Bahía Concha. Su rastreo es como buscar una aguja en un pajar, pero 12 años de trabajo los ha convertido en expertos para encontrarlo.