Con cuerpo de guadua y sonido de selva, así son los violines caucanos que tienen su propia categoría en el Festival Petronio Álvarez.
Existen tradiciones que son víctimas del paso del tiempo y pareciera que sobrevivir no es su destino. Eso ocurrió con los violines caucanos o violines negros, uno de los muchos instrumentos típicos de la zona Pacífico de Colombia, principalmente en el norte del Cauca, en los pueblos de Buenos Aires, Santander de Quilichao, Caloto y Suárez.
Fue el Festival Petronio Álvarez el que se encargó de rescatar al violín caucano y lo puso a sonar de nuevo en los escenarios, cuando en 2008 abrió la modalidad de violines caucanos en el concurso. Gracias a eso, en el norte del Cauca la música tradicional de violines se posiciona nuevamente como fuerte de expresión cultural.
Esto incluso ha permitido que algunos artesanos lutieres (quienes hacen los instrumentos) puedan continuar con la elaboración artesanal de los violines caucanos, según cuenta la publicación ‘Violines Caucanos – Tejido territorial rural-urbano en el norte del Cauca y la Ciudad Región de Cali’.
“Gracias al Festival Petronio Álvarez, que fue el que impulsó esto, desde el 2008 salieron los violines de los rincones donde habían quedado colgados. Incluso ya hay niñas, jóvenes y adultas que son violinistas, cuando en esos primeros años, cuando yo aprendí a tocar, solo había hombres”, cuenta Luis Edel Carabalí, director del grupo Palmeras Violines Caucanos, de la vereda El Palmar, Santander de Quilichao, agrupación que ganó tres veces en el Petronio Álvarez en la ‘modalidad de violines caucanos’.
El maestro Carabalí espera que, con la ayuda del Petronio, la tradición del violín caucano continúe, porque “en el pacífico hay unas tradiciones muy hermosas como la música, las letras, las interpretaciones, como la del violín, que es tan diferente a la de los conservatorios. La diversidad es la que llama la atención y los violines caucanos se han ido haciendo historia, es más, en este momento están en proceso de convertirlo en patrimonio de la humanidad”.
El origen de este instrumento, que entre sus cuerdas alberga todo el sabor del pacífico, se remonta a los años de la esclavitud, cuando los conquistadores europeos trajeron de sus tierras los violines, para deleitarse con ellos en sus fiestas, sin imaginarse que los esclavos que los servían escuchaban aquel sonido y a escondidas trataban de imitarlo con lo que tuvieran.
“Los violines europeos tenían un proceso muy cuidadoso, mientras que los violines caucanos se hacían con lo que se podía, “a hacha y machete”, dice entre risas Carabalí. “Los violines por naturaleza son europeos, pero los violines caucanos nacen de la guadua, para que nosotros, los que no teníamos recursos para conseguir un violín convencional, pudiéramos inventárnoslos, tocar y aprender”.
Según el músico Ronal ‘Chambimbe’ Balanta el violín caucano llegó al territorio por dos caminos: por los jesuitas y por las haciendas esclavistas. “Los negros que llegaban de África, que también tenían unas costumbres musicales y una visión de lo que llegase a ser el violín, reinterpretaron su música con lo que encontraron acá y con lo que pudieron crear acá. Este violín es importante, porque trae una tradición que por décadas hubo en el Cauca y que fue la manera en la que se reinterpretó la música de ancestros esclavos”.
Contrario a lo que se podría pensar, el material del violín no generaba un gran cambio en su sonoridad. No obstante, el sonido del violín caucano usualmente sí tiene menos fuerza, pero eso ocurre porque su caja resonadora es más pequeña y, en tiempos pasados, también pasaba porque las cuerdas que utilizaban eran de un material mucho menos sofisticado. Estas dos características hacían que los violines tuvieran que ser afinados de manera diferente para lograr tener más volumen.
Por eso ‘Chambimbe’ Balanta considera que “el violín caucano es una manera de interpretación del instrumento. Es cierto que nuestros ancestros crearon violines artesanales en guadua con crin de caballo, pero el violín caucano no tiene una forma o sonoridad específica, pero sí es una forma interpretativa. Quienes la tocaban en el pasado eran campesinos que asumían el instrumento empíricamente, imitando lo que escuchaban”.
Por eso mismo Carabalí desmiente el mito que dice que el violín caucano “suena desafinado”. “Lo que ocurre es que quien lo ejecuta aprendió de una forma que lo hace sonar así. Quienes aprender a tocar violín en los conservatorios, y en la sinfónica, tienen una postura y un orden especial. Pero acá nosotros tocamos a nuestro estilo, con el alma y el corazón. Algunos músicos tenemos mejores bases, por ejemplo, yo aprendí de mi papá que era violinista y me enseñó a afinar el instrumento y a tocar de cierta forma. Pero si hay un violín que suena “desafinado”, esto pasa porque quien lo está interpretando lo aprendió a afinar de otra manera o lo toca de forma que suene así. Pero no es que el instrumento sea desafinado, eso tiene que ver más con el músico”.
Para muchos aún puede sonar extraño que en el universo sonoro tradicional del pacífico, haya cuerdas como las del violín que parece tan lejano a los espacios de fiesta y alegría del Petronio, pero para empezar a descontextualizar este instrumento y volverlo común en los oídos, ‘Chambimbe’ Balanta recomienda escuchar del grupo Son Balanta la canción ‘Pipilongo’.