Los Cedeño: guardianes de las tradiciones musicales de la Orinoquía

Por las venas de la familia Cedeño corre la sangre de la música llanera: una tradición que se mantiene intacta entre generaciones.

Los Llanos son una tierra de relatos, en donde los cuentos de las zonas rurales, los mitos y la poesía se combinan con el sonido de las cuerdas de arpas, bandolas, cuatros, con el resonar de las maracas y la fuerza de todas las variaciones de cantos tradicionales que existen en la Orinoquía. En Yopal, una casa ubicada en el centro industrial de la ciudad es testigo de ello. Es la casa de Ramón Cedeño

Al entrar por la puerta metálica que da hacia la calle, se siente un ambiente vibrante. Es una casa angosta y larga, por donde caminan las gallinas y un pequeño gato negro que adoptó la familia. Al fondo sobresale un taller lleno de maderas, moldes para cuatros y bandolas en proceso de construcción. 

Sin embargo, es la pared de la entrada la que se roba el protagonismo. En ella, están colgados viejos recortes de prensa de distintos periódicos, unos en sepia, otros a color, algunos en idiomas diferentes, uno de ellos en mandarín; pero todos tienen en común que llevan impresas dos palabras: “Ramón Cedeño”

Ramón Cedeño ha recorrido distintos lugares del mundo llevando la música llanera con su arpa. / FOTO: Andrés Pacheco
Ramón Cedeño ha recorrido distintos lugares del mundo llevando la música llanera con su arpa. / FOTO: Andrés Pacheco

Ese archivo de prensa contiene noticias de distintas presentaciones que el hombre ha dado a lo largo de su carrera como músico y, específicamente, como un maestro de la música llanera. Ha conocido el mundo gracias a su arte.  

Ramón nació en Arauca, y con el tiempo se mudó a Yopal, Casanare, donde vive actualmente. A sus 14 años aprendió a tocar arpa, el instrumento que mejor interpreta, y luego aprendió a tocar el cuatro y la bandola. En los años ochenta, comenzó a dedicarse a fabricación artesanal de instrumentos y, aunque algunos le dicen lutier, es probable que el valor de su trabajo radique en un título distinto. 

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“El maestro Cedeño es un constructor artesanal de cuatros y bandolas. A diferencia de muchos lutiers, él trabaja ‘al ojo por ciento’. Con los moldes que él mismo ha hecho, porque aprendió de carpintería. A algunos cuatros les coloca dibujos, a otros no. Todo es muy artesanal, a diferencia del oficio de los lutiers que incluye física y matemáticas. El valor de sus instrumentos radica en que es él el que los hace, y que a sus 76 años sigue haciendo”, señala el cuatrista y docente Luis Pino.  

La construcción artesanal de instrumentos se ha convertido en una de fuente de ingreso para Ramón Cedeño. / FOTO: Andrés Pacheco
La construcción artesanal de instrumentos se ha convertido en una de fuente de ingreso para Ramón Cedeño. / FOTO: Andrés Pacheco

Hace unos meses, la Fundación Palmarito y la Fundación Cunaguaro le compraron varios cuatros, que hoy se encuentran en el colegio de El Algarrobo, un corregimiento de Orocué, al sur de Yopal. 

“Me cayeron esos cuatricos del cielo, porque con lo que me pagaron pude construir esa pared en mi casa”, dice con emoción Ramón Cedeño, señalando una pared de ladrillos que separa su propiedad de la de su vecino. 

Y la sangre de músico que tiene Cedeño se la transmitió a su familia. Todos sus hijos tienen algún conocimiento de música e, incluso, varios de sus nietos también. 

Una de sus hijas es Lisbeth, que estudió Psicología y hoy se dedica a la política en Yopal, pues es concejal del municipio. Sin embargo, el arpa y los cantos del Llano la acompañan todos los días, ya que sigue cantando y tocando como solista y, junto a su padre, en la privacidad de su casa o en presentaciones en Yopal. 

La tercera generación, la que está compuesta por los nietos de Ramón, también heredó la vena artística, aunque en algunos casos sus propuestas se salen de lo clásico, pero conservando la tradición. 

Salomé y Lisbeth son dos mujeres que preservan la tradición musical de la familia. / FOTO: Andrés Pacheco
Salomé y Lisbeth preservan la tradición musical de la familia. / FOTO: Andrés Pacheco

Ese es el caso de Salomé, hija de Lisbeth y nieta de Ramón, es arquitecta y hace parte de un grupo llamado El Yopo, un nombre en honor al fruto que inspiró el nombre de la capital de Casanare. Salomé toca las maracas y el cuatro, y fue su familia la que le enseñó lo que sabe. 

En El Yopo, la música llanera se fusiona con el rock, con el ska y con jazz. Las maracas de Salomé han acompañado conciertos que ha llevado a cabo en Yopal y pronto estarán presentes en la Media Torta de Bogotá, en una presentación en el marco de Rock al Parque.  

Sin embargo, para ella lo importante es preservar la tradición que ha heredado. De acuerdo con Salomé, “siempre que toco el cuatro es a mi manera, que es la que me enseñó mi abuelo Ramón, la que me enseñó mi mamá. Siempre es con estilo llanero, a pesar de que toque rock, o cualquier otra vaina. Lo que busco idea es mantener la cultura”.  

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