Luego de más de una década como combatiente, Olider Barco cultiva una exitosa carrera como cantante de música norteña y popular, con la que ha logrado ganarse el perdón y el corazón de las personas.
Para Olider Barco, ser músico y cantante es ser revolucionario. Dice que la persona revolucionaria es una persona de cambio, algo que hizo cuando canjeó los fusiles por las guitarras y su vocación de cantar.
Olider nació en Planadas, en el sur del Tolima, a principios de los años 80. Abandonado por sus padres, desde los nueve años tuvo que hacerse cargo de sus hermanos menores. Pocos después, luego de cumplir 13 y a causa, sobre todo, dice él, “de haber quedado solito, porque yo siempre quise tener un papá que me guiara, fue que yo llegué a las Farc, por estar ahí solo”.
Cuenta que de a poco fue cayendo en entornos conflictivos y violentos, de juego y bebida, y que eso le fue endureciendo el corazón, hasta que llegó a la guerrilla, a enfrentar una guerra.
Allí pasó poco más de seis años, en diferentes frentes, hasta que se salió de la guerrilla y poco tiempo después, en el 2004, estando en Pilatito, Huila, lo capturó la Policía.
Y fue en la cárcel que consolidó su pasión por la música, una que, sin embargo, comenzó a cultivar desde niño. “Yo soy de vena artística: mis tíos eran músicos, tocaban guitarra y cantaban música campesina, hay uno que es hasta violinista y maneja muy bien los instrumentos en general”, dice Olider.
Además, cuenta, de niño cantaba entre los cafetales mientras trabajaba como jornalero en el sur del Tolima, “pero nadie me ‘paraba bolas’, y me decían era que la música no era una carrera para la gente pobre”.
Más tarde, estando en la guerrilla, solía participar como cantante de música revolucionaria en los eventos culturales que se realizaban en los campamentos y en los que también participaba población campesina.
En la cárcel de Bucaramanga, donde finalizó su condena de 13 años, grabó, con la ayuda de Los bacanes del sur, un grupo musical del Caquetá, sus cuatro primeras canciones: Tolima querido, El Patrón, Dolor tras las rejas y Te amo, siendo esa última la que más éxito tuvo en emisoras comunitarias y departamentales, así como en redes sociales.
Del Sur (del Tolima)
‘El As del Sur’ fue el nombre artístico con el que Olider decidió bautizarse, “porque, como el as en una baraja, creo que no soy una persona de la montonera, sino una persona campeona, y también porque soy del sur del Tolima”.
Hace corridos y música norteña y popular. Además, desde que salió de la cárcel, hace cinco años, gracias a la firma del Acuerdo de Paz de La Habana, ha grabado otras cinco canciones, ya no en los estudios de centros de reclusión, sino en espacios profesionales en Ibagué y Caquetá.
Con ellas, que suenan en emisoras comunitarias y departamentales, y que comparte también vía Youtube y redes sociales, ha logrado ya crear un nombre que, según cuenta, las personas reconocen.
Y es que, dice, cuando no está en el cafetal, donde continúa trabajando como recolector, “estoy en entrevistas en emisoras. He ido a Putumayo, a Casanare, a Bogotá, a Ibagué, diferentes partes del Huila, y al Caquetá”.
Es así, que para Olider la música ha sido no solo una gran pasión, sino una herramienta muy efectiva de reincorporación a la vida civil y, en ese sentido, de construcción de paz.
“Las personas me miran como el ‘As del Sur’, como cantante y compositor, y no como guerrillero, que lo fui, y aprendí muchas cosas buenas estando allá como el respeto, la disciplina, la educación y la honestidad; pero ya no soy eso. Las personas nunca me han señalado, por medio de la cultura he sido aceptado”, explica.
“Mi vida ha sido diferente desde que comencé con la música”
Dice Olider que lo suyo es el despecho: “no es que yo mantenga despechado, pero nací con un sentimiento muy personal del despecho”.
Así, entonces, la mayoría de sus canciones son de amor y de desamor, de mujeres y desengaños, aunque también dice que le canta a la agricultura, a su tierra, al campo y a sus oficios, “son como los sueños míos”, comenta.
Hace poco, por ejemplo, grabó una canción llamada El cafetero, y aunque no es de su autoría, sí le hizo los arreglos y, en este momento, está teniendo una gran acogida. Según Olider, esta es un homenaje a todos los productores de café: desde el andariego y el recolector, hasta los patrones y los dueños de grandes cultivos, así como un intento por desviar la mirada del campesino de la coca y presentar al café como un producto de alta importancia comercial.
Pero, además, Olider dice que con sus canciones también quiere “llevarle amor a la gente” y por eso, dice que ser cantante y músico es ser revolucionario. Afirma que tanto el artista como el revolucionario son personas de amor y de hermandad, y que eso es lo que él se considera hoy en día.
“A través de mis canciones siembro amor, pasión, dulzura, intento expresar esos sentimientos del corazón, y creo que eso me hace un revolucionario”
Y agrega: “Mi vida ha sido diferente desde que comencé con la música. Ella me ha enseñado a ser una persona diferente, a ser respetuoso conmigo mismo, con los demás y con la cultura, a no meterme en problemas”.
Con eso, en últimas, Olider busca enviar un mensaje de esperanza, “de que los sueños se pueden lograr”.
Y aunque, dice que todavía está “bregando” por hacer el suyo realidad, pues lo que quiere es ser reconocido a nivel nacional e incluso mundial como artista, sostiene que se sorprende de hasta dónde ha llegado en su proceso, con el que ha podido remediar un “pasado de equivocaciones que uno comete como ser humano” y, de esa manera, contribuir, desde la cultura, a la construcción de paz en Colombia.