Para este grupo de mujeres afrodescendientes del norte del Cauca, el empoderamiento económico garantiza y protege la individualidad.
“Para mí las mujeres somos dadoras de vida. Somos quienes unificamos la sociedad, quienes construimos paz y traemos voz de esperanza. Somos resilientes y conciliadoras. Creo que sin nosotras en el mundo no habría construcción, porque somos tolerantes y encontramos salidas a las dificultades”, opina Gloria Bermúdez Carabalí, representante legal de ASOM.
Para ella es vital ayudar en el empoderamiento femenino, tanto en el ámbito político y social, como en el económico. Además, considera que esto “conlleva a la prevención de violencias basadas en género y también a la reivindicación de nuestros derechos”.
Es por eso que, en 1991, se creó la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca -ASOM, un espacio seguro en el que se pudiera hablar sobre derechos y las necesidades de las mujeres en la región.
Clemencia Carabalí Rodallega fue quien llevó la propuesta a las diferentes comunidades del Cauca, donde sabía que ya existían organizaciones y procesos mixtos, para que unieran sus voces y tuvieran mayor eco.
Gracias a su gestión ASOM se constituyó legalmente en 1997, con un importante anclaje en el municipio de Buenos Aires.
Aunque en un principio la organización estuvo integrada por 17 grupos, en el 2000, según relata Bermúdez, la organización se vio impactada por el conflicto armado y muchas integrantes fueron víctimas del desplazamiento forzado.
Es por ello que en la actualidad ASOM cuenta con nueve grupos de mujeres en los 10 municipios de la región norte del departamento del Cauca, además de tener presencia en Corinto, Miranda, Suarez, Santander, Caloto y en la costa Pacífica colombiana.
En estos espacios se articula con otros procesos de la zona, para incidir en la participación efectiva de las mujeres en la creación de políticas públicas y en los acuerdos de paz.
Para Carmen Gómez, integrante de ASOM, su vida cambió drásticamente desde que entró a la organización, porque, según ella, “he aprendido a defender mis derechos, a reclamar lo que me corresponde y también a vivir en sociedad”.
Gómez siente que ASOM se ha convertido en una familia, en su red de apoyo, “porque cuando uno está en comunidad y tiene problemas o se siente cohibido, puede ir al grupo a hablar sobre lo que sucede. Allí entre todas buscamos soluciones y eso permite que uno llegue más descargado a la casa”.
Por su parte, Angie Paola Carabalí Larrahondo, otra integrante de ASOM, considera que “el empoderamiento de la mujer en estos sitios vulnerables es de suma importancia, por el papel que cumplimos en la sociedad, como núcleo de la familia. El empoderamiento nos hace resilientes y resistentes para persistir en estos territorios y en nuestras tradiciones”.
La economía, un eslabón de empoderamiento femenino
ASOM tiene tres líneas de acción: derechos humanos y étnicos; desarrollo sostenible; y formación y capacitación.
A través de la segunda buscan garantizar que las integrantes tengan herramientas para prevenir la violencia. Esto lo logran por medio de actividades económicas, culturales y ambientales que contribuyan a la seguridad alimentaria y monetaria de la mujer, para que puedan ser autónomas.
Esto, según lo explica Bermúdez, ayuda a disminuir la violencia de género porque evita que la mujer sea dependiente de su pareja o un tercero que pretenda subyugarla.
“Tenemos fincas de pancoger donde se planta café y plátano y se crían pollos, peces y gallinas ponedoras. Con todo esto se busca prevenir la violencia económica. Si se es autónomo en la toma de decisiones, es más difícil que esa persona sea violentada por su pareja. Nuestra meta es garantizar la solvencia económica de todas las 230 mujeres de ASOM”, aclara Bermúdez.
Para lograrlo, a organización siente que hacen falta canales de comercialización y por eso están adecuando un espacio en el municipio de Santander, en el que podrán concentrarse «como mujeres y pueblo negro», para tener un punto de venta de sus productos.
De igual forma, ASOM plantea una forma de resistir en el territorio, manteniendo las costumbres ancestrales en el cultivo, la pesca y la conservación del medioambiente.