El programa Rompiendo Fronteras, de la Fundación Hablemos, apadrinó a 15 emprendimientos de Villa del Rosario, en Norte de Santander, para fortalecerlos en temas como mercadeo y contabilidad.
“Queremos generar riqueza en nuestro territorio, que esta rotación de dinero se quede en el Área Metropolitana de Cúcuta, que se invierta y la economía ande” para los emprendimientos. De esa manera, Arturo Rodríguez, coordinador del proyecto Rompiendo Fronteras de la Fundación Hablemos, explica la razón de ser de Rompiendo Fronteras, un proyecto que cuenta con financiamiento del Gobierno de Alemania y de la Unión Europea.
Esta es una iniciativa que busca un “fortalecimiento integral” en 15 emprendimientos realizados por habitantes de Villa del Rosario, en Norte de Santander.
Para conseguirlo, explica Arturo, se realizaron capacitaciones personalizadas “de acuerdo a las debilidades de cada uno de estos emprendimientos, que se notaron en un diagnóstico previo. Y también se hizo un acompañamiento con un recurso, 3 millones de pesos por emprendimiento, para comprar maquinaria, equipo o materia prima y que tengan un soporte financiero”.
La convocatoria inició en agosto de 2020, cuando se presentaron 166 solicitudes. De esas, se eligieron 45 a través de distintos criterios como territorialidad, legalidad y pertenencia evaluados por el Gobierno de Alemania, entre otros. Y, entre esos 45, un comité de selección eligió a los 15 a finales de noviembre de 2020.
Arturo resalta que Rompiendo Fronteras es un proyecto que tiene enfoque de género, jóvenes y migrantes. Así, 8 de los emprendimientos son de jóvenes (14 a 24 años), 10 de mujeres y 9 de migrantes. Porque, como indica él, un emprendimiento puede estar en varias categorías: “si se trata de una mujer de 18 años y es venezolana, cumple con las tres”.
Después de elegir, continúa, se realizó un diagnóstico para entender el estado actual de los proyectos en temas como costos, producción, mercadeo y marco legal, entre otros. Con esta información se realizaron “diez talleres personalizados”.
Sobre esto, Arturo enfatiza en que “tenemos una metodología de incubadora social, con la que buscamos una metodología asequible, talleres prácticos y que los ejercicios se desarrollaran con base en sus emprendimientos, no con ejemplos ficticios”.
La primera fase de Rompiendo Fronteras cerró en agosto de 2021, aunque se continúan haciendo asesorías con los 15 emprendimientos beneficiarios, mientras, en la actualidad, se eligen a las siguiente 15 iniciativas. Colombia Visible habló con tres de los beneficiados de la primera etapa del programa de la Fundación Hablemos.
“Queremos aportar un granito de arena al país que nos abrió la puerta”
Scarleth Montoya
Panadería y Pastelería El Andinito RS
“Recuerdo que la esposa del barbero de mi pareja me dijo: ‘Oye, mira que hay una fundación que ayuda a los emprendimientos, si quieres ahora te paso la información’”. Scarleth Montoya cuenta que así se enteró, en 2020, de la convocatoria de la Fundación Hablemos para emprendimientos en Villa del Rosario. Cuando lo supo ya llevaba, junto con su pareja, varios meses vendiendo productos de panadería.
“Cuando comenzó la pandemia”, dice, “yo trabajaba de empacadora en una panificadora cerca a la casa y mi pareja no tenía trabajo, pero sí su oficio de panadero y repostero, y la idea de que nos volviéramos independientes”. Scarleth decidió apoyar esa idea y sacó un préstamo para comprar un horno y utensilios bancos. Ese fue el origen de El Andinito RS.
Sobre el nombre de la empresa, explica, surgió porque “queríamos hacer etiquetas para nuestro producto y de ahí nació El Andinito RS, sus iniciales y las mías, y El Andinito porque en mi país, Venezuela, dicen que el pan más rico lo hacen los gachos, es decir, los andinos”.
Sobre los talleres, dice, les sirvieron para entender temas como marketing y contabilidad. Sin embargo, tiene un recuerdo en particular: “Lo más bonito fue el último día, porque en el último taller se habló de igualdad. Ojalá que nadie olvide eso, darle trabajo a alguien sin importar cuál sea su género, porque todos tenemos necesidades y todos somos diferentes”.
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“Yo no era la única perdida para crear un emprendimiento”
Emely Contreras
Coshita Mía
Antes de la pandemia de covid-19, Emely Contreras solo tenía una idea. Sin embargo, cuando empezó en 2020, decidió, como dice ella, dar el primer paso.
“En ese entonces, mi emprendimiento, Coshita Mía, era solo virtual. Manejamos el tema de estampados y sublimados (en textiles). Yo soy ilustradora digital, entonces si un cliente desea una fotografía de familia, hago las ilustraciones y las sublimo sobre objetos como buzos, gorras, mugs y otras cerámicas”, cuenta.
De Rompiendo Fronteras se enteró cuando ya estaba llevando a cabo su emprendimiento. “Cuando di el primer paso, crear las redes sociales, me di cuenta de que yo no era la única perdida en temas de emprendimiento y de que había un grupo de personas que podía ayudarnos a seguir, a no quedarnos estancados”.
En los talleres recuerda que les explicaron desde temas relacionados con redes sociales hasta manejo de clientes o financiero, “que para mí era algo completamente desconocido”. Esos talleres, dice, le permitieron ir más allá del mundo virtual: “Hoy en día tengo un espacio fijo, una vitrina donde ahora expongo mis productos”.
“Recibimos apoyo en conocimiento”
Jhoel Villamizar
Insumos Orgánicos Ersa
“La empresa fue idea de mi papá, hace unos doce años. Lastimosamente, él desapareció por culpa del conflicto armado en 2013. Y con la necesidad de salir adelante, yo implementé la producción a mayor escala”, cuenta Jhoel Villamizar sobre el origen de Insumos Orgánicos Ersa, una empresa agropecuaria que inició con la elaboración de abono de lombriz sólido y abono de lombriz líquido.
Desde hace cerca de dos años, además de abono, ampliaron sus ofertas hacia la piscicultura. Aprovechando que “trabajamos con la lombriz roja californiana para producir el abono y también la empezamos a utilizar para alimentar peces como la cachama, la mojarra roja, el bocachico, la carpa y el bagre blanco».
Con el financiamiento de la Fundación Hablemos, adquirieron tanques y motobombas eléctrica y de gasolina. Además, dice, “gracias a ellos he conocido más comunidad, conocí de otros proyectos similares en producción agrícola”.
Sobre el por qué importan ese tipo de apoyos, Jhoel asegura que existe una necesidad en su corregimiento, Juan Frío, porque “hay mucha población migrante. Yo trato de darles empleo, así sea por temporada, pero se deben fortalecer iniciativas como esta en áreas agropecuarias”.