La Fundación Grupo Conserva vinculó a 25 familias campesinas en un proyecto de restauración ecológica de zonas de influencia aledañas al Parque Nacional Natural Chingaza. Allí encontraron una alternativa de ingresos y de recuperación de saberes.
En las últimas semanas, el Parque Nacional Natural Chingaza ha estado en el foco de la discusión nacional a la raíz de la disminución de los niveles de agua de sus embalses, afectando el abastecimiento del recurso en Bogotá y varios municipios aledaños.
Aunque la situación es crítica (la capacidad de los embalses llegó a estar en un 15,87% en abril), en el territorio existen iniciativas que llevan años trabajando para proteger la integridad de los ecosistemas del parque. Particularmente, se destacan los esfuerzos de comunidades campesinas que viven en la zona de influencia de la reserva que trabajan en la protección de los bosques altoandinos, fundamentales para mantener la diversidad de especies y para regular el clima y el flujo hídrico.
Varias de ellas se integraron alrededor del Grupo Conserva, una fundación que, desde hace dos años, se ha dedicado a promover la participación de las comunidades rurales vecinas del Parque a través de estrategias de conservación y restauración ecológica.
Es una iniciativa creada por Germán Parra, un campesino local, que quiso asegurarse de que la comunidad tenga voz y voto en la forma en la que se ejecutan los recursos económicos que se destinan a la protección del parque:
“Comenzamos a hablarles a los vecinos de la importancia de proteger la franja antes del Parque, pero sabemos que con hambre no hay conservación. Entonces buscamos aliados para impulsarlos a conservar y, al tiempo, diversificar sus ingresos”, explica Parra.
Por esa lista de socios han pasado organizaciones como WWF, el programa Herencia Colombia y Parques Nacionales Naturales de Colombia; entidades que han hecho más fácil la labor de los integrantes del Grupo Conserva en la siembra de más de 13.000 árboles.
Actualmente hay 25 familias vinculadas en la restauración de tres tipos de áreas: las afectadas por deforestación a causa de potreros creados para el mantenimiento del ganado, las reservadas para conservación por iniciativa de los propios campesinos y los predios estratégicos que limitan con el Parque.
Dichas familias están distribuidas en Choachí, Fómeque y La Calera, tres zonas clave que, según Germán, funcionarán como barreras protectoras del páramo, teniendo en cuenta que en las áreas que rodean al PNN se concentran las mayores presiones ejercidas por factores externos, como la expansión de la frontera agrícola y ganadera.
“Las personas de las fincas en las que estamos trabajando tienen alrededor de tres hectáreas cada una. Yo no podía decirles que me dejaran una hectárea solo para sembrar árboles, eso los empobrecía más. Tuvimos que mirar qué alternativas les dábamos para generar ingresos conservando”, agrega Parra.
Así surgió ‘Raíz emprendedora’, un proyecto con el que Grupo Conserva proporciona, a campesinos interesados, insumos y acompañamiento técnico para cultivar semillas. Una vez que los árboles cumplen con ciertos parámetros, la fundación los compra como estrategia para diversificar las fuentes de ingresos de los agricultores más allá de la ganadería o la producción agrícola a pequeña escala.
«Cada paso que damos hacia la sosteniblidad es una semilla plantada hacia un futuro más verde. Al cuidar de nuestra tierra, cosechamos vida y sembramos sueños para las próximas generaciones«, comenta Parra.
Es por esa razón, agrega, que el Grupo Conserva se alió con la Institución Educativa Departamental Rural Integrado La Calera para fortalecer la investigación de jóvenes de bachillerato.
Allí adecuaron el vivero escolar para que los estudiantes aprendan sobre el manejo de las semillas y el cuidado de plántulas de especies nativas de la región.
«La conservación siempre debe estar inmersa en la comunidades. Nosotros tenemos conocimientos ancestrales invaluables para la preservación de los ecosistemas«, concluye el líder comunitario.