‘Un tinto para la memoria’ es una iniciativa creada por adultos mayores de Fuentedeoro para evitar el olvido y construir paz a través del relato de sus vivencias.
Dice el dicho que ‘el que escucha consejos, llega a viejo’ y Nivia Suárez no puede estar más de acuerdo. Ella, de 67 años y oriunda del Tolima pero criada en Manizales, dice que las personas mayores, como ella, tienen un conocimiento que no tiene nadie más, pues han tenido la mejor maestra y escuela: la vida.
“Por eso a mí me gusta aconsejar bastante a la gente para que brieguen a hacer las cosas bien y no mal”.
Fue madre cabeza de hogar, es líder comunitaria en Fuentedeoro, Meta, representante de la tercera edad en la Mesa de Víctimas de ese municipio y líder e integrante de la iniciativa Un tinto Para la Memoria, creada por personas mayores del municipio como espacio de construcción de memoria histórica y reparación simbólica.
“Yo sé muchas cosas por todo lo que me tocó vivir” dice.
Tiene gratos recuerdos de su juventud, que pasó en el campo, rodeada de la abundancia que de él se deriva. Cuenta que vivía en una finca donde lo único que había que comprar era la carne, el resto se los daba la tierra.
“Se levantaba uno y le tenían chocolate con arepa, después las medias nueves, el almuerzo, las onces que eran a las cuatro y por la noche la comida, que eran fríjoles con coles y sidra. Uno comía mucho, no se miraba el hambre para nada”.
Ya de adulta, la suerte la llevó a Miraflores, en el Guaviare, donde quedó sorprendida y encantada con la productividad de sus tierras: “Se daba un racimo de plátano sin echarle abono”,cuenta.
Allá tuvo un restaurante, fue comerciante y trabajó en la alcaldía de gerente de la empresa de electricidad.
Vivía contenta, tranquila, siempre pendiente de echarle una mano a quien la requiriera, siguiendo aquel instinto asociativo inherente al campesinado, que dice heredó de su mamá.
Pero esa tranquilidad se fue extinguiendo conforme comenzó a llegar la guerrilla, que trajo consigo al ejército y con ellos las persecuciones, las amenazas, la zozobra, las balas y la guerra.
Miraflores, una vez tierra prospera, se convirtió en un campo de batalla donde con la misma facilidad y rapidez con la que crecía el plátano, comenzó a crecer la angustia, de la que Nivia fue testigo.
“Yo sé muchas cosas, ví muchas cosas, sé qué pasó con esos grupos, qué hicieron, cómo fue. Vi pasar por la finca a policías secuestrados, incluso vi a Ingrid Betancourt y a Clara Rojas pasar por una finca cuando estaban secuestradas”.
Después de 30 años de construir su vida en Miraflores, se vio obligada a salir a Villavicencio con la ropa que llevaba puesta y nada más: “Fue muy duro, porque uno tener todo organizado y perder el trabajo de 30 años como lo perdimos fue muy difícil, todavía no nos recuperamos de eso”.
Luego su esposo compró un lote en Fuentedeoro y ahí, “con las uñas, es donde estamos ahorita”.
Y aunque dice que ya con 67 años se siente cansada de tanto luchar y que lo que quiere es quedarse quieta, eso es totalmente opuesto a lo que ha hecho en realidad pues, motivada por las posibilidades del futuro, sigue escuchando los concejos que la hicieron llegar a vieja y es ella la que ahora los da en espacios como Un tinto para la memoria’.
“Los adultos mayores necesitaban ser escuchados”
El proyecto surgió hace cuatro años, un cuatro de septiembre, “por la necesidad sentida del adulto mayor de la escucha” cuenta Natalia Novoa, coordinadora del proyecto y líder comunitaria de Fuentedeoro, tierra que la acogió hace décadas luego de salir desplazada del Cesar, donde nació, a causa de la guerra.
En una reunión con víctimas del municipio, una de ellas, ya de edad, confesó que se sentía como un objeto más de la casa porque nadie hablaba con ella, “que era como un matero que rodaban de una esquina para otra pero que nadie le hablaba”.
Así, y con la ayuda de la Pastoral del municipio de Granada, crearon un espacio para charlar y escuchar lo que tenían que decir las personas mayores del municipio. Sin embargo, no querían que esas conversaciones se quedaran únicamente entre un grupo de viejos, precisamente por todo lo que saben y todo lo que tienen para contar esas personas, por lo que hicieron alianzas con las dos instituciones educativas del municipio para vincular a sus estudiantes en estos espacios.
Comenzó siendo una iniciativa pensada para un solo día en el que jóvenes y viejos compartieron historias y charlas entre juegos de mesa y cafés, pero dadas las reacciones que se generaron en ambos grupos, continuaron haciéndolo, primero cada 15 días, luego mensualmente y ahora cada tres meses dada la logística que implican las reuniones.
“Es un espacio que ha permitido a los abuelos mostrar sus historias de vida, hacer manualidades, mantenerse ocupados, expresar sus sentimientos, hablar del arraigo que tienen hacia el campo y el dolor que fue dejarlo, también les ha permitido sanar y recordar sin dolor”, dice Natalia.
Además, cuenta, dado que el propósito del proyecto es construir y preservar la memoria, quieren que los jóvenes escuchen lo que sucedió en el conflicto de las voces de las personas que lo vivieron y lo padecieron, con el objetivo también de contribuir a la no repetición.
Sin embargo, no solo se habla de la guerra, sino de sus historias y cómo era la vida de antes: cuentan cómo salían a pescar, cómo cultivaban la tierra, las recetas que preparaban las mujeres, cómo enamoraban a sus parejas y cómo se cuidaban y compartían lo que tenían entre todos.
Y claro, ha sido un espacio para compartir la sabiduría que las personas mayores han adquirido a lo largo de su vida.
Así, Nivia dice que el principal concejo que tiene para la juventud es “que hay que ser más humanos, más sencillos, más centrados y pensar más en escuchar y ayudar a los demás”.
Además, dice que los jóvenes deben tener como prioridad principal el estudio, pues espera poder ver algún día un país en el que sean ellos los protagonistas en la toma de decisiones: “Qué dicha sería que el país lo manejara la juventud, que no fueran viejos sino puros jóvenes”.
Natalia, por su parte, dice que una de las cosas más valiosas que puede aprender la ingenua juventud de la experimentada vejez, es la capacidad de perdonar.
Lo dice porque incluso después de haber perdido todo, a pesar del dolor, de la ansiedad, de que no hay procesos claros de reparación o restitución, del miedo y la zozobra, “en ningún momento se ve que hablen de rencor, de venganza de que odian a este grupo o a esta persona, nada de eso”.
Además, dice que escuchar las historias de esas personas es en sí mismo aleccionador para los jóvenes, pues “a pesar de todo, han podido salir adelante”. Cada miembro de Un tinto para la memoria tiene una habilidad y un talento que han sabido aprovechar para generar proyectos productivos que además de proveerles alternativas económicas, son espacios para mitigar el dolor con el que cargan.
“Les enseña a los jóvenes a aferrarse a la vida y a sus posibilidades”.
Una plataforma para la incidencia política formal
Por otra parte, la iniciativa se ha convertido también en un espacio de deliberación y representación política de los intereses y necesidades de los adultos mayores del municipio.
A través de él han logrado interceder ante la institucionalidad local para llevar a escenarios de política pública los reclamos y peticiones que tiene la población.
En ese sentido, por ejemplo, realizaron en el 2019 un foro político municipal en el que invitaron a los candidatos que se presentaron para la alcaldía, en donde estos expusieron sus propuestas en torno al adulto mayor.
Más tarde, una vez se eligió la alcaldesa actual, entregaron un acuerdo de buena voluntad con una serie de propuestas que ellos articularon y fueron invitados a participar en la creación del plan de desarrollo, que, según cuenta Natalia, está siendo cumplido con compromiso.
Ahora buscan tener incidencia en el gobierno nacional, para que se incluya de manera diferencial al adulto mayor dentro de la reforma agraria, buscando con eso el retorno de esas personas al campo, así como el cumplimiento y mejoramiento de las indemnizaciones administrativas que les corresponden de parte de la Unidad de Víctimas.
“Queremos acceder a la reparación integral verdadera”.
Al final, dice Nivia, quieren volver a sentir la tranquilidad que recuerdan de su juventud, poder volver al campo a sembrar, volver a intercambiar cosechas y semillas con sus vecinos.
“Dígame lo bonito que eso sería, esa es la solución de este país, y del mundo”.