En La Paz, Cesar, un grupo de estudiantes creó un sistema de riego inteligente, operado con energía solar

Cuenta con sensores de humedad del suelo y su costo de producción no supera los 300.000 pesos. Con este sistema, los estudiantes buscan optimizar los recursos en el trabajo del campo.

Vanessa Araújo, Heiber Flórez, John Mario Galán y Rudesindo Acuña son cuatro estudiantes de ingeniería mecatrónica de la Universidad Nacional, sede La Paz, en el Cesar, y los responsables de diseñar y construir un sistema de riego operado ciento por ciento con energía solar. 

La idea surgió en el marco del semillero de investigación SACE, que significa Sensórica, Automatización, Control y Energía. 

Allí, los estudiantes identificaron una serie de problemáticas en las inmediaciones del campus, así como en la ruralidad de su municipio, que sirvieron de inspiración para crear el sistema. 

“Acá tenemos largas exposiciones a luz solar, que a corto o largo plazo afectan la salud, y los más afectados son los campesinos y los ganaderos, que desde temprano y todo el día están expuestos a la radiación ultravioleta, que puede ser cancerígena”, comenta John Mario. 

Además, agrega, es usual que en las fincas y los cultivos del sector, alejados del casco urbano y por ello con poca cobertura eléctrica, se desperdician grandes cantidades de agua por la falta de un mecanismo para dosificarla y por lo rudimentario del proceso de riego: una persona que va y abre una llave indefinidamente. 

“Entonces nosotros quisimos aprovechar la radiación para solventar una problemática que ya tiene tiempo en nuestro territorio”. 

Con eso en mente crearon el sistema de riego, que cuenta con un sensor que captura datos de la humedad del suelo y los envía a una placa de desarrollo, desde donde se emite una señal para abrir o cerrar las válvulas que distribuyen el agua por los cultivos. 

“A través de la programación asignamos a los datos del sensor unos valores que corresponden a que el suelo está seco o que está húmedo. Eso lo ‘lee’ la placa de desarrollo y decide si abrir la válvula o no”, cuenta Heiber. 

El sistema opera a partir de energía solar, que carga una batería para garantizar su funcionamiento en las noches, y cuenta con un sensor de humedad que asegura el racionamiento del agua para momentos en que sea necesario usarla. / FOTO: Vanessa Araújo

Asimismo, el sistema cuenta con una batería que se carga durante el día a través de la energía solar que captura el panel al que está vinculada y que, de esa manera, garantiza su operación en la noche. Y dado que todo es automatizado, también están desarrollando una aplicación móvil para poder monitorear todo el funcionamiento del sistema, una función que, en este momento, están supliendo a través de otra llamada ThingSpeak. 

“Lo que queremos es mejorar la eficiencia y la utilización de los recursos en el trabajo del campo”, asegura, por su parte, Rudensindo.

Actualmente, el proyecto se encuentra en su primera fase de operaciones, ubicado en un terreno de 300 metros cuadrados que pertenece a la universidad. Desde septiembre del año pasado, cuando lo instalaron por primera vez, el grupo ha estado evaluando su operatividad, así como haciendo mejoras y adecuaciones con el objetivo de llegar a un producto que puedan patentar, vender y, claro, llevar a las fincas y cultivos de los campesinos locales. 

Pensando en ello, han entablado diálogos con la Corporación Colombiana de Investigación AgropecuariaAgrosavia, con el objetivo de que sean ellos sus primeros clientes, aunque todavía deben realizar algunas adaptaciones, pues sus cultivos son de mayor extensión a la capacidad actual del sistema. 

En todo caso, en los meses que lleva instalado, el sistema ha cumplido sus funciones sin complicación o necesidad de grandes mantenimientos y, aunque es la primera vez que este grupo de estudiantes realiza un proyecto de este estilo y todavía necesitan esperar a ver cómo crecen las plantas del cultivo en el que se ubicó para evaluar su efectividad práctica, aseguran que el balance general y los resultados hasta ahora son muy positivos.  

De semillero de investigación a empresa de energías limpias

Además del proyecto del sistema de riego, los estudiantes que hacen parte del semillero quieren transformar ese espacio en una empresa que fabrique productos alrededor de las energías limpias y la automatización. / FOTO: Vanessa Araújo

El sistema de riego es solo uno de los proyectos en los que están trabajando los estudiantes del semillero, que, también, son más que los cuatro que protagonizaron el proceso del sistema. 

Vanessa cuenta que el semillero no ha sido solo un espacio para la investigación y creación académica, sino un lugar para pensar en posibilidades económicas para quienes lo conforman

En ese sentido, dice que está estructurado con un organigrama ejecutivo: hay un gerente, un tesorero, una persona dedicada a la construcción del hardware, otra para el desarrollo de software y demás. 

Eso, aseguran los cuatro, ha permitido pensar y estructurar otros proyectos, siempre teniendo el desarrollo del departamento y la región como principal motivación: “Nosotros estamos acá y queremos que nuestro departamento crezca de todas las maneras posibles. Nosotros queremos aportar, desde esta universidad y nuestras capacidades, a hacerlo”, dice Vanessa. 

Así, en este momento también están estructurando otro proyecto y esperando la llegada del material para realizarlo: crear un prototipo de carro eléctrico para la movilidad local

La idea, fundamentalmente, es adaptar motores eléctricos a los chasis de los motocarros, o ‘toritos’, que se usan para transportarse por el municipio y de esa manera generar prototipos para lo que podría ser, en el futuro, el comienzo de una transición hacia la movilidad eléctrica a nivel local. 

Para ello, y con financiación de la universidad, están esperando el arribo de un motor eléctrico que viene desde China

“La fase inicial es familirizarnos con ese motor, que es pequeño, para ver cómo funciona. Luego debemos adaptar un chasis de los ‘toritos’ para implementarlo y de esa manera hacer la transición de motor de combustión a eléctrico. Ya luego con un primer prototipo podemos ir haciendo mejoras para que eventualmente se convierta en un producto patentable”, asegura John. 

Y aunque ya se postularon a una convocatoria interna para la financiación de ese proyecto, los cuatro aseguran que el principal reto que tienen en este momento para el desarrollo de sus proyectos es la consecución de recursos: “Lo del carro es un proyectazo, pero cómo vamos a conseguir el material si a veces no tenemos ni para el transporte”, asegura Vanessa, mientras ríen sus compañeros en el fondo.

Para ello, esperan poder concretar un acuerdo con Agrosavia, así como ganarse la convocatoria de la universidad, que les asigna un presupuesto de 50 millones para el desarrollo de la iniciativa. 

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