En Nariño, este proyecto preserva los telares andinos que unen al continente

Tejedoras del Sol trabaja por la preservación de la tradición textil del Resguardo Indígena de Pastas, ubicado en Aldana, Nariño.

Tejedoras del Sol es un proyecto que nació hace cuatro años de la mano de Ana Calle, maestra en artes plásticas.

Se trata de un emprendimiento con mujeres indígenas del resguardo de Pastas, ubicado en el municipio de Aldana, Nariño, con el cual Calle hizo su trabajo de grado: una investigación sobre la tejeduría en guangua.

“La guangua es un telar vertical andino que puede encontrarse a lo largo de toda la cordillera, desde Nariño, pasando por el Putumayo, hasta la Patagonia. Es un telar tradicional, precolonial, que para las comunidades indígenas es un medio para conservar su historia”, explica Calle. 

La palabra guagua en quechua significa ‘gran poder’, lo que quiere decir que las mujeres que tejen tienen el gran poder en la comunidad, ya que son capaces de vestir al pueblo y también tienen la fuerza de la escritura, ya que la tejeduría es una forma de redactar la historia de las comunidades ancestrales.

Tradicionalmente, estas obras se trabajan con lana de oveja, que es la principal fibra que se da en la región de Nariño. Pero las comunidades que viven más al sur trabajan con otros materiales, como la fibra de alpaca o la de llama. En estos tiempos también se ha comenzado a trabajar con el algodón.

Según cuenta Calle, cuando llegó al resguardo de Pastas se encontró con un grupo de mujeres supremamente hábiles en la producción de prendas tejidas a mano, pero que no tenían herramientas para su comercialización. 

En un principio, la artista quiso convertirse en un puente entre sus productos y el cliente, pero después decidió crear un proyecto más colaborativo, en el que pudieran trabajar en conjunto para el buen vivir de todas. En ese momento se creó Tejedoras del Sol.

“Nos hemos juntado para crear productos de carácter textil, a partir de las diferentes técnicas de tejeduría que son tradicionales del departamento de Nariño, teniendo como meta la innovación en el diseño y la creación de piezas que sean más contemporáneas. Es un proyecto que es de carácter colaborativo, comunitario y cien por ciento femenino”, expresa Calle.

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Las indígenas del resguardo de Pastas, en el municipio de Aldana, conservan usos y costumbres alrededor de la tejeduría. / FOTO: cortesía Tejedoras del sol

La urdimbre, la forma en la que se pasa la trama, los nombres de las herramientas que se usan y todos estos componentes, según Calle, son ancestrales y reflejan una sabiduría que habla de la relación entre el ser humano y el espacio que se habita.

“Estas prácticas, más allá de tener la finalidad de entregar un producto, son prácticas que están creando constantemente pensamientos, conocimientos y generando una reflexión alrededor de cómo nos vinculamos entre nosotros mismos y con el lugar en el que nos encontramos”, comenta Calle.

Tejedoras del Sol trabaja principalmente con ferias regionales, igualmente realizan diseños personalizados, coo los que pueden verse en el Instagram de Tejedoras del Sol.

El Cobijo que busca arropar a los espectadores

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La pieza original de Cobijo mide aproximadamente 20 metros cuadrados. / FOTO: cortesía Tejedoras del sol

Entre las creaciones textiles del colectivo Tejedoras del Sol, se encuentra también la obra de grandes dimensiones Cobijo, creada con la intención de involucrar al público y reflexionar sobre la unión entre tejido y territorio. 

Su nombre, Cobijo, se puso con la intención de darle a entender a las personas que se podían cobijar con esta manta y “al hacerlo convertir su cuerpo en montaña y cordillera”, dice ella.

La intención del Cobijo es generar reflexiones en el espectador alrededor del territorio que habita: cómo se relaciona con ese territorio, cómo lo transforma con su presencia y qué actitudes asume para la conservación del mismo.

El Cobijo, a su vez, busca hacer alusión al paisaje nariñense, que es comúnmente conocido como la ‘colcha de retazos’ y a través de ello expresar cómo el tejido se vuelve territorio.

“Hablo del tejido como territorio, porque cuando uno está compartiendo con las mujeres en el resguardo, uno se da cuenta que todas las prácticas se van mezclando. La guangua la tienen en la cocina, donde está el alimento que viene de la tierra, y la trabajan con lana de oveja que ha sido criada en la zona. Muchas de ellas trabajan con tintes naturales, los cuales parten de la botánica existente en el lugar que habita. Por eso, hablar de tejido es hacer alusión a todas esas dinámicas que se entretejen entre el espacio y quienes lo practican”, explica Calle.

Por el momento, la pieza original de Cobijo se encuentra de gira con una exposición itinerante del área cultural del Banco de la República, que se llama Imagen Regional

Esta pieza, según lo cuenta Calle, ha ido creciendo paulatinamente, gracias a proyectos y convocatorias que le han permitido expandir sus dimensiones, por medio del trabajo colaborativo entre las tejedoras y ella.

Por su parte, la pieza adquirida hace poco por el Museo la Tertulia, es una segunda versión de Cobijo. Para realizarla, Calle invitó a la ciudadanía a participar en el bordado y construcción de la pieza y continuar con su componente colaborativo.

“Las personas pudieron elegir la forma en la que iba a quedar. Para hacerlo se realizó un taller de tres días en septiembre”, cuenta la artista. 

El primer día las personas que asistieron extendieron los retazos en el piso, se acostaron en ellos y se dibujó su silueta. Los siguientes dos días los participantes, en compañía de Calle, bordaron la silueta y el último día todos los retazos se juntaron.

“Esta pieza tiene ese componente colaborativo, porque de alguna manera complementa esa reflexión alrededor del espacio que ocupamos y cómo lo creamos y lo recreamos a partir de esa presencia”, concluye.

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