La Corporación Mariamulata lleva 20 años trabajando con los niños y jóvenes de Rincón del Mar en San Onofre, Sucre. Son alrededor de 120 niños que asisten a talleres artísticos que buscan, entre otros, la recuperación de la memoria histórica del bullerengue.
Hace 20 años, en el corregimiento Rincón del Mar de San Onofre, Sucre, los niños solo tenían una herramienta para hacer sus tareas: una caja de zapatos con cientos de recortes adentro. Martín Álvarez (actual representante legal de la corporación Mariamulata) fue la primera persona en identificar la necesidad de mejorar los recursos educativos de la población infantil del sector.
A partir de ese momento, el hombre comenzó a gestionar programas de promoción de lectura a través de donaciones de libros y juguetes. También adecuó el patio de una vecina de la comunidad rincomarence para la apertura de la Biblioteca Mariamulata lectora, un espacio pensado para que los niños del sector llegaran a pasar su tiempo libre.
Fue así como se fundó, tiempo después, la Corporación Mariamulata, un espacio que trabaja en la recuperación de la identidad cultural de esta región que, durante los años 90, como recuerda la comunidad, sufrió los estragos del conflicto armado por parte de grupos paramilitares que controlaban los pueblos cercanos a San Onofre.
Hoy, la Biblioteca Mariamulata lectora conecta con otras cinco bibliotecas rurales de San Onofre, alcance que han logrado con el apoyo de la Fundación Lecturas Compartidas y por la alta participación de estudiantes de instituciones educativas a través del Festival Infantil de Literatur: quienes ganan reciben la dotación de la biblioteca en su plantel.
Vera Ramírez, maestra en gestión de proyectos y coordinadora de proyectos de la corporación desde 2020, explica que actualmente Mariamulata logra reunir a 120 niños de Rincón del Mar alrededor de actividades artísticas. Asimismo, Vera cuenta que el orgullo más grande para la comunidad ha sido «ver cómo una parte de los niños que asistían a los talleres, hoy participan en la dirección de la corporación».
“Nosotros manejamos cuatro líneas de acción: educación ambiental, memoria, tradición e investigación popular, liderazgo con enfoque de género, biblioteca y comunicaciones. La línea de educación ambiental, por ejemplo, la dirige un chico que participaba en los talleres cuando estaba más joven. Luego se fue a estudiar Ingeniería Ambiental en Cartagena y regresó para ayudar a su comunidad”, comenta Vera. Casos como este demuestran cómo Mariamulata, en sus 20 años de trabajo, ha logrado despertar un fuerte sentido de pertenencia por esta zona de Sucre.
Como Rincón del Mar se encuentra entre los manglares y el mar Caribe, proteger ambos ecosistemas es uno de los trabajos principales de la corporación; pues, además de ser su principales atractivos turísticos, también son necesarios para la vida cotidiana de la comunidad. De hecho, según comenta Vera, sus afectaciones por contaminación y deforestación han hecho que la pesca haya disminuido fuertemente en los últimos 10 años.
Pero para contrarrestar esos efectos, los niños se comprometen con el medioambiente. Son ellos quienes reciben el conocimiento sobre cuáles y cómo son las áreas marinas protegidas. “El manglar es un amortiguador natural y también nos permite abordar los arrecifes coralinos. Nosotros, que vivimos prácticamente a la orilla de una playa, los necesitamos más que nadie”, explica la coordinadora.
Uno de los talleres, por ejemplo, se centraba en la extracción y clasificación de las semillas del bosque seco tropical; semillas que simbolizan los valores que Mariamulata desea sembrar en sus corazones. Los niños, acostumbrados a las jornadas, ya saben que uno de los secretos para que la siembra del manglar sea efectiva es «sembrarla con la punta hacia arriba».
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Recuperando la tradición del bullerengue
«Yo canto, yo canto, yo canto por la verdad / Ahora le toca a este moreno su toque de libertad», se escucha cantar a uno de los niños mientras otra decena de ellos aplauden y sacuden los hombros.
En Rincón del Mar, hace muchos años, los tambores retumbaban en el centro de un gran grupo de personas que danzaban con polleras largas y coloridas, rotando tragos de ñeque (bebida alcohólica artesanal hecha con panela, azúcar y alcohol), y entonando frases líricas cargadas de relatos locales. Pero el conflicto armado apagó gran parte de esos cantos. También los mayores fueron muriendo sin transmitir el legado a las nuevas generaciones.
Janer Amaris Orozco, oriundo de Malagana, Bolívar, es un tambolero que trabajó durante 15 años con Petrona Martínez, la mayor artista de bullerengue que tiene Colombia. Janer explica que el bullerengue no puede entenderse como un género homogéneo y que cada pueblo maneja su acento, estilo y cantos diferentes.
“El baile depende de muchas cosas: del territorio, del estado de ánimo del cantador o cantadora y de lo que se quiera transmitir. Por ejemplo cada tambolero varía el acento del instrumento, pero no los sonidos”, explica el musico.
El bullerengue ha adoptado muchos elementos del Son de Negro, uno de ellos es destaca la introducción de versos largos que no son repetitivos, sino que cuentan historias. Ya no es solo «Pa´ la escuela nene, muchacho ve a la escuela» (Canción de María Mulata), sino «En los Montes de María, esto sucedió señores / estaba llorando un niño lamentando sus dolores», como canta Petrona. Ese tipo de cambios dieron pie, según explica, a que se facilitara la transmisión de historias dentro de las comunidades.
Janer Amaris comenta que hace años trabajó en un proyecto cuyo objetivo era buscar cantadores de bullerengue en las regiones porque «se pensaba que ya no quedaba ninguno». Para su sorpresa, en varios territorios encontró artistas que no habían sido descubiertos, en gran parte, por la falta de apoyo: «Sucede que a veces los maestros de bullerengue deciden retirarse porque no reciben ningún apoyo económico por preservar esta manifestación cultural, entonces deben sobrevivir con otras actividades», explica.
Es por eso que dentro de las apuestas de la Corporación Mariamulata se encuentra el reconstruir la tradición bullerenguera, la cual, aunque se encuentra instalada en mayor medida en las costas de Bolívar y Córdoba, llegó a San Onofre a raíz de procesos migratorios. “Nosotros manejamos un eje de investigación popular y comunitario gracias a una convocatoria que ganamos con la Universidad de Antioquia. Nuestro objetivo es lograr que toda la comunidad se apropie de este género influenciado por la cultura afrodescendiente de nuevo”, explica Vera.
La investigación, aunque está pensada para ser un artículo académico publicable, se basa en algo que ellos llaman ‘sistematización de experiencias’, es decir, encuentros intergeneracionales donde los mayores le pasan a los más jóvenes los cantos, bailes, técnicas para tocar instrumentos, mitos y demás. Para la comunidad, el bullerengue no es sólo un ritmo para bailes y fiesta; a través de el se establecen centros de saberes donde confabula toda la tradición oral, cultura e histórica de estos pueblos del Caribe.
La coordinadora de Mariamulata, por su parte, agrega que son esas ruedas las que crean el espacio de encuentro comunitario donde se establecen nuevas formas de comunicación y donde las personas aprenden a bailar». Ella, además, también menciona que Patio Sonoro (el laboratorio en el que trabajan temas musicales) se ha sostenido en el tiempo gracias a la disposición, creatividad y dedicación de los niños de Rincón del Mar.
Mariamulata construye paz en San Onofre
Vera Ramírez explica que San Onofre es un municipio muy diverso: tiene costa, sabanas y un pedazo que limita con los Montes de María. Sin embargo, muchos de los niños y de quienes trabajaban en Mariamulata no conocían los pueblos vecinos. Es por eso que, el año pasado, decidieron crear una ‘ruta de la memoria‘ basada en el intercambio de historias en el marco del conflicto armado con jóvenes de otros pueblos.
“En el recorrido nos contaban sobre cómo se vivió el conflicto armado en sus territorios, lo que caracterizaba a su pueblo y también sus historias de vida. Eso demuestra los niveles de participación que hemos logrado cultivar en los jóvenes”, comenta Vera.
Hace poco, además, también participaron en un videoperformance con la Comisión de la Verdad en el que, a través de los movimientos corporales guiados por música típica de la región, niños y jóvenes de Mariamulata narran cómo el miedo se instaló en los habitantes del municipio causando «la ruptura de los vínculos de confianza de la comunidad», vínculos que, precisamente, Mariamulata trabaja para reconstruir todos los días a través del arte.