La Biblioteca Comunitaria Fundación Juvenil Alto Mira y Frontera es un espacio multifacético. Funciona, al mismo tiempo, como un lugar de protección para los jóvenes, de fortalecimiento educativo, de preservación de la cultura y de conexión con oportunidades.
La biblioteca, cuenta Maité Rosales, directora de la Fundación Juvenil Alto Mira y Frontera y la encargada de este espacio educativo, no es como cualquier otra. Lejos de ser un espacio donde hay que guardar silencio y no hacer ningún ruido, en la Biblioteca Comunitaria Fundación Juvenil Alto Mira y Frontera “se canta, se ríe, se baila y, claro, también se estudia”, dice.
“Entendimos que este espacio no podía coartar la funcionalidad del ser humano y mucho menos en un lugar como el Pacífico, donde casi todo está basado en la oralidad. Decidimos que tenía que ser una biblioteca atípica donde se viene a conversar, hablar y a compartir experiencias que son muy importantes para todos”, agrega.
Está ubicada en la vereda de Imbilí Carretera, zona rural del municipio de San Andrés de Tumaco, Nariño. Surgió como uno de los primeros proyectos de la Fundación Juvenil Alto Mira y Frontera, y se constituyó legalmente en el 2019, aunque desde el 2016 ya operaba como un colectivo con el objetivo, a grandes rasgos, de generar nuevos espacios para la juventud así como de llevar oportunidades educativas a la zona rural de Tumaco.
Con estanterías de guadua y en una pequeña casa que consiguieron los 15 jóvenes tumaqueños que fundaron el colectivo, nació en el 2016 la biblioteca.
Desde entonces, Maité ha estado al frente de ella y de las actividades que allí se realizan, así como de los diversos proyectos que desde allí han surgido.
Para Maité, este lugar es mucho más que un espacio de consulta de libros, la biblioteca surge con tres objetivos fundamentales: ser un espacio de formación académica, un espacio de protección para los jóvenes y un espacio de preservación y revitalización de la cultura afro pacífica. Todo esto para contribuir al fortalecimiento del tejido social en un territorio vulnerable.
Una biblioteca, muchos espacios: protección, educación y cultura
En Imbilí Carretera, una zona rural y fronteriza con Ecuador, las problemáticas y retos sociales son numerosos y la población joven es particularmente vulnerable. “Este es un territorio de violencias de varios tipos, conflicto armado, escasez de oportunidades laborales y educativas, desconexión y demás”.
La presencia de grupos armados, bandas criminales y las subsecuentes prácticas que se derivan, como el reclutamiento forzado y la guerra misma, afectan con intensidad a los jóvenes de la región.
Por otra parte, hay muy bajas tasas de empleabilidad y de oportunidades laborales, cosa que acentúa con más fuerza, la necesidad de los jóvenes de encontrar alguna solución para subsistir.
Como se trata también de una zona fronteriza, en el territorio hay problemáticas de narcotráfico, tráfico de personas y demás. Las economías legales que se generan a partir del tránsito migratorio, transportes fluviales, terrestres, tiendas y restaurantes, han ido desapareciendo como una opción económica a raíz de la disminución en el uso de ese corredor por la creación de la Ruta Nacional 05, una troncal que conecta con mayor facilidad ambos países.
Es por eso que en medio de ese contexto, surge la Bilblioteca como un espacio multifacético y multipropósito.
Por un lado, se trata de un lugar de protección para los jóvenes, un espacio seguro que ofrece actividades y realidades alternas a las que cotidianamente se encuentran los jóvenes en Imbilí.
“Realizamos actividades artísticas, de pedagogía, lúdicas, de fortaleciminto escolar, lectura crítica y demás para generar alternativas dentro del territorio”.
En esa medida, por ejemplo, desde la biblioteca y en alianza con la Escuela de Robótica del Chocó, se fundó la Escuela de Robótica de Imbilí Carretera, la primera de ese tipo en zona rural en Colombia. También en alianza con Hewlett-Packard, fundaron un centro tecnológico que cuenta con computadores, impresoras, sistema de sonido, proyectores, conexión a internet de alta velocidad, entre otras cosas.
“Acá lo que decimos es: ‘usted tiene la posibilidad y la capacidad de ser usted mismo’, no limitamos de ninguna manera la creatividad ni la capacidad y por el contrario, buscamos fomentarlas a través de los libros”.
Por otro lado, la biblioteca funciona en estrecha conexión con la institución educativa de la vereda, por lo que sus actividades y recursos están a completa disposición de ella: “le decimos a todos los de la escuela: ‘si usted necesita material bibliográfico, acá lo encuentra y se lo préstamos’. En el 2019 nos ganamos una convocatoria de la Biblioteca Nacional y nos llegaron 2100 libros de todo tipo, entonces tenemos muy buenos recursos».
De la misma manera, la biblioteca realiza actividades para afianzar o complementar los temas vistos en el colegio, sesiones de lectura para distintas edades y, claro, está abierta todos los días para quienes quieran ir a consultar libros o pedirlos prestados.
En tercer lugar, cuenta Maité, la biblioteca también surgió con la idea de ser un lugar para la revitalización y la preservación de las costumbres y tradiciones del pueblo afropacífico.
“La violencia siempre genera una distorsión de lo que uno es y ha sido, entonces con tantos conflictos se está olvidando la fortaleza que tiene el pueblo rural, la fortaleza de lo que hemos sido siempre. Hemos notado que varias prácticas tradicionales del hablar, el cantar y el vestir, están desapareciendo”.
De la misma manera, Maité dice que hay algo particularmente preocupante y es que las interacciones entre las personas y los vínculos sociales están experimentando una ruptura sin precedentes a causa de la violencia. Asegura también que la comunidad se ha vuelto mucho más individualista y que se han ido olvidado las prácticas colectivas que le han sido inherentes al pueblo afro a través de su historia.
“Nosotros siempre hemos sido de trabajar en mingas y en juntanzas, entonces queremos revitalizar eso a través de intercambios de saberes que tienen escenario en la biblioteca y que permiten identificar y referenciar líderes locales para aprender de sus experiencias y sus luchas”.
Así, en la biblioteca se realizan recurrentes charlas con personas mayores, ‘sabedores y sabedoras’, curanderos espirituales y otras figuras tradicionales con el objetivo de recuperar esas prácticas y esos conocimientos y “darle un valor a eso que es tan fundamental en nuestra cultura”.
“Quiero que los chicos sean capaces de soñar”
Para Maité, al final, su papel como bibliotecaria y como directora de la fundación que creó la biblioteca, siempre ha sido el de “ver cómo conectamos al territorio con nuevas oportunidades y mostramos un mundo diferente a los chicos”.
En ese sentido, sus acciones desde ambos espacios han estado siempre dirigidas a que la población joven de Imbilí sea capaz de transcender y ver más allá de los factores “limitantes” que impone el territorio y sus dinámicas, y que muchas veces constriñen la capacidad de soñar.
Y aunque la acogida de la biblioteca desde que se creó ha sido muy buena y sus proyectos han logrado impactar la vida de muchos jóvenes, tiene varios retos fundamentales; hacerse atractiva en medio de un contexto tan adverso y mostrarse como un lugar de oportunidades reales y tangibles, al tiempo que se familiariza a la comunidad con un espacio que nunca había tenido.
Es un reto constante para el que no hay aún una clara solución, pero por el que trabajan todos los días. “Buscamos mostrarle otro mundo a la juventud imbiliseña” concluye Maité.