Con el ánimo de incentivar la lectura y la escritura, 'Nuestro cuento' lleva libros e historias a los niños más vulnerables de Cali.
Según cifras del 2021 del Banco Mundial, en Colombia el 51% de los niños de 10 años no pueden leer ni entender un texto. Esta es una realidad que buscan cambiar iniciativas como Nuestro cuento, creada en Cali.
“Creo que las personas que leen nunca están solas. Los libros son como amigos o una guía que aporta pensamientos y nociones de la vida que son valiosas para construir una percepción propia de la realidad”, comenta Nathalia Hoyos, fundadora y directora de Nuestro Cuento.
Hoyos recuerda que al crecer y entender que los libros no estaban al alcance de todos los niños, y que estos eran más “un privilegio que un derecho para la niñez”, quiso crear una iniciativa que le permitiera acercar la lectura a los jóvenes, no como una materia más del colegio, sino como un espacio para el disfrute o como una herramienta para potencializar sus habilidades mentales y sociales.
“Empecé a hacer pilotos para ver el interés que podría generar un libro en jóvenes que viven en contextos difíciles, con infinidad de problemáticas sociales. Noté que la literatura se convertía en una compañía y en un espacio donde los niños recordaban que eran niños”, dice.
Siloé, el centro y el oriente de Cali, que son los lugares donde tiene incidencia Nuestro Cuento, son contextos sociales donde los más jóvenes, que no siempre pueden ir al colegio, en muchas ocasiones deben trabajar en las calles, vender en los semáforos o estar en los buses pidiendo dinero con sus familias, según ha podido observar Hoyos.
Por eso, los talleres de Nuestro Cuento son espacios donde pueden recordar que son niños y que “la infancia está conectada con la imaginación, con la creatividad y que tienen un potencial infinito en sus saberes, en sus manos y en sus mentes. Por eso siempre buscamos potencializar sus voces y también su creatividad”, comenta Hoyos.
Un libro dedicado a la paz
En medio del proceso de impulsar las habilidades de los jóvenes, Nuestro Cuento creó un laboratorio para niños autores, un semillero de escritores jóvenes entre los siete y los 13 años.
En primera instancia les muestran la literatura de una forma diferente a como se las enseñaban en la escuela, buscando que pierdan esa idea de obligatoriedad y aburrimiento, permitiéndoles explorar y escoger los libros que deseen leer.
Después, a través de los talleres de escritura, empiezan a buscar que ellos experimenten con la hoja en blanco y que lentamente comiencen a escribir y contar sus historias sin que nadie les esté indicando lo que deben realizar.
Luego exploran la creación de lugares fantásticos, de situaciones que estén fuera de lo cotidiano y que en medio de esos contextos narrativos, procedan con la construcción de los personajes.
“No es una actividad donde les preguntamos a los niños ¿quienes quieren ser escritores? O donde los obligamos a sentarse y a escribir. Es más bien un espacio donde ellos pueden experimentar con sus ideas y cuando terminan se dan cuenta que han escrito muchas historias”, cuenta Hoyos.
En medio de ese proceso nació el primer libro escrito por los niños de Nuestro cuento: La paz es nuestro cuento.
Los personajes y las situaciones de cada historia fueron escogidas por medio de una metodología de juego de dados, en la que los niños los lanzaban y de forma aleatoria les salían los elementos con los que debían crear su cuento.
Luego, ellos unían esas piezas y creaban la personalidad del personaje: cómo habla, de dónde es, dónde vive, qué edad tiene, qué le gusta y qué no.
“Al final cada niño escribió muchas historias. Entregaron tres cuentos, nosotros seleccionamos uno de cada niño, buscando que fueran historias que narraran y mostraran a Cali desde la mirada de ellos, de sus territorios. Los unimos, los ilustramos y creamos el libro: La paz es nuestro cuento, con los niños como autores”, recuenta Hoyos.
“Hacemos cuentos y los publicamos para que otros niños y personas vean nuestras historias y sepan que en Siloé hay jóvenes escritores y autores”, dice Mateo, uno de los autores de La paz es nuestro cuento.
El libro inicia dando el significado de paz para cada niño, que van desde tener un papá y una mamá o no tener que aguantar hambre, hasta a poder salir a la calle y no tener miedo de que te maten.
Entre la diversidad de historias del libro hay universos narrativos con robots, zombis, bailarinas y hasta un Chespirito caleño, cuento escrito por un niño del centro que, en medio de un taller, le dijo a Hoyos que se sentía muy identificado con la historia del Chavo del 8, así que escribió su propio texto de sobre cómo viviría este personaje mexicano en las calles de Cali.
“También tenemos historias de niños que son migrantes. Por ejemplo, la de una niña venezolana que, luego de conocer la Plaza Jairo Varela, dijo que al escuchar la música que salía la trompeta se sintió transportada a Venezuela y en su cuento habla de los niños migrantes en Cali, desde la música y el arte”, cuenta Hoyos.
El libro logra su objetivo, que los niños desde sus historias, su imaginación y su inocencia plasmen lo que para ellos es la paz y también lo que representa Cali.
“Cuando llegué a los sectores donde trabajamos, me di cuenta que faltaba mucho sentido de pertenencia por parte de los niños hacia Cali. Cuando les preguntábamos de dónde eran, ellos decían “soy de Siloé”. Pero ellos (y los niños del centro o del oriente) hablaban de Cali como algo alejado, diferente a su territorio. Quisimos reconciliarlos y acercarlos con la ciudad, para que vieran a Cali como su casa”, explica Hoyos.
Por eso buscaron que los niños pusieran a Cali como el lugar en el que transcurren sus historias, para que también narraran a la ciudad desde su visión personal.
De las calles al corazón de los niños
Nuestro Cuento tiene una sede física en Siloé llamada la casa cultural Siloé lee. Pero la apuesta de la iniciativa es la itinerancia, salir y tomarse las calles de las zonas donde trabajan.
“No queremos que los niños lleguen nosotros, sino nosotros llegar a los niños. No queremos que los ellos vengan por los libros, sino llevar los libros a sus sectores. Yo siempre le digo a mi equipo ‘que esta casa no se nos quede cómoda’, afuera hay muchos pequeños, jóvenes y adolescentes que no conocen la iniciativa”, explica Hoyos.
Además, Nuestro cuento considera que al ser disruptivos, por el lugar donde leen y convocan a los jóvenes, se empieza a crear, de forma indirecta, una conexión entre el territorio y el aprendizaje literario.
“Estamos en espacios no convencionales, como las esquinas, los andenes, los parques, las canchas, los asentamientos o las ollas comunitarias. Buscamos transformar esos lugares que han sido utilizados normalmente para conflictos, para encuentros de pandillas, como espacios para la lectura en voz alta. No nos escondemos, lo hacemos en público”, comenta Hoyos.
Y ya cuando van a hacer actividades que requieran de una silla, una mesa, luz y más tiempo, como lo es el laboratorio de niños escritores, los convocan en la sede física.
Para poder atender a los jóvenes, la iniciativa cuenta en este momento con un equipo de 20 voluntarios, de los cuales cinco son el equipo principal. Adicionalmente tienen tres equipos que trabajan con los grupos de niños, que son divididos según sus competencias de lectoescritura: Lectores en vuelo, Nuevos lectores y un grupo para los más jóvenes.
Lectores en vuelo recoge a los que ya saben leer y escribir, pero que les parece aburrido porque en el colegio les enseñaron que era algo obligatorio. Con ellos el equipo procura mostrarles los libros como una experiencia divertida.
En Nuevos lectores están aquellos que reconocen las letras y están aprendiendo a leer, pero no lo hacen de manera fluida. Con ellos hacen refuerzos incentivos de oralidad.
Y los más pequeños, que aún están aprendiendo a leer, están en el tercer grupo donde experimentan con sonidos, letras y el cómo se unen y conectan para convertirse en historias.
Las personas que deseen sumarse a Nuestro cuento pueden hacerlo por medio de las redes sociales de la iniciativa. Ahí hay un enlace en la biografía, en el que se encuentra el formulario para ser voluntario.
Si desean donar libros, estanterías, juegos de mesa, juguetes o dinero, hay muchas opciones: apadrinar el lugar físico o apadrinar la donación de un libro.
También se puede ayudar a la iniciativa con la compra del libro La paz es nuestro cuento o Un borondo por Siloé en librerías independientes de Cali como Oromo, Expresión viva, Casa de la lectura o directamente por redes sociales.