Nucleum Pet da oportunidades de movilidad para perros y gatos que, por una u otra razón, perdieron la movilidad de sus patas.
A Miguel Ángel Jimenez le ha gustado siempre leer e investigar acerca de robótica y mecánica. Recuerda que en el colegio se saltaba sus clases para ir a la biblioteca a leer libros de esos temas, así como de anatomía humana.
Le gustaban mucho también las películas de ciencia ficción, aquellas que mostraban mundos distópicos donde los robots emprendían una conquista para acabar con la raza humana.
En particular recuerda la escena de la segunda película de Terminator, cuando Arnold Schwarzenegger se quita la piel de un brazo para mostrarle a una aterrorizada pareja lo que lo distingue de ellos: una compleja extremidad robótica.
Y lo recuerda con el mismo asombro e impacto cuando vio, de niño, a una persona que en vez de tener una de sus manos tenía un gancho. Impresionado, se dijo a sí mismo: “Qué chévere sería que esa persona pudiera recuperar su mano”.
Todo eso, sin él saberlo, lo fue encaminando al mundo de las prótesis y la ortopedia. Estudió unos semestres de ingeniería mecatrónica en la Universidad de Antioquia y comenzó a trabajar en prótesis para humanos, pero por azares de la vida un día lo llamaron para que hiciera una silla de ruedas para ‘Angelita’, una pequeña gata que había perdido la movilidad de sus patas traseras.
“Yo no pensé que me fuera a quedar haciendo eso, pero aquí estoy”, cuenta Miguel Ángel, quien en el 2018 fundó Nucleum Pet, una organización dedicada a fabricar sillas de ruedas para perros y gatos.
Fabricante de sillas para animales por casualidad
Cuenta que para el caso de ‘Angelita’ estuvo investigando y se dio cuenta de que la mayoría de las sillas de ruedas alrededor del mundo las hacían en metal, “y eso era muy engorroso, muy difícil de fabricar. Entonces pensé que podía hacer algo más simple y, entre prueba y error, días de hacer prototipos, llegué al primer prototipo que manejé en Nucleum Pet”.
Lo hizo, cuenta, con una impresora de tercera dimensión con la que trabajaba en ese momento: “Estaba trabajando con eso en diseño biomecánico y es que la impresión 3D es una tecnología que permite hacer cualquier cosa que uno se imagine y pueda diseñar. Si lo diseña, lo imprime, no hay límite”.
El periódico salió una pequeña nota acerca de su trabajo y, cuenta, ahí comenzó todo: “Me comenzaron a llamar desde el día siguiente muchas personas. ‘Hola, ¿tú eres el de las prótesis? Es que tengo un perro que las necesita’, me decían, y yo no sabía qué hacer”.
Cuenta que nunca había trabajado en el tema y que lo de la gata había sido una prueba. No sabía del diseño, de cómo hacer una silla para animales más grandes, ni qué precio dar a las personas que recurrentemente lo llamaban a preguntarle por las sillas de ruedas que no tenía.
Aun así, se dio cuenta de que había oportunidad y como, además de las películas de robots, a Míguel Ángel siempre le gustó emprender, empezó a investigar al respecto. “Cuando comenzamos yo no tenía ni un par de alicates y hoy tengo herramientas y equipos de tecnología de punta, sin contar todo lo que hemos ‘metido’ en investigación”, explica.
Para calmar las ansias de las personas, comenzó a pedir videos de las mascotas, fotos, la edad, el tamaño y otros datos. Al mismo tiempo acudió a profesionales, ortopedistas, veterinarios y demás para investigar cómo debía ser el diseño de las sillas para garantizar un producto de calidad, dependiendo de las necesidades de cada mascota.
“Al final, aprendí qué es lo que necesita un animal para que se sienta cómodo en una silla de ruedas y que esta le brinde el soporte ideal sin perjudicarlo de ninguna manera”.
Una silla para cada necesidad específica
Miguel Ángel explica que, cuando un perro tiene problemas o discapacidades en sus patas traseras, tiene que sobreesforzar las delanteras y eso comienza a generar problemas, porque se desplaza en una posición que no es natural.
Por un lado, se le comienzan a raspar las patas y a formar llagas que pueden causar infecciones, además de formar problemas urinarios, intestinales, ortopédicos o respiratorios.
Para solucionar eso, es necesario poner un soporte en las piernas traseras y, en ocasiones, suspenderlas completamente del suelo. Sin embargo, no existe un proceso estandarizado para hacerlo y, por el contrario, cada silla debe responder a las necesidades particulares de cada animal, así como a características físicas como su peso y su talla.
De acuerdo con Miguel Ángel, siempre se deben tener tres factores en cuenta y, a partir de allí, comenzar a hacer ajustes con las medidas. Primero, es de absoluta importancia que el animal quede con la columna recta, pues cuando comienzan a perder movilidad de sus patas la columna comienza a encorvarse y a generar problemas más graves de movilidad.
Lo segundo es que la silla no puede hacer sobrepeso en las patas delanteras. Eso también genera problemas adicionales en la nuca y el lomo, entonces es necesario que el peso esté sobre las ruedas.
Por último, y en caso de que toque suspender del suelo las patas traseras, es fundamental no hacerlo demasiado, ya que, de nuevo, eso puede generar demasiado peso sobre las patas delanteras.
Con eso definido, se realizan adecuaciones específicas para cada animal.
Hoy Miguel Ángel ha fabricado más de 1.300 sillas, que vende en todo el país e internacionalmente. Y, aunque ha tenido un éxito que nunca se imaginó, pues hasta los más reconocidos veterinarios del país lo recomiendan a sus pacientes, quiere seguir expandiendo sus mercados, particularmente hacia países como Estados Unidos, México, Chile y Ecuador.
Para ello, cuenta, está desarrollando un nuevo modelo de sillas, el quinto dentro de su repertorio, para que se pueda exportar con mayor facilidad y menores costos. Se trata de una silla plegable que se puede guardar en una caja y sea conveniente también a la hora de realizar viajes con las mascotas.
Miguel Ángel espera lanzar esa versión en los próximos meses y, con ello, comenzar un proceso de expansión que le permita abrir nuevas sedes además de la que tiene en Bogotá, en la localidad de Fontibón.
Allí fabrica las sillas que vende y que, con ayuda de compañías tan grandes como Toyota, dona a hogares de paso, refugios, veterinarias y a familias de pocos recursos.